Epílogo

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Tres años después

Tengo mi teléfono en las manos y paso foto por foto en la galería, hay tantos recuerdos, tantos momentos que jamás voy a olvidar,  sonrío mirando su foto. Este hombre me hizo la vida imposible, pero me dió también una vida que nunca había conocido: me enseñó lo que el verdadero amor es capaz de lograr, me demostró que, si realmente lo quieres puedes cambiar. Que confíar vale la pena si es por amor.

Ahora es cuando recuerdo las palabras de Nora, “Si es verdad que nuestro destino ya está escrito, pero si no es asi ¿Vale la pena luchar por lo que queremos? ¿Vale la pena?”
—Lo vale, —pienso en voz alta sonriendo, realmente vale la pena luchar contra todo, quizá así tenían que ser las cosas, quizá si somos marionetas del destino. El detonante fue mi familia, el motivo un matrimonio que nunca quise, ahora comprendo que si pudiera cambiar el pasado tal vez nunca hubiera conocido a Eduardo. Entonces lo sé, no cambiaría ni un solo segundo de mi pasado, si todo eso me condujo a su lado. (Bueno, quizá lo de Alexander si lo cambiaría, esos meses me marcaron de por vida)

Eduardo dió todo por mí, y justo cuando creí que ya no había esperanzas llegó, nunca dejo de buscarme nunca se dió por vencido. Me demostró cuánto es que me ama. Él, el hombre de mis sueños, de mis vidas, el dueño de cada latido.

—¿Monique? —entra Samantha al cuarto, ella se quedó aquí conmigo cuando creí que moriría, me apoyo incluso cuando les gritaba me dejaran sola. No fue fácil recuperarse despues de ser secuestrada y torturada, psicológicamente me dejo marcas imborrables. Las noches después de volver fueron un infierno, aún sentía mis pies encadenados, anímicamente estaba muy mal. Parecía un cadáver, deje de verme en los espejos, no me reconocía y odiaba ver ese reflejo mirarme, pues lo veía a él frente a mí. Podía sentir como me tocaba como intentaba llenarme la cabeza con mentiras. Las pesadillas eran lo de menos, durante meses no soportaba a nadie cerca mío, pero mediante mucha ayuda y terapia pude salir poco a poco de ese estado. No mentire si digo que aún me da pánico, pero puedo lidiar más con el.

—Si, ya voy —dejo el teléfono en la cama y la miró para sonreírle. También me enteré de algo más: Sam, es mi hermana, al parecer el matrimonio de mamá y papá quedó fracturado despues de que mamá se enteró que mi padre tenía una aventura con la señora Becka, madre de Sam. Papá siempre les proporcionaba grandes cantidades de dinero para que no les faltara nada, a cambio de no reconocerla y silenciarlas, nunca terminaría de sorprenderme lo poco que en realidad conocía a mi familia y más a él. Ella, Sam dice que lo único bueno de todo eso es que me tiene por hermana, y yo concuerdo con ella, la amo demasiado.

No culpo a mamá por siempre ser tan fría, al final del día estar con un hombre como mi padre le pasó factura: llenandola de infelicidad, es entonces dónde veo que el dinero no lo es todo, y mucho menos compra la felicidad. Mis padres se fueron un mes después de volví a casa, sinceramente quería a mi padre aquí.

—Corre, tenemos que irnos, se nos hace tarde, —le vuelvo a sonreír, tiene razón. Mi madre viene de visita eh iremos a recogerla al aeropuerto, la relación entre ella y yo va bien, no podría decir que somos las mejores amigas, pero nos esforzamos por conocernos mejor, como madre eh hija. Bajo casi corriendo las escaleras, soy feliz, soy muy feliz con mi vida ahora.

—¡Mami! —grita Jackie, me da sus pequeños bracitos desde lejos, la está cargando Nora. Mi pequeña ángel, llegó a darle un soplo de paz a mi mente, fue en parte alguien que me ayudó a salir a adelante, mi motivo, mi razón, mi esperanza.

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora