CAPITULO LXI

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Eduardo

—Ya están aquí —anunció Samantha parada delante de mí, sus brazos estaban entre cruzados, últimamente había cambiado mucho conmigo. Yo hace días no salía de casa, ni siquiera eh ido a la publicidad, no puedo con la culpa. Nuevamente alguien a quien amo está siendo afectada por mí, aunque no sea yo quien causa el daño es como si lo hiciera, al menos así lo siento. Todo por el odió que alguien siente por mí persona. —¿Eduardo?

—Te escuché. —De pronto la puerta de la entrada se abre, me incorporo y es entonces que los veo entrar. A ella la reconozco de inmediato, la señora O'brien, aunque esta vez se ve realmente diferente, su ropa es muy modesta, su cara se observa cansada y sin un apice de maquillaje. Mi mirada se sigue a quien viene con la misma prisa tras de ella. Es un hombre alto, mucho más alto que yo, probablemente de un metro noventa es delgado, realmente Monique no se parece a él...  Mi Monique... repitei cerebro. Alhpe saca de mis pensamientos, últimamente no soy yo mismo.

—¡Donde esta mi hija! —Grita Ciara con furia, y yo dejo que me sacuda cuanto quiera... De pronto el hombre me toma por el cuello de mi camisa y me da una bofetada. Nora viene bajando por las escaleras y grita cuando me ve tirado en el suelo, el golpe realmente fue duro, pero no metí las manos, lo merezco. Merezco que si quieren me medio maten. El hombre está a punto de volverme a golpear cuando intervienen Sam y Nora.

—¡Déjelo! ¡Déjelo ya! —Suplica Nora.

—Señor York, por favor, basta... —habla Samantha.

—Este hombre, si siquiera se le puede llamar así... ¡¿Donde esta mi hija?! ¡¿Donde diablos esta mi hija?!

—Benjamin... —llora la señor Ciara— encuentrala, encuentrala por favor. Mi niña...

—En el fondo me sentía asqueado, nunca les importo Monique, y ahora decía "mi niña" que cruel es la vida, cuanto habría deseado ella ver a sus padres aquí. ¿Por qué ahora? Por qué hasta ahora.

—¡¿Donde esta mi hija Romero?! ¡¿Ya la a buscado, que está haciendo la policía?! —Él me sujetaba por el cuello de la camisa mientras continuaba sacudiendo, yo simplemente seguía callado, ya no tenía fuerza para nada. —¡Responda, con un demonio!

—¡Dejelo por favor! —gritaba Nora —¡Él no a dejado de buscarla! incluso contrato a unos detectives. Por favor, déjelo...

—¿Cuanto tiene desaparecida? —susurra la señora O'Brien.

—Tres meses —logro decir.

—Ahhh, ah ah —Exclama. A mí, la sola mención del tiempo me mata, me mata el imaginarla con ese cabron, me mata no poder encontrarla, no saber cuánto está sufriendo. Me mata la conciencia.

—Él a hecho de todo por encontrarla, no fue su culpa... —defiende Nora.

—¿Han pedido rescate? — pregunta Benjamín.

—No.

—¡Pero explicanos! ¡Dinos qué pasó Eduardo! —Inquiere Ciara.

—Yo... lo lamento, lo lamento de verdad. —No soporto más está situación y me marcho de ahí, ¿A dónde? Realmente no lo sé, simplemente ya no se que hacer, y ya no puedo solo esperar.

—¡¿A donde vas, Eduardo?! —grita Ciara.

—Dejalo Ciara, es un cobarde. Samantha, acompañanos a la comandancia, voy a encontrar a mi hija, así tenga que comprar a toda la fuerza de policía.

Salí de la casa, el aire frío me pegó de lleno, era noviembre, y comenzaba a enfriar.

—¡Eduardo! ¡Eduardo! —Grita Nora tras de mí. —¿A donde vas?

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora