Capitulo XXXI

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Laguna en el corazón

Monique

Seguía preguntándome porqué Eduardo me había hecho eso.

Termine el día sin hablarle, él tuvo que irse a arreglar asuntos con algunos clientes. Eso me facilito las cosas, estaba totalmente sumida en mis pensamientos, no podía dejar de pensar en esa estupida besándolo, la forma en la que se inclinaba sobre él,

¡Y él, cómo pudo permitir que ella siquiera se acercara de esa manera! Estaba llena de coraje, no podía creer que él lo hubiera permitido, tenía un dolor en el pecho que no desaparecía, me sentía defraudada, dolida, engañada. Tal vez él así era, quería llorar de rabía, no me dejaba de preguntar ¿Por qué? ¿Por qué? si le había permitido llegar hasta ahí era porque él aún sentía algo por ella, o mínimo le seguía gustando, ella aún causaba algún efecto sobre él y sus emociones.

¡Maldito amor! por su culpa sentía ésta laguna en mí corazón.

Ya casi eran las seis pm, hora de irse. Hoy no había tenido demasíado trabajo, y gracias a eso podría irme temprano, decidí que lo mejor era irme a mi apartamento para aclarar mi mente y así decidir que haría.

Apenas el fin pasado Eduardo me había acompañado a cambiar la cerradura y a limpiar puesto que éstas semanas me había quedado con él así que estaba habitable, solo pasaría a algún supermercado para comprar algo para la cena.

De pronto alguien toco mi puerta, asomó una melena negra, era Tania.

— Hola señorita Monique, espero no importunar — hablo con cautela, seguramente ya sabía todo —. Solo quería avisar que me iba.

— Está bien Tania, Hasta mañana.

Ella me sonrió cortésmente
— Señorita... yo — se lo pensó pero no finalizo la frase — Hasta mañana

– Hasta mañana Tania, ve con cuidado

Después de que ella salió me puse a escribirle una nota a Eduardo.

«Eduardo,
me iré a mi apartamento.
Por favor no me vayas a buscar,
tampoco me llames, no responderé,
dame tiempo, necesito pensar

Monique»

      

Me levanté y me fui a dejar la nota sobre su escritorio.

Salí del edificio y detuve un taxi, seguía dándole vueltas a lo ocurrido, comenzaba a confiar en él, y me di cuenta lo poco que se necesita para derrumbar la confianza que alguien a depositado en tí, con cuanto trabajo levantamos el muro y basta un solo acto para derrumbarlo por completo. No sabía si estaba siendo demasíado exagerada, si no era tan grande como para que yo reaccionara de ésta manera. Lo que si sabía era que me había dolido demasíado y por ahora no quería verlo ni hablar con él.

Le di la dirección al taxista y emprendí el camino de nuevo a mi lugar seguro.

De pronto sentí mi celular vibrar, creí que era Eduardo, por eso le había quitado el sonido puesto que había estado llamando el resto de la tarde.

El corazón comenzaba a latir desesperado, mis manos sudaron y los nervios me invadian, «estupido amor» pensé. Pero cuando lo abrí era un número desconocido, me habían enviado un mensaje.

«Te arrepentirás de estar con él,
es mío, yo soy quien le hace llegar
al cielo y al infierno de una sola vez.
Tú solamente eres algo nuevo para
él, ¿Por qué crees que dejó que le besara?
¿Crees que si no hubieras llegado habría
interrumpido nuestro beso?
No sabes cuántas veces lo hicimos
sobre ese mismo escritorio, yo abierta
para él. Al final me necesita, al final
yo sigo teniendo poder sobre su cuerpo
Recuérdalo la próxima vez que le beses
zorra, Eduardo es mío, y ni tú ni nadie
me lo va a venir a quitar, recuérdalo
la próxima vez que lo veas en ese
escritorio»

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora