CAPITULO LXII

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Sus labios cálidos, sus brazos fuertes, su sonrisa, su mirada profunda. El calor que me envolvía por las noches a su lado, son lo que me ancla a la realidad, aunque en esta etapa siento que me vuelvo loca, todo sería mejor, incluso morir.

El dolor en mis piernas me mantiene despierta por las noches, pero ya no me quejo, no quiero a Alexander aquí, conmigo. Últimamente sale mucho, por lo tanto yo me quedo atada en este mugriento cuarto, tengo un balde para cuando quiero hacer mis necesidades, es asqueroso pero sin embargo ya no tengo fuerzas para pelear. Me siento muerta en vida.

No sé cuánto llevo aquí, y debes en cuando mi subconsciente comienza a creer que es verdad lo que Alexander dice: quizá Eduardo si se a olvidado de mí, quizá ya me ha reemplazado, tanto en su vida como en la empresa. Después de todo soy una mujer reemplazable.

Honestamente comienzo a olvidar lo que es sentirme bien, comienzo a olvidar lo que es sentir los rayos de sol calentando mi piel, voy a morir, lo repito constantemente mientras lloro.

—¿Por qué no viniste por mí, Eduardo? —Hablo en voz alta, siento mi alma rota, como si toda mi vida pasada hubiera sido solamente un sueño —. Yo creí que realmente me amabas, ¿Sabes? Y me duele el corazón, siento como si solo hubiera sido mentira. Alexander, él dice que solo fui una más, me a traído los periódicos de diario, y no hay nada mío, nadie me busca. Comienzo a creerle, pero mi corazón se niega a olvidarte. Estoy tan cansada que me gustaría dormir por siempre.  No se si es de noche o día, realmente ya no se que es, Alexander tapo con una madera grande toda mi ventana, despues de todos mis intentos de escapar lo decidió. Le odio tanto...  —Mi mente no deja de divagar, soñando que no estoy aquí, pienso en mi familia, en si ya sabrán que no estoy libre, o si Eduardo y Leonora han ocultado todo, quizá no les importe en lo más mínimo, probablemente ya me estén olvidando.

Un sonido fuerte me saca de mi charla conmigo misma, de mi ensimismamiento. Seguramente Alexander ya llegó, lo más silenciosa posible camino hacia la cama. Cuando me hago la dormida solo me observa por unos minutos y luego sale, eso hago últimamente. Me recuesto rapidamente y cierro los ojos justo a tiempo, él abre la puerta de mi habitación, a través de mis párpados puedo ver la claridad de la sala, siempre estoy a oscuras.

—Llegue amor, —me dice con toda tranquilidad. Obviamente yo no respondo nada y trato de ralentizar mi respiración. Últimamente me fatigo demasíado rápido, probablemente sea la desnutrición —. Perdona, he tardado de más... —se acerca a la cama y comienza a acariciar mi cabello —, te compre shampoo y jabón, siento no haberlo hecho antes, pero sabes que estábamos apretados de dinero. No te preocupes, tengo trabajo en un local de comida, no me pagarán mucho pero me dan la comida. De hecho no la comí, la he traído para poder comer juntos. Últimamente duermes demasíado, pero aún no puedo llevarte al médico, perdona amor, pero tengo miedo de lo que puedas hacer.

—“Bastardo imbécil”—, grita mi subconsciente lleno de furia, sin embargo trato de calmarme, hay tanto que quiero gritarle, le odio tanto.

—La semana entrante te compraré unas vitaminas para que te sientas mejor. Oh cariño, no sabes lo feliz que soy de tenerte aquí conmigo, sé que tú también lo eres.

—“Tranquilizate Monique, tranquila por favor solo no te muevas, pronto se irá, pronto se irá, pronto se irá”—rezo mentalmente, me da asco que me toque.

—Te dejaré dormir, pero volveré en un rato para darte tu regalo y que comamos.

“Aguanta un poco, solo aguanta a que salga” —. Escucho como cierra la puerta y yo exhaló todo el aire que había estado conteniendo, me da un ataque de rabia y casi estoy a punto de comenzar a patear todo cuando simplemente tomo mi brazo y lo muerdo lo más fuerte posible, ni siquiera temo arrancarme la piel. Ahí descargo toda mi frustración, ni siquiera siento el dolor hasta que el metálico sabor a sangre inunda mi boca, solo así paro y logró tranquilizarme. Las lágrimas caen sin parar, cubro mi boca para no hacer ningún ruido. —Quiero morir, quiero morir, Dios por favor, quiero morir. —susurro lo más bajo posible —, quiero morir.

No sé en qué momento me quedé dormida, lo único que sé es que Alexander abrió la puerta estrellandola fuerte contra la pared.

—¡Arriba! —grita desesperado —, ¡levántate Monique! —Yo, fuera de lugar y sin entender que sucedía tuve que preguntar.

—¿Que sucede? —llegando hasta mí me levanta con brusquedad y me jala fuera del cuarto, la cadena en mis pies me lastima demasíado.

—¡Auch, Alexander, me duele! —Me jala con un más prisa. Yo no entiendo nada.

—¡No te quejes y muévete! —Él es mucho más alto que yo y con mi peso no le cuesta nada levantarme sobre su hombro, abre la puerta del apartamento y sale a toda prisa, recorre el pasillo y entonces cuando creo que va a bajar por las escaleras se sigue hacia adelante. Abre la puerta de otro departamento y la cierra tras él. Entonces habla —. El edificio, se está incendiando.

—¡Entonces porque no bajaste por las escaleras!

—¡Cállate! Están... —titubea, y me pone sobre el suelo —, están completamente incendiadas. Tendremos que bajar por las escaleras corredizas. Solo el departamento que da hacia atrás las tiene. Es en caso de emergencia, anda vamos. —Sin embargo no olía a humo. Alexander me empujó hasta la habitación trasera, había una ventana grande, tanto como la de el cuarto donde él me tenía.

—No puedo bajar Alexander, me duelen mucho mis piernas.

—No te quejes y date prisa ¡¿O quieres morir quemada?! —Eso ya no parecía tan mala idea. Creó él leyó la respuesta en mi mirada pues volvió a cargarme sobre su hombro entonces actúe. Comencé a moverme como loca y los dos caímos al suelo.

—¡Prefiero morir a estar contigo!

—¡Perra! —grito y estrelló su puño contra mi rostro. Me dió tan fuerte que me mareé bastante y comencé a perder el conocimiento —. Sabía que eras estúpida, pero no creí que lo fueras tanto. —Intente seguirme moviendo, aunque con mucho menos fuerza, finalmente estrelló su codo contra mi cara una vez más y está vez si perdí el conocimiento por.

Alexander

Todo lo que necesité fue escuchar el sonido de un motor para saber que nos habían encontrado, en el fondo supe que ese imbécil no se quedaría de brazos cruzados. Nadie sabía de estos edificios, estaban solos puesto que el banco los había embargado a la constructora que los hacía por falta de pago. Se encontraban muy lejos de la ciudad, nadie sabía de ellos, así que tenía que ser ese imbécil pero no me quitarían a Monique, no me la quitarían, y como con Elizabeth, si ella no era mía no sería de nadie, especialmente de él, niña tendría, no tendría ni siquiera un cuerpo al cual llorarle. Haría todo por alejarla, por llevarla conmigo, pero si no podía, tendría que matarla.

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Mil disculpas por la tardanza, mi tiempo ha estado demasíado recortado, tanto que he dejado por completo facebook, también quería dejar Wattpad, pero ustedes no merecen que les dejé así.

Así que aquí me tienen esforzándome al máximo por concluir está historia.
Sé que el capítulo es corto, pero no sé desanimen, el calvario de nuestros personajes ya llegó a su fin. ¡Si, por fin!
Quiero leerles en comentarios mis amores.

La fuerza del destino (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora