solo un hasta luego.

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V E I N T I O C H O

s e b a s t i a n s t a n .


solo un hasta luego.


Despierto gracias al sonido de los trastos chocar entre si, no puedo evitar soltar un gruñido de desesperación por siquiera poder dormir unos minutos más, el cansancio me está matando.

Demonios.

El sonido de los trastos no cesa y como si el diablo tomara mi alma me levanto de la cama apunto de asesinar lo que fuese que provoque estos ruidos.

Al llegar a la pequeña cocina de mi departamento una espalda ancha me recibe, los músculos de esta se tensan una y otra vez al compás de los brazos que se mueven desesperadamente. La espalda andante aún no nota mi presencia y esto provoca una sonrisa de mi parte a la par que me recuesto sobre el marco de la puerta y sigo deleitando mi vista. Escucho un gruñido acompañado de una palabrota y la espalda se vuelca revelándome a mi cautivador novio.

-Oh. -se sorprende al verme sonriendo delante suyo- ¿Qué tal, curiosilla?

-¿Curiosilla? -él ríe.

-¿Ahora te dedicas a espiar? -contraataca acercándose a mi.

-Tal vez, ¿qué demonios haces? -sus labios se juntan con los míos en un beso turno- ¿y todo este desastre?

-Intente sorprenderte con el desayuno, deberías ser mas considerada -solté una carcajada- ¿Qué?

-¿Considerada? -él asintió- ¡Destruiste mi cocina!

-¡Fue por una buena causa! -sus manos se extendieron al cielo en señal de rendición.

Ayude a Sebastian a terminar el desayuno y sus ojos azules no dejaron de perseguirme por toda la cocina, prácticamente él se había transformado en una cámara arrinconada que no hacia nada mas que mover la cabeza de un lado a otro. Como lo que estaba preparando Sebastian no eran mas que unos waffles no fue nada difícil terminar de preparar la masa y ponerlos en el aparato electrónico, cuando me dispuse a cortar la fruta él se marcho de la cocina a poner la mesa.Una vez había terminado serví y lleve los platos a la mesa, Sebastian no se encontraba allí.

-¿Stan? -curiosee.

-Ahí voy. -su voz llenó el silencio de la estancia y volví a respirar con normalidad.

Estaba paranoica, lo aceptaba; pero Sebastian se marcharía en cualquier momento con dirección a Rumanía, y lamentablemente no lo volvería a ver en un par de meses, básicamente. Todo el tema de su viaje me tenía con los nervios de punta, y decírselo no era una opción, no quería que él se pusiese dudoso sobre viajar, él tenía que hacerlo, y yo marcharme a Jersey a por el trabajo que había conseguido allí, era una excelente oportunidad. Tome asiento y un sobre blanco perfectamente doblado en le centro de la mesa llamó mi atención inmediatamente.

-¿Y bien, qué tal me quedó el desayuno? -la pregunta de Sebastian me tomó por sorpresa, más que todo porque tenía el sobre en la mano- Oh, lo encontraste.

-Si claro, el desayuno que tu hiciste -él sonrió- ¿Qué es esto?

-Un sobre blanco, creo. -rodé los ojos devolviéndoselo- Es tuyo, ábrelo.

Lo tome de vuelta bajo la intrigante mirada de Sebastian a la expectativa de mi reacción. Los nervios carcomían mis entrañas con cada movimiento que emitía para lograr abrir el sobre.

Oh, dios.

Dos brillantes entradas al acuario resonaban dentro de aquel pedazo blanquecino de papel. Era una fanática existencial del mar, y había querido ir al acuario de Nueva York desde que me había mudado a la ciudad, pero nunca tuve el suficiente valor de ir sola.

-¿Te gusta? -curioseo mi novio con una sonrisa.

Asentí frenéticamente con las lágrimas desbordándose de mis ojos y recorriendo la mejilla, estaba demasiado feliz, era algo que no olvidaría en toda la vida, y pensar en que en cualquier momento Sebastian se iría rompía mía alma.

-Sabía que querías ir, Robert me lo dijo. -él beso suavemente mis labios y con su pulgar derecho limpio mis lágrimas.

-Gracias, eres el mejor. -el rió.

-Si lo sigues diciendo terminare creyéndolo. -sonreí levemente.

Una vez terminamos el desayuno corrí a la ducha y después a enfundarme en un vestido negro floreado, quería verme lo más linda posible. Maquille levemente mis ojos y un color nude se apañó en mis labios.

-¿Lista? -asentí y tomando la mano que me ofrecía Sebastian salí del departamento.

El tráfico estuvo moderado en todo el viaje y una vez llegamos al acuario mi respiración fue irregular. Las manos me temblaban al igual que mis piernas y el corazón latía agitadamente.

Santísima papa.

Salimos del auto tomados de las manos, Sebastian trazaba leves círculos sobre mi mano y de alguna manera me reconfortaba.
Realmente yo amaba los acuarios, los buenos recuerdos que guardaba se encontraban en estos lugares.

Caminamos lento y seguro, Sebastian me jaloneaba una que otra vez, pero con destreza logramos llegar son mostrador.
Entregue los boletos y después de que la señora nos sonriera entramos.

Si por fuera el lugar se veía genial, por dentro era estar en un centro de hadas.

El azul era lo que más resaltaba del acuario, y dado que mi color favorito era este no me podía encontrar más feliz. Se escuchaba el agua y si agudizabas bastante el odio lograbas escuchar uno que otro sonido de algún animal.

-Bueno, ¿por dónde quieres empezar? -Sebastian se detuvo en seco mirándome con una amplia sonrisa, él tan o más emocionado que yo.

-Delfines. -sonreí- Hagamos que este día perdure en la memoria.

-Que así sea. -Sebastian engancho mi cintura con su mano y tomamos camino a disfrutar el mejor día de nuestras vidas.

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¡Hey!
Siento la tardanza, aquí está tu One Shot, espero te haya gustado ❤️

-Lía.

ONE SHOTS / SEBASTIAN STAN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora