escritores.

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C I N C U E N T A Y T R E S
s e b a s t i a n  s t a n

escritores.

Es increíble la manera en que su mandíbula se marca por aquella sombra de barba de unos días, y de cómo parece que estar medio desnudo y tirado sobre el sofá por poco más de dos días parece no irritarle, o en cómo se levanta solo para ir al sanitario o a la cocina por agua y galletas y vuelve a caer en el sofá sin importarle nada más que aquel mundo complejo de hojas amarillentas, es aterrador, y a la vez tan hermoso en cómo frunce el ceño o aprieta el puño en enojo y desaprobación; me intriga, me intriga ver en cómo el pasar y pasar las hojas su expresión es cada vez más apurada y sus labios cuarteados por culpa de sus dientes se aprietan una y otra vez.
Y entonces llega, el clímax que suena a un grito desgarrador y enojado, y luego sus pisadas apuradas aparecen en leve segundos en mi parte del living.

-¡No puede finalizar así! -gruñe molesto.

Continúo con los planos ignorándolo porque la inspiración de repente surca mi mente y no quiero perder la oportunidad de terminar el diseño.

-¡Por un demonio! -su voz sube unas octavas y sus pisadas aceleradas lo alejan de mi unos instantes.

Quiero consolarlo, pero mis manos se mueven con destreza sobre los planos y realmente mi cuerpo no quiere alejarse de lo que me encuentro haciendo, por más que aquellos ojos eléctricos estén demostrando la tormenta que se desata en el interior de mi novio.

-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! -grita repetidas veces desde el fondo de nuestro departamento, y unos pocos minutos después, me encuentro caminando perezosamente hacia él.

Su cuerpo está sobre la cama de dos piezas desordenadamente y su cabeza hundida sobre las almohadas mullidas retienen sus lamentos, parece un cachorro, un cachorro rumano perdido y entristecido por un libro.

-Luego vendrá la aceptación, -suspiro- créeme, ya pasé por allí.

-¿Por qué murió? -su sollozo lamentero es detenido por las almohadas, así que acostándome sobre su cuerpo lo abrazo.

-Su vida no podía seguir, básicamente ya no era dueño de su propio cuerpo. -vi tristeza real en sus ojos entristeciendome junto a él.

-Odio a los escritores. -y dicho esto me abrazó.

ONE SHOTS / SEBASTIAN STAN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora