Capítulo 6

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Pómulo hinchado, un tajo inflamado, un labio partido y un corazón roto

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Pómulo hinchado, un tajo inflamado, un labio partido y un corazón roto. No me sentía lo suficientemente fuerte como para presentarme así a un instituto con más de mil estudiantes. Estaba destrozada, interna y externamente.

Despertar a la mañana me anunció que anoche no pude dormir del todo bien, mis párpados pesaban y mi cabeza estaba por explotar. El maquillaje me ayudó a tapar aquello que no quería que vieran: intenté disimular mi labio partido con un labial bordo mate que conseguí entre todos los que tenía, desinfecté la herida de mi frente y la cubrí con una vendita, até mi cabello en una coleta alta y dejé algunos mechones fuera para que disimularan la venda.

No me encontraba con ánimos para ponerme a pensar en un conjunto perfecto, era mi segundo día y el entusiasmo que antes pensé que tendría se esfumó por completo. Una sudadera negra y unos jeans azules gastados fueron aquellos que pensé que sería "mi mejor segundo outfit". Mi afición por la moda estaba siendo destruida, ¿dónde quedó mi ánimo por lucir bien? Tu padre te lo quitó de una cachetada, pensé en mis adentros. Terminé de atar los cordones de mis borcegos azules y salí en búsqueda del desayuno que mamá me preparaba como de costumbre.

—¿Desde cuándo usas negro en días soleados? —me preguntó mamá mientras recorría mi cuerpo con sus ojos.

—¿Desde cuándo te importa la ropa que uso? —contesté de mala gana, sentándome frente a la mesa para saborear el café que aguardaba humeante en mi taza roja.

—Baja el tono, sé que estás dolida por lo de ayer... fue difícil no poder ir a consolarte, tu padre me lo impidió—habló con arrepentimiento. Estaba segura de que sus lágrimas de anoche no eran falsas. Debía ser doloroso ver cómo golpean a tu hija.

—Impide muchas cosas, ¿no crees? —dije, colocando los mechones sueltos de mi coleta detrás de mi oreja.

—¿Te abriste? —se acercó mamá, preocupada.

—Me partí el labio, me duele la cara, tengo un tajo en la frente y, sin hacer nada, conseguí dos meses de castigo, ¿qué te parece?

—Desapareciste por horas, ¿eso no es hacer nada? —colocó sus manos al lado de sus caderas.

—No es mi culpa que Fabián me lance a las calles de una ciudad que no conozco porque prefiere ir a parrandear con un grupo de escotes.

—Hablé con tu padre anoche y reconoció algunas cosas erróneas que hizo...

—Ah, ¿sí? Es un milagro—me reí sin ganas antes de darle un mordisco a una tostada con mermelada.

—Sólo quiere protegerte, Nadia.

—No sabía que lastimando a la persona la protegías—hablé con ironía—, ¡qué loco es el siglo veintiuno! ¿No crees, mamá?

—Nadia—cerró los ojos con amargura. Sabía que detestaba mi acento irónico dentro de una conversación seria—, sólo...

Sin Límites | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora