Capítulo 35

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En un día había conseguido mucho más de lo que esperaba y de mí había quedado poco y nada; ya no me sentía encerrado en la carcasa que construí frente a mi persona y estaba liberándome de las cadenas que fabriqué por creerlas convenientes

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En un día había conseguido mucho más de lo que esperaba y de mí había quedado poco y nada; ya no me sentía encerrado en la carcasa que construí frente a mi persona y estaba liberándome de las cadenas que fabriqué por creerlas convenientes. Me trasformaba poco a poco, dejando de ser quien quise ser por consecuencia, a causa de una chica que despertaba en mí lo indomable.

Sentado en los escalones, con el celular entre las manos para hacerme creer que no me sentía ansioso por verla una vez más, estaba esperando por la llegada de Nadia, quien generó en mí una punzada de disgusto cuando la vi bajar nuevamente del auto blanco de Fabián. Él, asomándose por la ventana, le dedicó una sonrisa en modo de despedida y Nadia, colgándose la mochila en el hombro, se la devolvió por puro compromiso, o eso quise creer.

Mientras tanto, la observé acercarse a lo lejos, liberada de sus muletas, con un top negro de mangas largas que dejaba al descubierto la piel de sus hombros y un jean azul oscuro que combinaba con sus zapatillas negras. Estaba preciosa, su cabello rubio resaltaba entre sus prendas opacas y sus labios bordó destacaban a causa de su piel blanca y pálida.

—Hola, Bolton—la saludé con una sonrisa mientras me incorporaba.

—Hola, Jones—me devolvió la sonrisa, aunque esta se la veía sincera y dulce.

—Te ves muy linda.

—Y vos muy lindo—me apuntó, rebajándome con la mirada.

—Me ganás. —Le recorrí el cuerpo con los ojos—. En todos lo sentidos.

—Basta—se rio algo avergonzada.

—¿De qué?

—De mirarme así—me señaló—, ¿en qué estás pensando?

—Mmm...—di un paso al frente, inclinándome junto a su oído—, estoy pensando en cómo nos veríamos besándonos en este instante.

—¿Frente a todos? —inquirió en voz baja, siguiéndome el juego.

—Sí, me encantaría.

—A mí también, pero hay asuntos que nos lo impiden. Esto ya es demasiado—opinó, colocando una mano entre los dos y dando un paso atrás para distanciarnos.

—Detesto esos asuntos—me enderecé.

—Me pregunto si te ocupaste de uno de ellos... ¿hablaste con Ashley?

—Todavía no—confesé, recordando aquella tarea pendiente.

—Si nos viera besándonos vendría y me mataría—se rio.

—Yo la mataría primero.

—Claro, siempre tan Hércules—dijo con un tono de fascinación sobreactuado.

—Lástima que no puedo salvarte de brazos de fideos—señalé el lugar en el que había estacionado Fabián.

—Yo tampoco puedo salvarme. —Se cruzó de brazos—, me espera en la entrada de mi casa.

—¿Y por qué no le decís que deje de ir? —pregunté en modo de sugerencia.

—Todavía no—sonrió con picardía, esquivándome para ingresar al pasillo del colegio.

—Ey, esperame—la sujeté de la muñeca, deteniéndola frente a la entrada.

—¿Qué? —se giró hacia mí—, no podemos entrar juntos, ni deberíamos estar juntos ahora—se soltó de mi agarre.

—Nadie va a hablar—di un paso al frente.

—Sebastián, en serio—retrocedió automáticamente, mirando a su alrededor—, hay mucha gente.

¿Tanto se me notaba que quería devorarla?

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