No estaba a gusto con lo que venía pasando, Nadia Bolton era una culebra dentro de mi mapa, ¿de dónde había salido esa chica como para conseguir semejante gesto de parte Sebastián Jones?
Me senté en el sillón, junto a Walter y Raúl, y me crucé de brazos para expresar el insoportable enojo que sucumbía por mis venas. La nueva del colegio generó una explosión en los pasillos, robó las miradas de muchos y flechó a otros, ¿habría pasado algo así con Sebastián? Estaba segura de que sí, y eso no eran buenas noticias para mí. Los demonios de él parecían haber desaparecido y aquel tierno y generoso chico que vivía detrás de su carcaza había tomado las riendas de su personalidad.
—¿Y? —me preguntó Walter mientras hacía zapping en la tele.
—Está alterado—contesté, intentando manejar las bombas nucleares que quería lanzar en aquel instante.
—Dentro de poco se las agarra con nosotros y nos asesina a todos—opinó Emiliano, que bebía una cerveza sentado sobre un sillón individual.
—A vos te va a asesinar si no cerras la boca—le respondió Raúl.
Me gustaba, Sebastián era el hombre que necesitaba dentro de mi vida. No era el típico chico arrogante de apariencia atractiva que conquistaba a todas, había algo en él que me derretía, algo que me seducía; tal vez era aquel lado sensible y cariñoso que a veces intentaba ocultar fallidamente, sobre todo con las chicas. Nunca logré saber por qué no se permitía amar a una mujer, Raúl nunca había querido confesármelo, pero estaba segura de que ocultarlo no lo hacía ver fuerte y superado, sino que lo mostraba débil y asustado.
—¿Qué fue lo que hizo Sebas con esta chica? —rompí el silencio que se había generado en la sala.
Necesitaba resolver cada duda que me había surgido desde que salió el tema sobre Nadia y su influencia sobre Jones.
—Nos cortó la broma de Rick que le estábamos haciendo y se puso a consolarla—habló Ismael, captando mi atención—, la abrazó, le prestó el celular para que llamara a los padres y después la llevó hasta su casa en su auto. ¿Qué pasó después? Dios sabrá —se rio con picardía.
¿Qué paso después? Repetí en mis adentros.
—¿Celosa? —preguntó Emiliano, metido como de costumbre.
—¿Celosa? —me reí con nerviosismo, incorporándome del sillón—, ¡súper celosa!
—Al menos a vos te da bola—intentó consolarme Ismael.
—¿¡Alguna vez me abrazó por estar pasando un mal momento!? —me giré hacia él, furiosa.
—Bueno, ustedes...—habló tras unos segundos.
—¡Por favor! ¡Claro que no! —lo interrumpí.
—Sebas dejó en claro que no le interesa, relájate un poco—me exigió Walter con un tono quejoso.
—¡Por supuesto que lo dejó en claro! —me volví hacia el sillón, donde estaba Walter aun con el control en la mano—. ¿Qué pensás? ¿Qué va admitir que le interesa o que le gusta? ¡Estamos hablando de Sebastián, Walter!
—Es verdad, tiene una actitud muy diferente con Nadia... —comentó Raúl con una sonrisa.
El odiable del mejor amigo de Sebastián me superó por completo. Había rebalsado mi vaso de paciencia, estaba tan alterada que no necesitaba escuchar ninguna palabra que saliese de una persona como él. ¿Cuál era su problema? Siempre se encargaba de llevarme la contra y activar mi lado más histérico.
—¡Cállate! —lo apunté con mi dedo índice.
Rebalsaba de ira.
—¿Pueden dejar de gritar? —apareció Sebastián en la sala con una nueva botella de cerveza en la mano.
—Ashley te tiene celos, Sebas—le anunció Walter.
—No eres mucho más que un juguetito para Sebas—me guiñó un ojo Raúl, permaneciendo con su irritante sonrisa.
—¿Podemos cambiar de tema? —solicitó Sebastián.
—No, no, no, espera—se apresuró a decir Raúl—, quiero llegar a la parte donde pega un grito de ira.
—¡Basta! ¡Cierra la boca! —lo miré a los ojos.
—Cálmate un poco, Ashley—me pidió Sebastián mientras caminaba hasta el sillón—, ¿qué te pasa? —se sentó junto a Raúl.
—Vos me pasas—le respondí, dándome la vuelta y saliendo de la casa con un estruendoso portazo.
Recorrí un par de veredas vacías conservando el semblante en alto y me pedí un taxi a mitad de una avenida. Esperaba que mi salida fuese como en las películas románticas, donde el chico va detrás de vos, te pide perdón, te suplica que no te vayas y termina besándote. ¿Por qué eso no me pasaba a mí? Todos hablan de un cliché, de una telenovela ficticia, de que nada de eso podía llegar a suceder en la vida real, pero entonces me preguntaba si lo que se veía en las calles no era real, ¿las parejas enamoradas que caminaban por las veredas no eran verdaderas? Hablaban de una novela romántica, ¿entonces la vida es una novela?
—¿A dónde vamos? —me preguntó el taxista.
Tenía dos opciones: ir a casa y llorar hasta quedar sin lágrimas y finalmente conciliar el sueño, o ir a una fiesta y olvidarme de todo. Opté por la segunda y me sentí orgullosa de mí misma. No quería debilitarme por la noche, ni mucho menos volver a casa, donde lo único que me esperaba era una madre drogada y una soledad dañina.
Sebastián era el amor de mi vida, el hombre que necesitaba tener a mi lado, la única persona con la que estaba dispuesta a tener algo completamente formal, pero para él yo era una más y eso era lo que más me lastimaba.
No, no me importaba que estuviera con otras chicas, principalmente porque no las quería y solamente estaba con ellas por una noche, pero que haya abrazo a Nadia, le haya prestado su celular y luego la haya ayudado a volver a su casa eran suficientes razones para despertar mis celos. Sebastián no había emprendido un plan de conquista para llevársela a la cama, simplemente fue gentil, y si bien no éramos nada y ninguna de sus relaciones con otras mujeres debían importarme, yo no dejaba de pensar en él.
Sí, estaba consciente de que habíamos sellado un pacto, en el que ambos estuvimos de acuerdo, y que solamente éramos amigos con un plus de por medio, ¿pero acaso había una regla en la que no se pudiese empezar a sentir algo por tu "amigo", aunque él no lo compartiera? En un principio las cosas no me habían resultado difíciles, yo podía salir con quien quisiera y luego pasar una noche con Jones, pero llegó el día en el que su sonrisa empezó a volverse especial para mí, sus besos los disfrutaba de una manera diferente, sus caricias me producían algo más que placer, y cada vez que me llamaba al celular mi corazón saltaba de alegría.
Empecé a sentir y por ello necesitaba romper con el pacto, con los códigos. Sin embargo, lo que había pasado entre él y Nadia eran suficientes razones como para callarme la boca y finalmente reconocer que aquel pacto era mi cadena perpetua.
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Sin Límites | COMPLETA
Ficção Adolescente(LIBRO 1 DE LA DUOLOGÍA | TERCERA EDICIÓN) Reiniciar tu vida no siempre es una tarea sencilla cuando miles de tormentas se encargaron de dejarte miles de heridas. La adaptación no parece ser un problema al principio, pero a veces llega alguien para...