Te sentís subordinada, aislada de tus fuerzas y de tus impulsos. No pensás, sentís. Te sentís abrumada, desesperada e impotente. Horrorizada. Con la conciencia nebulosa, desconcertada, perdida, enfurecida, asqueada. Pudieron haber sido segundos, minutos, pero en mi piel se sintió como una eternidad.
Besé a Fabián. O eso pareció suceder.
Quice minutos antes.
La clase de política había finalizado en cuanto la campana resonó a lo largo del pasillo. El profesor se despidió de los alumnos mientras que gran parte de ellos abandonaban el salón e ignoraban su amable gesto. Saludé al hombre con una sonrisa y él se retiró aparentemente agradado.
Guardé mis útiles escolares dentro de la mochila y me levanté de mi silla en el momento que Sebastián se acercaba a mí con su mochila negra y gris colgada en uno de sus hombros.
—¿Lista, princesa? —me preguntó con una sonrisa.
—Tenés que pasar por la sala del director—le recordé, quitándole la sonrisa del rostro—, no te olvides.
—No iba a pasar.
—Andas mal en el colegio—argumenté, colgándome ambas tiras de la mochila en los hombros.
—Las rindo en diciembre y en febrero.
—O mejor intentar salvar las materias en el trimestre, ¿no?
—No. —Negó con la cabeza.
—¡No seas irresponsable! —me reí.
—No creo que vos seas muy responsable.
—Soy alumna regular—hablé con un tono ofendido.
—Te felicito.
—¡Sebastián! —Lo empujé en chiste.
Jones me atrapó la mano con una sonrisa y me acercó a él para abrazarme.
—A veces sos insoportable—masculló, profiriendo una risita.
—¡No soy insoportable, soy una buena influencia! —repliqué, intentando apartarme.
—Insoportable—insistió, ajustando su agarre alrededor de mi cuerpo.
—¡Tenés que ir con el director! —repetí, consiguiendo que me soltara.
—Voy a tener que ver al imbécil de Robert—se quejó, dándose la vuelta para dirigirse a la salida del aula.
—Coincido en lo de imbécil. —Asentí, tomándolo desde atrás de la cintura para impulsarlo hacia la puerta—, pero los próximos días no lo vamos a tener que ver, lo suspendieron, así que solamente te queda hacer el esfuerzo hoy.
—No me interesan mis calificaciones—se sinceró, avanzando con desgano—, puedo excusarme con que mi abuela tuvo un pico de presión.
—¡Sebastián! —Me reí nuevamente, deteniéndome junto a la puerta.
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Sin Límites | COMPLETA
Teen Fiction(LIBRO 1 DE LA DUOLOGÍA | TERCERA EDICIÓN) Reiniciar tu vida no siempre es una tarea sencilla cuando miles de tormentas se encargaron de dejarte miles de heridas. La adaptación no parece ser un problema al principio, pero a veces llega alguien para...