Capítulo 27

5K 216 24
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Mi última parada desde el hospital fue la casa de mi abuela, a quien le explicamos detalladamente qué había sucedido y por qué necesitábamos que nos dé un lugar en su casa. Ella nos contuvo con su característica dulzura y cedió a nuestro pedido sin dudas.

Por otro lado, mamá se había encargado de ir a buscar, acompañada de policías, lo necesario para pasar un tiempo lejos de nuestra verdadera casa; mis útiles escolares, ropa, documentos, dinero, mi notebook para trabajar, sábanas, entre otras cosas.

Mi semana intenté comenzarla con una mentalidad nueva. No quería rememorar lo que sucedió y necesitaba mostrarme recuperada y fuerte, así que decidí vestirme con una gama de colores oscuros que no me delatasen del todo: usé unos jeans azules tiro alto ajustados en las piernas, combinados con unas zapatillas negras, y un top bordó con cuello de tortuga que hacía juego con el labial que llevaba puesto. Estaba al tanto de que aquel color era una clara provocación a los gustos de Sebastián, pero la realidad era que me servía bastante para disimular la hinchazón de mi labio cortado; resulta que si quería mostrarme fuerte y recuperada entonces tenía que hacer algo para cubrir las marcas que se oponían a mis objetivos, por eso también me maquillé para cubrir otros moretones que se hacían ver principalmente en mi pómulo. Sin embargo, el "mostrarme recuperada" se veía perjudicado si tenía en cuenta que para asistir al colegio debía llevar unas muletas que me había prestado el doctor que nos atendió en el hospital, quien me pidió que las usara para evitar apoyar mi pie y, por lo tanto, perjudicar mi tobillo.

En cuanto terminé de prepararme y de comer algo en la cocina, salí de casa y me tomé un taxi para dirigirme hacia al colegio, lo cual me hizo extrañar un poco la compañía de Gala. Sabía que una de las razones por la cual mi padre había llegado a uno de sus peores extremos era por las confesiones de Gala, pero no conseguía mantener mi enojo y rencor si tenía en cuenta que yo también había cometido un error.

Llegar al colegio me resultó algo vergonzoso, la mitad de los alumnos que caminaban por el parque delantero me observaba con una curiosidad innecesaria, ¿acaso nunca habían visto a alguien con muletas?

Probablemente se estén preguntando por qué estás con muletas, pensé.

Si eso era lo que hacían, entonces solamente esperaba que nadie se enterase de lo sucedido.
Ingresé al instituto evitando la mirada de todos y recorrí el pasillo hasta llegar a mi casillero, el cual abrí para agregar los libros que me pesaban en la mochila.

—Nadia—me llamó la voz de Gala a un costado.

Me giré hacia mi derecha y me encontré con una mirada cansada, rodeada de ojeras y completamente desmaquillada.

—Hola—la saludé, sorprendida, no solamente porque había decidido acercarse a hablarme, sino porque su apariencia estaba completamente descuidada si la comparaba con la Gala que se esforzaba por atraer a los chicos y levantar los halagos de las chicas.

Sin Límites | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora