Capítulo 26

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Abrir los ojos en una habitación diferente te hace sentir una prostituta. Las sábanas naranjas combinadas con el cubrecama de la cama de dos plazas de los padres de Fabián huelen a sahumerio y me da nauseas. No podía creer que había tenido relaciones con el novio de Nadia. ¿Ellos dos ya se habían acostado? Esperaba que no, no quería tener ningún tipo de conexión con la virginal rubia que me estaba robando a Sebastián.

Mi celular empezó a sonar sobre la mesa de luz que se encontraba a mi costado, eran la una del mediodía y no estaba en condiciones de atender a quien sea que me estaba llamando.

—¿Quién es? —habló Fabián a mi costado. Su voz se escuchaba somnolienta y algo ronca, como si el pitido de mi móvil lo hubiese despertado.

—No sé—mascullé, agarrando el aparato con desgano.

Me enderecé sobre el colchón y apoyé mi espalda en la fría pared blanca de la habitación. Un escalofrío me recorrió los dedos de las manos cuando vi que el remitente era Sebastián, ¿¡me estaba llamando!? Entré en desesperación, y no porque no supiese qué hacer, sino porque me sorprendió que justamente él estuviese recurriendo a mí, ¿había pasado algo de urgencia? Nuestro pacto estaba roto, entonces ¿cuál era la razón de aquella llamada?

—Hola—contesté sin escrúpulos. No se me ocurría qué decir, ya no podía llamarlo por esos empalagosos sobrenombres como "bombón" o "bebé", formaban parte de mi dulce pasado con él.

—Ashley, soy Sebas—dijo con tranquilidad, como si nunca hubiésemos tenido las discusiones que rompieron con nuestra relación. Su manera de sobrellevar las cosas me frustraba, pero se me hacía imposible pensar en aquello cuando tenía presente la seductora voz de Jones del otro lado.

—¿Qué pasó? —intenté sonar desinteresada porque, aunque lo estuviese, no quería hacerle notar que había esperado aquel llamado por semanas y me había quedado despierta hasta tarde con las esperanzas de que volviera a mí. Estaba desesperada, pero no debía demostrarme de tal manera ¿cierto?

—Me gustaría que vengas a casa—lanzó sin titubeos.

Estaba claro que no cualquier chico podía hablar de la manera en la que Jones hablaba. Cualquier otro chico hubiese pensado dos veces si decir eso o simplemente hubiese hecho una larga introducción antes de preguntar si podía ir a su casa, pero la realidad era que Sebastián no preguntaba, simplemente lanzaba sus deseos como una obligación a cumplir.

—¿Se te escapó Nadia? —pregunté sin molestarme en disimular lo disgustada que me encontraba por ser la segunda en su lista.

Moría por decirle que sí, salir de esa espantosa cama olorosa y vestirme para correr hacia la casa de los chicos con la esperanza de volver a besar la boca de Jones; sin embargo, tenía prohibido retomar mi rol de chica fácil y accesible de aquella manera. Sebastián y yo habíamos roto nuestro pacto y no podía remediarlo simplemente con una llamada.

Sin Límites | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora