El invierno no da tregua

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El frío más atemorizante no es ese que sientes en el cuerpo,

que te quema las manos y te congela los huesos.

Es ese que sientes en el alma, que es como agujas que te pinchan una tras otra,

que sientes que te carcome por dentro y no sirve de nada taparte con miles de cobijas,

porque ese frío no se va tapándose, ese frío se queda ahí por un tiempo y no da tregua.

Ese frío a veces se disfraza de soledad y aunque te guste estar solo,

en ese momento estás más solo que nunca,

el frío llega intempestivamente, sin avisar y se queda en tu casa y se rehúsa a marcharse.

Otras veces se disfraza de melancolía y te llena la cabeza de recuerdos,

y esos recuerdos los sientes en el pecho, y el pecho se te estruja y se estremece

y se siente congelado, se cubre y no quiere destaparse.

Unas veces más el frío se disfraza de miedo, y el miedo nunca cesa,

siempre anda en los rincones esperando salir con cualquier pretexto

y a veces cuando sale y lo sientes, entiendes que eso es sentir frío en el alma.

Así es el frío que atemoriza, que estremece y que apabulla,

el frío que no puedes quitar con cobijas, ni con chamarras, ni durmiendo.

Pero cuando el frío se va lo entiendes,

entiendes que si de vez en cuando no sintieras ese frío,

no sabrías lo sublime que se siente llenarte de calor el alma.

Cien maneras de romperse y volverse a armar. PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora