Haciendo arte de lo roto

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He estado observando los últimos días,
observando a la gente y sus gestos,
a los hombres y su ceño fruncido,
a las mujeres y sus ojos sin brillo,
a los niños y sus sonrisas perdidas.
Y he observado las grietas que llevan en el rostro,
el peso que cargan en el cuerpo,
las heridas que sangran en sus manos.
He observado también los callejones, las calles, los árboles y el cielo;
sus formas y curvas, sus colores y su amargura.
Me he fijado en los sueños inconclusos,
en la vida sin esperanza,
en las noches que nunca ven la luz,
en los corazones rotos,
en la política que solo daña,
en la falta de amor que apaga vidas.
He visto palabras extinguidas,
tormentas compartidas y agua bañada en sangre,
las primaveras heladas que se parecen mucho a los brazos vacíos de una madre,
la muerte vestida de fiesta y las fiestas sumergidas en la muerte,
he observado almas destrozadas, piernas fracturadas,
a la maldad a los ojos; que se siente como si el cuerpo se golpeara,
lágrimas que no salen; gargantas perforadas,
también hospitales llenos,
casas vacías,
la risa burlona de la ironía,
las ganas de un mundo mejor apagadas por balas,
bombas que aniquilan futuros; poderes egoístas, falsas libertades,
depravación y desolación de miles de años concentradas en un minuto.
Me he fijado en los excluidos,
en los pobres y abandonados,
en los que han dejado de lado,
en los animales usados,
en el placer tan mundano,
en el arte convertido en dinero,
en la vanidad de lo ajeno,
en la superficialidad,
en la ira que está en cada semáforo,
en la basura convertida en insultos y ofensas,
en la desunión y lo no humano; en la crueldad disfrazada de amiga.
He visto el mundo y su verdad;
que no siempre es una flor,
que a veces más bien parece espina que corta, que rasga, que sangra.
Pero he visto sonrisas que traspasan la boca,
niños que juegan en los charcos de lodo,
hombres que lloran de alegría,
mujeres que comparten su valentía,
a los corazones rotos armándose de nuevo.
He observado arrugas en los rostros; que hablan de los años bien vividos, que gritan y cuentan su historia,
a las cicatrices que hablan de la fuerza de aquello que se ha superado,
a la esperanza con un vestido largo,
a la compasión con botas resistentes,
al amor incrustado en la piel,
a la primavera llena de sol; adueñándose de la tristeza,
a los soñadores incansables,
a quienes saben que una mano es para ayudar,
a los animales parando el tráfico para salvar al otro,
al cielo que es más grande de lo que somos cada uno,
a la humildad y la bondad riéndose felices,
a los ríos fluyendo libremente como nuestros corazones; diciendo que aunque ellos traten de enjaularte, tu mente es libre y te pertenece,
a la noche y su magia que se ve mejor de madrugada,
a la música y su enseñanza; esa que dice que mientras haya una canción habrá quien la cante,
a los poemas que hablan de la vida; que ayudan a vivirla,
a los poetas que aún creen en las palabras,

He observado a la vida, al mundo; a sus flores y sus espinas
y he visto a las personas rotas, que aunque no las veamos son (somos) mayoría y que con su fuerza están (estamos) haciendo arte de lo roto.

Cien maneras de romperse y volverse a armar. PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora