El arte de romperse

311 49 26
                                    

El problema de romperse es que se corre el riesgo de nunca volver a quedar igual. Aunque, pensándolo bien, a veces no volver a quedar igual es lo mejor que podría pasar. Entonces se tienen dos alternativas cuando nos rompemos, (supongo que se deben tener muchas más), pero hoy quiero escribir de dos.

La primera es que, después de romperte, te lamentes una y otra vez por haberte roto; seas como ese molesto personaje de cualquier cuento que vive lamentando las cosas, para el que todo es malo. Que vivas lamentando lo que pasó, lo que no pasó y lo que pudo haber pasado. Pienses una y otra vez en cómo fue que te rompiste, te examines lo roto, lo toques, lo roces una y otra vez hasta que arda, te lo aprendas de memoria, repases cada cicatriz, repitiéndote porque tenía que pasarte eso a ti. El dolor se vuelva tan tuyo que ya no sepas vivir sin él. Y la tristeza se apodere de tu cuerpo, se cuele hasta cada rincón, hasta que quedes sumergido por ella.

Te rompiste, te lastimaste, te duele, te arde, te entristece.

La segunda opción es que, después de romperte, intentes armarte, busques cada pieza que te falta, tal vez, te des cuenta que esa pieza puede ser reemplazada por otra, tal vez esa nueva pieza te quede mejor. Recoges los pedazos que están esparcidos, los juntes y los pongas en orden. Sientas dolor, pero el dolor sea como esa chispa que enciende al cerillo. Sientas tristeza, pero la tristeza sea como esa gota que llena el vaso. Repases tus pedazos, las cicatrices, los recuerdos y lo que no pudo ser; pero todo eso te enseñe lo que sí ha sido y aprendas y como tal vez un cliché barato, renazcas de las cenizas. Y te des cuenta que romperse no es el fin, que romperse puede ser el principio de todo.

Te rompiste, te levantaste, te curaste, te amaste y te armaste.

Lo mejor de romperse es que se corre el riesgo de nunca más volver a quedar igual.

Cien maneras de romperse y volverse a armar. PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora