La sinceridad del tiempo

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Todos estamos siempre al pendiente del reloj,
contamos los minutos como si de eso dependiese nuestra vida,
a cierta hora tenemos que hacer ciertas cosas,
tenemos horarios de entrada y de salida,
y anhelamos con fervor los segundos.

Los días se nos pasan viendo el reloj,
el minutero es como aquel jefe que nos controla,
supongo que tiene más poder del que pensamos,
y siempre va para delante,
por más que se quiera, no se puede retroceder,
no se puede pausar ni congelar.

El tiempo tiene tanto de nosotros en él,
más de lo que querríamos darle.

Tiene esos momentos atravesados en pasado,
esos momentos que se recuerdan
y se ven como si se tratase de una película,
y el tiempo nos ve viéndolos y se ríe,
casi burlándose,
porque él sabe que no hay marcha atrás.

Tiene encerrados esos instantes,
donde te rompiste sin querer,
donde dejaste de correr
y te los recuerda
porque al tiempo le gusta darte razones para reír.

Tiene los silencios que parecen horas infinitas,
cuando no hay nada que decir ni nada de qué hablar,
cuando las palabras se sienten atravesadas en la garganta,
y no se quieren ni se pueden soltar.

Tiene también la soledad,
que se parece más a un tic tac,
constante y que no deja de sonar.

Tiene las verdades,
esas que no siempre gusta escuchar,
pero que a veces hace falta recordar.

El tiempo también se pinta de sonrisas,
y nos enseña a soñar,
nos da una gran lección de vida,
que es aprovecharlo porque se va,
que es, sobre todo,
siempre avanzar sin querer mirar atrás.

Cien maneras de romperse y volverse a armar. PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora