Siempre se ha dicho que las despedidas son lo más difícil de la vida, iniciamos las cosas creyendo que van a ser eternas, que durarán para siempre. Y entonces cuando nos damos cuenta que acaban, las despedidas se nos presentan como un verdugo, como aquello que no desearíamos conocer, como ese villano que nos arruina los momentos. Pero yo creo que las despedidas dicen muchas cosas más; que la sola palabra tiene dentro de ella muchos más significados que los que se pueden ver a simple vista, que las despedidas también te ayudan a armarte.
Existen despedidas que se dan sin querer darse (ni siquiera sabes que te estás despidiendo) como cuando le das un beso a la mejilla de tu abuela y dos semanas después estás en su funeral; creo que estás despedidas son las más dolorosas, porque aquí parece que no hay nuevos comienzos, solo adiós, y entiendes que esa despedida nunca se termina de dar, que no hay nada peor que no poder despedirse, que es mejor poder hacerlo que nunca tener la oportunidad. Y la despedida aquí parece un ser lleno de crueldad, tan cruel que no puedes ni verla a los ojos, porque al verla sabes que todo en el fondo de tu alma te va a doler hasta que sientas que arda y esa sensación no se la deseas a nadie. Entiendes por fin que es que te escueza el alma.
Están también esas despedidas que son mucho más fáciles; porque seguramente se dieron mucho antes de iniciar, de cuando sabías que aquello que estaba por comenzar ya había terminado mucho antes de dar el sí; ese sí del que nunca tuviste seguridad. Decidiste comenzar eso pensando que no perdías nada con intentar, aunque después descubres que no podías ni comenzar algo que ya estaba terminado. Esas despedidas te dejan una lección muy poderosa y te das cuenta que las despedidas también son maestras, y que hay que vivirlas para aprender.
Hay otras despedidas que cuesta trabajo pronunciar; en el fondo de tu alma no quieres despedirte y te aferras y abrazas con fuerza y te niegas a soltar, la despedida te jala, parece como una ola muy grande de mar, por más que luchas y pataleas y peleas, no puedes con esa ola, la ola es más poderosa que tú. Y no quieres despedirte, pero tienes que hacerlo; seguramente después con el tiempo entenderás que era lo mejor, pero en ese momento esa despedida te hace caer y sabes que perdiste, que te vas a romper. Creo que estás despedidas son unas de las que más enseñan; porque entiendes que mientras más te aferres a algo más dolor sentirás, entiendes que a veces solo debes dejar fluir; que la vida es como el agua, entiendes lo más importante: que sí, todo lo que empieza va a terminar.
Y tenemos esas despedidas que son nuevos comienzos; que sabes que al terminar aquello que viviste con tanta emoción, vendrá otra cosa que te emocionará aún más. Entonces entiendes que el comienzo y el fin van de la mano, que lo que empieza va a terminar, que lo termina empezará de otra manera. Y las despedidas pasan a ser parte de ti, dejas de tenerles miedo, les tienes respeto, les aprendes, les dejas ser.
Entiendes que, aunque a veces no las entiendas, las despedidas son inevitables y no tienes nada que hacer, que la misma vida es por sí sola, una despedida. Entiendes también que las despedidas son una de las cosas que más ayudan a armarte; porque después de aquella despedida, tú ya nunca serás igual.
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Cien maneras de romperse y volverse a armar. Poemario
PoetryLa vida nos rompe en más de cien maneras y cada uno tenemos que encontrar la forma de volvernos a armar, una y otra vez, todo el tiempo. Yo he encontrado la manera de hacerlo y es a través de las palabras. Porque escribir es la mejor manera de armar...