A veces me olvido de reconocerme

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Me miro llevando a gatas el peso que los demás ponen en mi espalda,

y me digo que nada de eso me corresponde

y lo repito tratando de que llegue a cada célula que me conforma,

que me traspase y que por fin me lo tatúe en las venas.

Ellos son ellos, yo soy yo, me lo repito como un eco inacabable.

Escribo tanto sobre el amor y a veces me pregunto, si tal vez, le escribo tanto porque en verdad lo desconozco,

porque una vez leí que escribirlo no significaba conocerlo,

pero yo ya no puedo diferenciar las letras de los sentimientos.

Creo que también escribo sobre la tristeza porque me aterra conocerla,

porque a veces llega y se instala en mi cama y de ahí no se quiere ir,

y me sonríe y me patea sonriendo,

y tal vez, en mi afán de desecharla le escribo para que se vaya.

Te escribo también a ti para lo mismo,

pero no he entendido que las letras son una de las pocas cosas que duran para siempre.

Me río de mi afán de llenarme la vida de decepciones,

siempre buscando más como quien busca una joya en el basurero.

Me olvido de reconocerme,

de mirarme al espejo sin pestañear,

de seguir en el camino que quiero y que a veces dejo atrás, por escribirle siempre a la tristeza.

Me doy miedo cuando parece que nada es suficiente,

que el hambre sigue siendo más grande que mis ojos,

que el miedo sigue venciendo en las batallas contra todo,

que yo sigo escribiéndole al amor.

Y me desconozco de nuevo.

Cualquiera diría que soy incomprensible,

que el desorden no es sólo mi cabello,

que los susurros son inaudibles si no los quieres entender,

y que aprenda que a veces que queme el fuego es algo bueno.

Pero yo lo entiendo hasta que despierto,

y a veces aún así, sigo sin reconocerme.

Cien maneras de romperse y volverse a armar. PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora