Llueve en la poesía

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Siempre me ha gustado la lluvia,

la manera en la que llega de repente, de la nada, sin avisar,

y puede ser poca o mucha,

puede ser una simple llovizna o una tempestad,

puede durar escasos minutos o puede durar horas enteras,

incluso hay ocasiones en que ha llovido años.

Supongo que me gusta tanto la lluvia porque me recuerda a mi vida,

me recuerda a todas las veces en las que a mi vida ha llegado algo,

así de la nada,

sin esperármelo, sin saber.

Me recuerda a aquella vez que llegaste tú y entraste en mi vida como rayo en un bosque,

llegaste y todo supo que lo habías hecho, así como ese rayo que atraviesa la noche,

llegaste e iluminaste (y destrozaste) todo a su paso.

Me recuerda a ese accidente que me cambió,

que llegó así de la nada y sin avisar,

que me asustó como una noche de tormenta impetuosa,

que me hizo saber que después del aguacero, a veces puede que haya arcoiris,

pero siempre hay luz, siempre hay final, siempre sale el sol.

Me recuerda a cuando te perdí,

tampoco me lo esperaba

y justo como llega la lluvia, justo así te fuiste,

ahora supongo (quiero creer) estás allá arriba y tú desde ahí ves llover.

Me recuerda a mí,

a mis emociones llenas de agua,

yo soy como la lluvia,

a veces estoy, a veces no,

a veces mojo tanto que parezco diluvio, no puedo parar,

a veces mojo tan poco que parece que el agua apenas si cae,

a veces la lluvia soy yo.

La lluvia siempre me ha gustado tanto.

Cien maneras de romperse y volverse a armar. PoemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora