Capítulo 1

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20 de septiembre de 2020.

Mi mellizo, Adam, había pasado sus últimas semanas de vacaciones conmigo en París, y a último momento decidí abordar el avión con él para volver a Nueva York, y reencontrarme con todo lo que había dejado atrás. Estaba preparada para hacerlo. Ya no tenía miedo de afrontar los recuerdos de mi madre.

Aunque sentía los músculos cansados debido a un viaje en avión de catorce horas, no dudé en aceptar la propuesta de mi hermano cuando me ofreció ir a una fiesta, incluso sabiendo que al día siguiente debíamos ir a clases por la mañana.

La música retumbaba en mis oídos desde el momento que ingresamos, y la oscuridad dificultaba mi visión, pero estaba acostumbrada. Había alrededor de cincuenta personas en la casa; bebiendo, riendo y bailando.

Un chico con una sonrisa enorme que provocaba que sus ojos se vieran más pequeños, se acercó a nosotros. Sin duda alguna, era Shane, uno de mis viejos amigos. Sus brazos me envolvieron en el momento en el que pudo. Le devolví el abrazo con la misma intensidad, comenzando a darme cuenta de que había tomado la mejor decisión al volver. Se alejó un poco, sin dejar de rodearme con sus brazos y sus ojos castaños inspeccionaron mi rostro.

— ¿Dónde quedó esa nena que yo llamaba ricitos de oro? —cuestionó de forma seria, antes de que su sonrisa volviera a deslumbrar haciendo un bonito contraste con su bronceado, que seguro se debía a las vacaciones acaloradas. Sonreí ante aquel apodo cariñoso.

—Esa nena creció, pero sigue siendo la misma —respondí encogiéndome de hombros. Una vez más me abrazó y me despeinó antes de saludar a Adam y ofrecernos algo para tomar.

Nos acercamos hacía una mesa donde estaban todas las botellas, llenas y vacías, y mientras Adam sostenía su celular alumbrando, Shane preparaba cierta bebida rara que mencionaba haber inventado en el tiempo que yo no estuve. Ambos no paraban de decir cuan deliciosa era, pero no les iba a creer hasta que la probara yo misma.

Finalmente, Shane me dio un vaso con un líquido naranja-rosado. Me veía expectante esperando que le dijera que pensaba. Le sonreí y probé el trago mientras él pasaba una de sus manos por su cabello castaño despeinándolo. Comprobé que ellos tenían razón. Tenía el sabor dulce que le proporcionaba la mezcla de frutas y un sabor amargo que le proporcionaba el alcohol. Era tan delicioso que mientras hablábamos y sin darnos cuenta terminamos el vaso y preparamos varios más.

— ¿Dónde se habían ido? Los estaba buscando —dijo una chica acercándose.

— ¿Nos buscabas en la boca de Alex? —bromeó Shane, haciéndola reír.

Las luces y todo lo que había tomado me habían mareado, pero no lo suficiente como para no reconocer esa voz femenina. Era mi mejor amiga.

—Emma —grité emocionada antes de abrazarla con brusquedad, provocando que ambas estuviéramos cerca de caer, siendo mi hermano quien lo evitó sosteniéndola a ella por la espalda.

—Ali, te extrañé muchísimo —dijo poniendo sus manos a ambos lados de mi rostro—. Vamos a bailar por favor —pidió haciendo pucheros y sonando muy relajada.

Me dejé guiar por ella hacia el medio de todas las personas, quienes nos miraban, ya que nadie estaba bailando. Comenzamos a movernos al ritmo de la música, siendo sensuales. Ella me ofreció la botella que tenía en la mano, la cual era de vodka, y sin dudarlo tomé varios sorbos, sintiendo como el ardor quemaba mi garganta.

Ambas estábamos tan felices de estar juntas, y estábamos tan borrachas que no parábamos de reír y decir ridiculeces. Las personas habían comenzado a bailar con nosotras. Emma parecía conocer a todo el mundo a diferencia de mí, que no conocía a nadie, o quizás todos habían cambiado lo suficiente como para no reconocerlos.

Di media vuelta bailando y frené en seco al ver aquel rostro que aceleró mi corazón. Se creería que después de tantos años sin verlo mi cuerpo dejaría de reaccionar de esa manera, pero no era cierto. Un calor intenso me recorrió al tiempo que una sonrisa se extendía por mi rostro. Había olvidado que existía la posibilidad de volvernos a ver en esa misma noche.

Él me estaba observando y una sonrisa se curvó en sus labios con lentitud. Estábamos tan cerca que en segundos logré eliminar la distancia entre nosotros. Siendo abrazada por él y acurrucándome en su pecho, sentí una paz que no sentía desde hacía meses.

—Te extrañé Alisson —susurró en mi oído con su voz áspera haciéndome cosquillas.

—Yo también.

Dirigí mi mirada hacía la suya. Con uno de mis dedos tracé la forma de su mandíbula y luego acaricié sus labios, mordiendo los míos sintiendo como el deseo me consumía.

Lentamente y robándome la respiración, acercó su boca a la mía, rozándola con tanta suavidad, que por un momento creí que había sido mi imaginación. Mi mirada se mantenía en la suya, y la suya en mi boca.

Mordió su labio inferior y presionó su boca entreabierta sobre la mía. Me sentía sumisa, sin poder pensar en otra cosa que no fuese su cercanía, y lo mucho que me gustaría besarlo. Su lengua recorrió mi labio inferior como si lo estuviera degustando. Finalmente, y acabando con aquella tortura, comenzó a besarme de la forma más profunda y maravillosa. Su lengua acariciaba la mía y sus manos se deslizaron por mi cintura presionándome con más intensidad contra su cuerpo.

La ansiedad se acumulaba en mi vientre, y mi mente estaba en blanco mientras disfrutaba su contacto tanto como podía. Su calidez me enloquecía y desenfrenaba a tal punto que necesitaba que nunca nos detuviéramos.

Keith se había apoderado de mi boca como si hubiese sido creada para él, y si así fuera no me molestaría ser besada de esa manera toda mi vida.

Al tiempo que acariciaba su cuello con la yema de mis dedos, su respiración cálida hacía que mis labios ardieran. Sentía como todo el cuerpo me quemaba por el deseo que sentía.

— ¿Vamos a otro lugar? —susurré intentando encontrar mi voz.

Asintió antes de entrelazar nuestras manos para poder irnos, pero a tan solo unos pasos se alejó de mí para atrapar a una chica que estaba demasiado borracha y lloraba desconsoladamente.

De un momento a otro me encontraba sola y sin saber qué hacer. Busqué a mi hermano y luego de esperar por Keith, quien nunca volvió, decidimos ir a nuestra casa. Me sentía decepcionada, pero me repetía una y otra vez a mí misma que no debía darle importancia. Odiaba no tener control sobre mis sentimientos y eso era algo que siempre me había sucedido alrededor de Keith, pero esa vez me ordenaba a mi misma no sentirme de esa forma, y luego de dos años de practicar no demostrar sentimientos, ya no era tan difícil.


Este es el primer capítulo de un libro que me provocó una montaña rusa de sensaciones al escribirlo. Espero disfruten la lectura tanto como yo disfruté la creación.

Con amor, Sabrina ♥

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora