Capítulo 43

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Dieciocho años. Esa era la cantidad de años que cumpliría en tan solo minutos, pero hacía tiempo que ya no deseaba festejar esa fecha, como lo hacía cuando era pequeña.

Mi reloj comenzó a sonar indicando las doce de la noche. Estaba sentada en el suelo de mi dormitorio apreciando la vista a la ciudad, pero mis pensamientos estaban en otro lugar. Ni siquiera pensaba en algo concreto, pero mi mente era una nube gris de pensamientos negativos que provocaban que las lágrimas cayeran con cada vez más velocidad.

—Feliz cumpleaños a mí —susurré sintiendo mi voz quebrarse con las últimas palabras, y sin poder evitarlo rompí en sollozos, abrazando mis piernas mientras lloraba con más fuerza sintiendo mi cuerpo y alma debilitarse.

Un golpe suave en la puerta hizo que me sobresaltara y por alguna razón el pensamiento de que era mi padre hizo que una media sonrisa se curvara en mis labios, antes de desaparecer porque mi lado racional me decía que él no iba a recordar esta fecha.

Sequé mis lágrimas con rapidez y al abrir la puerta me encontré con Adam. Él me dedicó una sonrisa de lado, de esas que amaba porque eran especiales. Le sonreí de la misma forma antes de ser envuelta por sus brazos.

—Feliz cumpleaños a nosotros —felicitó él acariciando mi pelo con suavidad y depositando un beso en mi frente.

—Feliz cumpleaños a nosotros.

Tenerlo a él era lo único que me hacía sentir más fuerte. Sentía que podíamos ir en contra del mundo y ganar siempre y cuando estuviésemos unidos.

— ¿Estás bien? —preguntó mirándome a los ojos.

—Estoy perfecta, como siempre —respondí mostrando una sonrisa perfecta para confirmar mi afirmación. La frase sonaba de forma irónica en mi mente. ¿Cómo siempre? Sí, claro. Como si fuese posible. Como si alguna vez hubiese estado bien.

Vi la duda cruzar sus ojos. Por supuesto que él no creía cada vez que decía que estaba bien. Era mi mellizo. Me conocía mejor que nadie y sabía que estaba mintiendo, pero me dejaba hacerlo, sabiendo que cuando lo necesitara le diría toda la verdad. Pero yo no quería hacerlo. No quería hablar con nadie. No quería decir lo que me pasaba. Quería que esos sentimientos permanecieran dentro de mi cabeza hasta que algún día decidieran desaparecer, o hasta que yo desapareciera.

—Tenés los ojos rojos.

—Es que estoy muy cansada. Creo que lo mejor es que me vaya a dormir, mañana va a ser un día largo ¿no?

—Sí, a la noche vamos a hacer una fiesta a lo grande. No se cumple dieciocho todos los días.

—Una fiesta —repetí sus palabras en un susurró mirando mis pies, sin siquiera darme cuenta.

— ¿Estás de acuerdo? La puedo suspender.

—No. No la suspendas. Sabés que me encantan las fiestas y más cuando es mi cumpleaños... Nuestro cumpleaños —afirmé con una sonrisa sincera, escondiendo la mentira. Él si amaba las fiestas, y no iba a ser egoísta. Quería que él fuera feliz siempre, y hacer una fiesta le iba a dar felicidad—. Me voy a dormir.

—Si, yo también —asintió intentando mirar a mis ojos de esa forma profunda que solíamos hacer cuando éramos pequeños. Con una de esas miradas podíamos saber todo lo que sucedía con el otro, pero hacía tiempo que yo evitaba esas miradas. Que no permitía que existieran. Él suspiró con pesadez antes de abrazarme una última vez y retirarse deseándome dulces sueños.

Recosté mi cabeza sobre la almohada y al igual que cada noche mantuve los ojos abiertos porque me aterraba cerrarlos. Y porque los pensamientos que revoloteando mi cabeza no permitían que mi cuerpo se relajara lo suficiente como para que pudiera descansar como tanto necesitaba.

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora