Capítulo 60

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Había estado toda la tarde en la casa de Keith. Su madre se había ido a algún lugar con su novio durante el fin de semana, por lo que estuvimos solos.

Cuando creí que ya era demasiado tarde y debía irme, él no me lo permitió. Me rogó e hizo pucheros y me dijo que tenía miedo de estar solo en una casa tan grande. Acepté, porque quería y porque me daban ternura sus argumentos. Sin embargo, le había pedido que me dejara bañarme y luego veríamos alguna película.

Tomé esa relajante ducha de agua caliente que tanto deseaba y salí del baño con una toalla envolviendo mi cuerpo mientras intentaba con otra secar mi cabello.

Keith estaba sentado en su cama, vistiendo solo unos pantalones, y siguiendo cada uno de mis movimientos. Le sonreí, y sin importarme el hecho de no estar usando nada más que esa toalla, me senté a horcajadas sobre él.

Con mis manos a ambos lados de su rostro y acariciando el rastro de barba que comenzaba a crecer, deslicé mis labios sobre los suyos. Nuestras bocas comenzaron a moverse convirtiendo el beso en uno lleno de deseo y lujuria. Nos explorábamos de forma mutua, a pesar de ya conocer la boca del otro de memoria.

Él rodó sobre la cama terminando sobre mí y al abrir mis piernas, acuné su cuerpo entre ellas. Su boca se desvió hacia mi cuello y luego hacia el lóbulo de mi oreja donde dio un mordisco suave antes de dejar rastros de humedad que me hacían gemir y sentir como mi cuerpo se encendía cada vez más.

Nos besábamos con anhelo de estar lo más cerca que pudiéramos y cada vez que sus caderas se movían y presionaban mi zona más intima, no podía evitar el jadeo sonoro que emitía. Con mis manos acaricié la parte baja de su abdomen, antes de deslizarlas por toda su espalda y rasguñar con suavidad.

Él mordió mi labio inferior, lo que me hizo suspirar y enloquecer al mismo tiempo. De nuevo giramos y esa vez yo tenía el control. Arqueé mi espalda para poder seguir estando cerca mientras el contacto de nuestra piel provocaba que cada centímetro de mi cuerpo ardiera.

Me senté sobre él, y sin sentir vergüenza, porque además de que era segura de mi misma, él ya había visto mi cuerpo desnudo, eliminé la toalla dejándola caer lejos. Sus labios se entreabrieron antes de morder su labio inferior examinando todo mi cuerpo y tragar duro. Me acerqué de nuevo y besé su cuello.

—Alisson...

— ¿Mm?

—Necesito decirte algo —expresó con la respiración agitada, y su voz sonando más áspera de lo habitual. Podía sentir la forma en que su corazón latía con fuerza contra mi piel—. Y necesito que dejes de... darme besos para poder concentrarme —dijo finalmente. Me acerqué centímetros a su boca y mientras nuestros ojos estaban conectados esperé con paciencia a que susurrara: —No voy a estudiar en Londres.

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora