Emma
Las clases habían comenzado hacía casi un mes. Sin embargo, el torneo se inauguraba ese viernes por el hecho de que los jugadores estuvieron inactivos durante las vacaciones de verano.
Las gradas estaban repletas de familias, estudiantes y amigos que sonreían. Hoy era el primer partido contra el Instituto Baltimore, y nuestro Instituto, Manhattan, jugaba de local.
Caminé con la botella de gaseosa y los dos sándwiches hasta Alisson, quien teniendo hambre, tomó el suyo y comenzó a devorarlo.
Todos los jugadores se colocaron en sus posiciones, y con facilidad identifiqué quiénes eran mis amigos, no solo por los números en sus camisetas, sino también por sus contexturas físicas y sus formas tan distintas de correr.
El árbitro hizo sonar su silbato indicando que el partido había dado comienzo y a medida que los minutos pasaban no podía creer lo mal que estaba jugando Adam. Se notaba que estaba distraído, pero por alguna razón el entrenador no quería hacer un cambio y poner en la cancha a otro jugador. Sin embargo, eso fue una equivocación ya que Adam estaba tan desconcentrado que no pudo evitar los dos goles que el instituto Baltimore convirtió.
Cincuenta minutos después había acabado el primer tiempo de forma desastrosa, y pude ver como todos los jugadores estaban enfurecidos. Sin dudarlo por un segundo, me dirigí hasta los vestuarios queriendo verlo. Pero no lo encontré.
Lo busqué por todo el colegio hasta encontrarlo en medio de un salón vacío, sentado frente a la ventana. En medio de la oscuridad y con la luz de la luna iluminándolo podía verlo sosteniendo su cabeza entre sus manos. Se podía escuchar su respiración agitada en medio de todo el silencio, hasta que liberó un grito que estaba conteniendo, y tiró de su cabello con tanta fuerza que me sorprendía que no lo hubiese arrancado.
Él estaba de espaldas a mí, por lo que no podía notar mi presencia, fue entonces cuando empecé a escuchar sus suaves sollozos, y mi corazón se partió en miles de piezas.
Sus ojos se dirigieron a los míos al escucharme y todos los sentimientos que veía en su mirada me desarmaron. Miedo, tristeza, dolor, angustia, impotencia, y un rastro de enojo.
Con cuidado me acerqué a él, y con suavidad acaricié su cabello, sabía que él podía llegar a reaccionar muy mal y alejarme, pero no lo hizo. En su lugar, tiró de mi mano provocando que cayera sentada sobre él, y luego se acurrucó en mi pecho, pasando sus brazos alrededor de mi cintura.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo sintiendo como mi camiseta se humedecía por sus lágrimas. Me destrozaba tanto verlo así. Él siempre había sido tan fuerte y ahí estaba, desmoronándose frente a mí.
— ¿Qué es lo que pasa Adam?
—No te puedo decir... Perdón, pero no puedo —susurró con la voz quebrada y verlo tan débil hizo que rodeara su cuello con mis brazos con más fuerza, intentando eliminar aquello que lo hacía sufrir tanto. Porque Adam no era débil, y si había algo que lo atormentaba, quería decir que era algo muy grande e importante.
Y así nos quedamos, abrazados durante muchísimo tiempo, en el medio de la oscuridad, hasta que él decidió levantarse y nos fuimos del instituto, dejando en aquel salón la debilidad. Al salir de ahí, no volvimos a mencionarlo. Adam continuó como si nada hubiera sucedido. Se lavó el rostro y no quedaron rastro alguno de aquellas lágrimas que había derramado, y cuando nos encontramos con nuestros amigos, sonrió, y fingió estar bien.
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Rosas para Alisson | COMPLETA
Novela JuvenilAlisson y Keith han sido mejores amigos desde siempre. Y toda su vida sería más sencilla si se limitaran a ser solo eso, pero en su lugar ellos se dejan llevar por sus sentimientos y se confunden mutuamente. "Keith siempre iba a ser mi debilidad. El...