Capítulo 51

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Alisson

Era mi tercer día en el hospital y el día en el cual podía llegar a recibir el alta, a menos que decidieran hospitalizarme; y esa decisión quedaba en manos de la psiquiatra con quien estaba hablando.

Hizo tantas preguntas que creí que no tenían sentido, pero para ella si parecían tenerlo. Preguntó sobre mi niñez, mi educación, mi madre, mi padre, mi hermano, mis amigos, mis sentimientos, lo que me había sucedido el último tiempo, y los pensamientos que tuve antes de intentar suicidarme, respondí todo con sinceridad porque de verdad quería ser ayudada y mejorar, y sentí que liberaba una presión al poder contarle todo a una persona ajena a mis problemas.

—Tenés claros signos de depresión —diagnosticó haciendo unas últimas anotaciones sobre su libreta.

—Eso ya lo sé, pero necesito que me diga que hacer para dejar de tenerla. Para dejar de sentirme así.

—Bueno, que lo aceptes en primer lugar es algo positivo —felicitó con una media sonrisa antes de continuar: —. Y en segundo lugar, no hay una clave exacta. Por todo lo que vos me decís creo que tenés una herida dentro tuyo con respecto al pasado, y eso es algo que tenés que sanar para poder mejorar y librarte de la depresión y de la angustia constante.

—Eso también ya lo sé. Decís cosas que son muy obvias. Yo... necesito saber qué tengo que hacer para sanar esa herida —pedí suplicando con la mirada.

—Bueno, te repito que nada de lo que te diga es cien por ciento seguro. Esto es psicología, y cada persona es distinta. Cada persona es un mundo. Sin embargo, soy capaz de ver que lo que genera tu depresión es tu madre y todo lo relacionado con su muerte. Mi consejo para vos, Alisson, es que la dejes ir —dijo con calma.

—No puedo —negué en un hilo de voz.

—Si que podés. Podés y tenés que hacerlo. Tu madre está en el más allá y vos la traes todo el tiempo con tus pensamientos. Podés rehusarte a seguir mi consejo, pero eso no te va a ayudar. Si no dejás ir a tu madre, es muy probable que vuelvas a intentar suicidarte, y puedo deducir que eso es algo que no querés.

—Nadie quiere suicidarse. La situación te lleva a hacerlo.

—Ya lo sé —mencionó imitándome—. Atiendo a más de diez pacientes al día, y sé que no es algo de lo que te sentís orgullosa, o algo que te gustaría volver a repetir. Por eso, intenta seguir mi consejo...

— ¿Cómo puedo hacer eso? ¿Cómo logro dejarla ir?

—No es fácil. Tenés que aceptar que ella ya no va a estar, y aun así recordarla. Nunca hiciste un duelo por su muerte, y creo que llegó el momento de que lo hagas. Tu corazón te va a guiar. Busca sus cosas, llora, habla con ella, decí todo lo que sentís, hay múltiples formas de hacerlo; tenés que encontrar la tuya. Hacer un duelo es difícil, y duele, pero a su vez sana —declaró, y esperó a que yo dijera algo más y cuando notó que no lo haría, finalizó nuestra charla:—... No necesitas hospitalización, así que voy a hablar con los médicos para que evalúen tu estado físico y puedas ser dada de alta.

Asentí con la cabeza, y escuché la puerta cerrarse detrás de ella.

Observé la vía insertada en mis venas, sintiendo compasión y lástima por mí misma, y sabiendo que aquella psiquiatra tenía razón. Debía dejar ir a mi madre, y aceptar que había una parte de mí que había muerto con ella, y dejarla ir. Debía liberarme de la presión o no lo soportaría.

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora