Capítulo 59

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Emma

Adam me observaba, mientras acariciaba mi cabello. Estábamos solos, en su cama, acostados de lado para poder estar frente a frente. Habíamos estado así durante horas hablando y riendo, pero hacía minutos que estábamos sumergidos en aquel silencio y mi cuerpo sentía ansiedad queriendo que llegara el momento.

Me acerqué a su cuerpo, y él se recostó sobre su espalda para que yo pudiera usar su pecho como almohada. Apoyé mi barbilla sobre este y lo observé.

—Adam —llamé, él hizo un sonido haciéndome saber que me escuchaba a pesar de tener los ojos cerrados— ¿Podemos hacerlo?

Sus ojos se abrieron con lentitud y me observó con el ceño fruncido, comenzando a realizar patrones en mi mejilla.

— ¿Qué cosa? —preguntó desorientado.

—Tener sexo —pedí sin pudor. Sus cejas se alzaron y sus labios se entreabrieron mientras me observaba. Tragó antes de carraspear.

— ¿Ahora? —cuestionó con sorpresa, como si no esperara nunca que se lo pidiera, pero era solo que él no parecía tener ningún interés en mi cuerpo. Era como si hubiese obtenido tanto sexo de otras chicas que ni siquiera le importaba estar conmigo, y para mi cabeza inquieta ese era un pensamiento del que no podía librarme con facilidad, aunque lo intentara. Además, de que era algo por lo que me sentía curiosa hacía tiempo y quería saciar mi curiosidad. Asentí ante su pregunta, y poco a poco comenzó a incorporarse, sentándose contra el respaldo de la cama.

Sin perder tiempo me subí a su regazo, pero un poco alejada de su cuerpo. Y en ese momento comencé a sentir nerviosismo y el rubor subir a mis mejillas. Deseaba hacerlo, y era una idea que yo había propuesto, pero no sabía cómo llevarla a cabo, y era aún más difícil cuando Adam parecía no salir de su incredulidad.

Nos mantuvimos observándonos en lo que comenzaba a ser un momento incómodo, hasta que Adam acercó sus labios a los míos, y me besó. Al contrario de como creí que sería, su boca comenzó a moverse con lentitud sobre la mía, para luego dirigirse por mi mejilla y bajar por mi cuello, haciéndome temblar ante el ataque de su lengua.

Un pequeño mordisco me llevó a gemir casi silenciosamente, haciendo que él presionara sus manos en mi culo y me pegara a su cuerpo. Rápidamente sentí su erección y sonreí sintiéndome poderosa por haberla causado, y fue cuando la acción real comenzó.

Una sensación de calidez invadió mi cuerpo y me llevó a presionarme más contra el suyo, porque eso se sentía muy bien. Sus manos acariciaban ambos lados de mi cintura enviándome escalofríos, y acelerando mis latidos. Sus toques provocaban que mi sistema respiratorio funcionara incorrectamente. Nos alejábamos centímetros solo para volver a besarnos con más frenesí.

La lujuria, pasión y el deseo nos llevaban a querer más del otro.

Sus manos se introdujeron poco a poco debajo de mi remera, tanteando, hasta llegar a mi sostén, y comenzó a acariciarme por arriba de la tela. Pronto mi remera desapareció, y la suya también y fue el momento en el que decidí decirle un detalle que podría llegar a ser importante.

Ralenticé los besos hasta que fueron roces entre nuestros labios y comencé a buscar mi respiración. Sus ojos estaban más oscuros de lo usual, y hacían estragos en mi interior.

Tragué saliva y poco a poco susurré: —Soy virgen.

Él alzó sus cejas justo como lo había hecho más temprano, sin poder creerlo, y no dijo nada, y probablemente si yo no estuviera tan cómoda conmigo misma, estaría ruborizándome y avergonzándome, pero esa no era yo. Sabía que no había nada de malo en no haber tenido sexo nunca, era algo insignificante.

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora