El cielo estuvo gris durante todo el día, y sentía que era un reflejo de la forma en que yo me sentía. Era uno de esos días en que no quería hacer nada, solo estar acostada y quizás llorar un poco.
Visualicé en mi escritorio aquella caja en la cual había guardado todas las rosas celestes y las notas que Keith me había regalado para mi cumpleaños. Keith... lo extrañaba tanto.
Me incorporé yendo a buscar la caja con la intención de leer una vez más todas las notas, sabiendo que eso era masoquista porque solo me haría extrañarlo aún más, pero no me importó. Sus palabras enviaban cierta magia hacia mi cuerpo que me hacía sentir bien.
"El destino nos va a unir de nuevo, porque sé que estamos destinados. Y si no es así, prometo mover cielo y tierra para volver a encontrarte, y para no dejarte ir nunca más."
"Te amo. Siempre lo hice y siempre lo voy a hacer. Porque sos una de mis personas favoritas en el mundo, y una de las pocas que elijo amar."
Él hablaba sobre las cosas que le gustaban de mí y lo que me convertía en hermosa según él. Sobre lo que sentía cuando estábamos cerca y cuando no. Sobre lo especial que yo era.
Con rapidez caminé hasta la puerta, y sin importarme la ropa que tenía puesta me fui al único lugar en el que sabía que siempre sería recibida. Sus brazos. Porque sentía que ya no podía soportar más estar alejada de él.
Golpeé la puerta de su casa sintiendo la ansiedad manifestándose en mi estómago como un leve dolor. Mi respiración se cortó al verlo porque los últimos días en el instituto no habíamos cruzado miradas y mucho menos habíamos estado a tan poca distancia.
— ¿Qué pasó Ali? —interrogó con el ceño fruncido sorprendiéndose por mi repentina visita, y no dudé un segundo en rodear su cuello con mis brazos, capturando su boca. Con suavidad puso sus manos en mi cintura y me alejó unos centímetros— ¿Estás borracha? Pensé que estabas enojada.
Negué con la cabeza sintiendo como por alguna razón que desconocía mis ojos se llenaban de lágrimas, quizás por el hecho de que había extrañado su calor corporal, su voz, sus expresiones, su olor, todo.
—No me alejes por favor. Te extraño —expliqué presionando mis labios sobre los de él—. Te necesito Keith —susurré. Él me miró por un segundo, la duda clara en sus ojos antes de abrazarme por la cintura y besarme con una delicadeza que me desarmó.
No mentía cuando decía que lo necesitaba. Necesitaba sentir todo ese amor que él siempre me transmitía, porque me sentía lastimada. Como si algo dentro de mí estuviese roto desde hacía meses, o quizás años, y necesitaba que él sanara esa herida.
Sentí mis piernas debilitarse cuando su lengua rozó la mía, y estaba segura de que si no fuera por las manos de él que me sostenían, me hubiese caído.
Las lágrimas desaparecieron y fueron suplantadas por el deseo que me consumía. Lo besaba con dedicación, porque a pesar de que nunca le había dicho que lo amaba, lo hacía y quería demostrárselo.
Acerqué mi cuerpo mucho más al suyo y él comenzó a caminar hacia atrás mientras yo lo seguía sin que nuestras bocas se separaran.
Su espalda impactó contra la pared del pasillo. Keith se inclinó hasta tomar mis piernas y envolverlas alrededor de su cintura. Sus pasos continuaron hasta su dormitorio y luego sentí la comodidad de su cama debajo de mí mientras él comenzaba a besar mi cuello. Se alejó un poco de mí para luego presionar su cuerpo sobre el mío, su erección presionó contra mi entrepierna provocando que un gemido fuera liberado de mis labios.
Elevé un poco mi espalda para que él pudiera quitar mi remera. Mi boca encontró la suya y el hecho de que nos conociéramos tanto hacía que todo fuese mejor. Sabíamos lo que le gustaba al otro y teníamos confianza y química.
Acaricié su pecho y abdomen deslizando mi mano con lentitud, sabiendo que eso lo enloquecía. Mis ojos no se separaban de los de Keith, viendo el deseo brillar en ese océano azul mientras me desnudaba poco a poco.
Mi pantalón se fue y sentí mi cuerpo temblar cuando sus manos recorrieron mis piernas y se perdieron en mi zona más intima, acariciándome con suavidad. Apreté las manos en puños y me mordí el labio inferior con fuerza porque cada sensación era demasiado para mi débil cuerpo que no las podía soportar, y controlar mucho menos.
Keith siempre iba a ser mi debilidad. El único que me podía hacer sentir de esa forma. El único al que podía desear tanto, al que podía amar tanto.
Su miembro se presionó contra el vértice de mis piernas cuando comenzó a besarme de nuevo. Nos besábamos con ganas acumuladas. Nuestras respiraciones sintiéndose pesadas. Los jadeos, gemidos y gruñidos siendo presentes. La ropa desapareciendo hasta que en plena desnudez su cuerpo se adentró al mío y sus movimientos nos llevaron a una nube de placer.
Sentí sensaciones que nunca había sentido y eso me tenía asustada. Era cursi la idea de estar haciendo el amor, pero era la realidad. No era solo sexo. Era distinto, y eso me aterraba.
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Rosas para Alisson | COMPLETA
Novela JuvenilAlisson y Keith han sido mejores amigos desde siempre. Y toda su vida sería más sencilla si se limitaran a ser solo eso, pero en su lugar ellos se dejan llevar por sus sentimientos y se confunden mutuamente. "Keith siempre iba a ser mi debilidad. El...