Capítulo 68

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Aquella mañana, en el día de la madre, recibí un ramo de rosas celestes con una simple tarjeta:

"De verdad espero que estés bien. Te extraño y te amo. Keith"

Mi corazón dio un vuelco ante aquella dulzura propia de él que tanto extrañaba, y aquellas escazas palabras evitaron que derramara lágrimas durante todo el día, pero cuando la oscuridad de la noche se hizo presente, sentí que de alguna forma quería recordar a mi madre, y sentir que estábamos juntas de nuevo.

Sin darle muchas vueltas a la idea, tomé un taxi que me dejó frente a la casa en la que vivíamos. Luego de pagar por el vehículo, descendí y por un segundo lo único que hice fue quedarme quieta, como si mis pies no me respondieran, recordando la noche de mi cumpleaños, mientras observaba la terraza, hasta que mis ojos se desviaron y aquel cartel llamó mi atención.

En grandes letras blancas se leía "EN VENTA", y sentí mi sangre helarse. No podía estar en venta, debía ser un error. Edgar me había dado las llaves, ya que era algo de mi madre y que ahora me pertenecía según nuestro acuerdo. Caminé con rapidez hasta la entrada y abrí la puerta con manos temblorosas.

—No —susurré con la voz quebrada, encontrando la casa vacía. Corrí hasta el cuarto de mi madre, pero ese no era su cuarto. No había nada que perteneciera a ella. Todo se había ido, y no pude evitar sentir como aquella herida dentro de mí que había intentado con tanto esfuerzo sanar, se abría nuevamente.

Marqué el número de teléfono de Edgar con furia, sintiendo el fuego encenderse en mi interior. Sin embargo, y al igual que siempre, él no respondió. Grité de frustración tan fuerte que mi garganta ardió antes de llamar otro taxi y me dirigí a su casa, porque no tenía miedo de enfrentarlo, y era eso exactamente lo que iba a hacer.

No entendía lo que había sucedido, y por qué lo había hecho, aunque mi intuición me decía que lo había hecho nada más ni nada menos que para dañarme, a mí y a Adam.

Toqué el timbre una y otra vez sabiendo que a esas alturas de la noche, él y Elizabeth estarían durmiendo. Esta última me lo confirmó al abrir la puerta con ojos somnolientos.

— ¿Dónde está? —cuestioné ingresando sin siquiera pedir permiso, porque la rabia se estaba expandiendo por cada vena de mi cuerpo, electrificándolo y haciéndome ser aún más impulsiva de lo que ya era.

—Alisson es medianoche, ¿Qué querés? ¿No podías esperar hasta mañana?

— ¿Por qué vendiste la casa? —interrogué. La comprensión cruzó su rostro, como si supiera que en cuanto me enterara, iría a verlo— ¿Por qué lo hiciste?

—Esa casa era un estorbo. Ya es tiempo de dejar ir a tu madre.

—Esa casa no era tuya, era de mi madre, y en todo caso Adam y yo deberíamos tomar la decisión de cuándo es el momento para dejarla ir. No vos —dije con fluidez apretando los dientes, en consecuencia de sus palabras.

—No seas dramática. Las cosas de tu mamá están guardadas en cajas, después voy a mandar a alguien a que te las lleve.

—No quiero eso. Yo quería su cuarto, con todo como ella lo había dejado —expliqué y él rodó los ojos suspirando audiblemente—. Nunca lo entenderías.

—No, porque sé dejar el pasado atrás. Porque no vivo pensando en las personas muertas. Tu mamá murió. Está muerta. Superalo. No hay nada que cambie eso, y que vos llores cada día no la va a revivir. Deja de llorar y seguí adelante con tu vida o volvé a intentar suicidarte y conseguilo. Hacé lo que quieras, no me importa, pero a mí no me molestes más —anunció con la frialdad que lo caracterizaba. Y cada palabra pronunciada por él, había sido como un puñal clavado directo en mi corazón. Levanté mi mano para golpearlo, pero él la detuvo en el aire—. No seas estúpida. No quieras hacerme enojar, porque si lo conseguís no te va a gustar lo que descubras.

—Te odio —susurré con toda la sinceridad del mundo—. Te odio tanto.

—No, todavía no me odias de verdad. Pero no te preocupes que, en algún punto, cuando descubras la verdad, ahí sí que me vas a odiar. Con todo tu corazón. Con todo tu ser.

Luego de una última mirada, di media vuelta y me alejé de aquel lugar para no volver nunca, decidida a que no quería verlo nunca más. A que no quería tener que ver con él, decidida a que me quería ir, y fue ahí, en ese momento en que entendí más que nunca a Adam.

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora