Capítulo 74

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Adam

Aquella mañana habíamos desayunado todos juntos, excepto por Keith, quien se negaba a la idea de que Alisson se fuera, y a ella tampoco le hacía mucha gracia tener que despedirse de él, después de lo alejados que estuvieron las últimas dos semanas.

Podía entenderlos a ambos. La simple idea de estar alejado de Emma, me molestaba, y era por eso que había decidido acompañarla hasta su casa, al salir de la cafetería.

Tuvimos que caminar, porque desde que le había devuelto a Edgar su auto eso era lo que hacía. Caminar. No me atrevía a tomar un taxi sabiendo que el dinero que usaría para pagarlo saldría del bolsillo de Lily, ya era suficiente lo mucho que me estaba ayudando, como para tomarme esas atribuciones que en mi opinión eran totalmente desubicadas.

Al llegar a la puerta de su casa, Emma sacó las llaves de su bolsillo y la abrió.

—Quedate conmigo —pidió con una mirada suplicante—. Por favor, mis papás están trabajando y no quiero estar sola todo el día.

—Tengo que juntarme con los chicos, con el equipo, tenemos que hablar sobre jugadas para esta noche. De verdad queremos ganar. Tenemos que hacerlo. Si lo logro puedo conseguir una beca para la universidad —expliqué, aunque ella ya era consciente de todo eso.

—Una hora no más. Por favor —pidió de nuevo acercándose a mí, y a pesar de que sabía lo que haría, no me alejé. Ella pegó su pecho al mío y comenzó a acariciar mi cuello, rozando nuestros labios. Tentándome—. Una hora, no pido nada más.

Unió nuestras bocas y con lentitud me arrebató el aliento, besándome. Seduciéndome. Sus labios eran tan adictivos que no podía encontrar mi fuerza de voluntad para alejarme de ella, e ir a hacer todo aquello que debía para cuando anocheciera.

Su propuesta de una hora era tan tentadora como peligrosa, porque estaba seguro de que en cuanto me quedara una hora más con ella, no iba a ser suficiente, y terminaría quedándome más tiempo del que podía.

—Emma, no... por favor —protesté en el intento por alejarme, pero ella no me lo permitió. Se acercó aun más a mí si eso era posible y continuó devorando mi boca.

La idea de que si la besaba como ella quería, podría ser libre, cruzó mi mente. Y fue por eso que decidí tomarla de la cintura y presionarla a mí, de improvisto, siendo yo quien devoraba su boca. Pero debí saber que estaba equivocado, porque al hacer aquello un gemido salió ahogado de su boca, perdiéndose en la mía, y esa fue mi perdición. Ya no podía detenerme, quería escuchar ese sonido una y otra vez.

Era yo quien buscaba el beso, quien buscaba que cada centímetro de nuestros cuerpos estuviese en contacto. Era yo quien la deseaba y con mis besos le rogaba que me dejara quedarme con ella una hora más.

Me incliné un poco para tomar sus piernas y elevarlas. Sin perder tiempo ella rodeó mi cintura con estas y sonrió, sabiendo que me quedaría a su lado. Para siempre.

Caminé hasta entrar a la casa, y cerré la puerta detrás de mí. Ella comenzó a besar mi cuello mientras subía las escaleras con dificultad hasta su cuarto, donde la recosté sobre su cama, y dejé caer mi cuerpo sobre el suyo. Mi erección presionando el vértice entre sus piernas, haciéndola gemir de nuevo.

Y entre todo el deseo y la pasión, y nuestras respiraciones tan aceleradas como nuestros corazones y la sangre que circulaba por nuestras venas, me tomé un segundo para observarla.

—Te amo —susurré, robándole el aliento, siendo sincero.

Y viendo como su mirada se iluminaba, y sonreía con ternura ella susurró: —Yo también te amo.

Y fui yo quien sonrió, antes de volver a besarla.

Solo las personas afortunadas logramos encontrar a alguien como Emma. Alguien dulce y cariñosa que siempre te acompañara. Yo era de esas personas y estaba completamente seguro de que ella era el amor de mi vida, y nunca podría dejarla ir.

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora