Capítulo 35

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Keith

Amaba ver a Alisson bailar, era fascinante. La forma en que se movía, meneando las caderas. Sin importarle quién la miraba, ni cómo. Era puramente ella divirtiéndose, y eso me hipnotizaba. Nuestros ojos se encontraron y ella me sonrió ampliamente antes de comenzar a acercarse.

— ¿Por qué me mirás tanto?

—Sos hermosa —susurré robándole una sonrisa.

—Y vos podrías besar a esta hermosa chica si perdieras nuestra competencia —dijo ella con una cercanía peligrosa para mi autocontrol.

—No voy a perder.

— ¿Estás seguro? —preguntó comenzando a bailar de forma sexy para mí. Temblé con suavidad cuando enterró su rostro en mi cuello dejando besos húmedos ahí, los cuales se trasladaron por mi mentón hasta llegar a la comisura de mis labios.

Ella se alejó, dejando nuestras bocas a tan solo centímetros, sabiendo que yo estaba muy afectado por cada uno de sus movimientos. Sin embargo, intentaba controlarme y no tocar un centímetro de su cuerpo, pero ella tomó mis manos y las posó en sus caderas, donde mis dedos podían rozar su culo.

Moría de ganas de besarla, de llevarla hasta mi casa, hasta mi cama y hacerla gemir como tanto me gustaba, y fue por eso que la alejé y me fui, escuchando sus carcajadas. Ella iba a ganarme si seguía así, y yo no podía permitir eso.

♦♦♦

Emma saludó con su mano antes de cerrar la puerta de su casa. Giré el rostro y observé a Alisson con una sonrisa.

—Vayamos a tu casa, por favor —pidió ella de nuevo.

—No, te voy a dejar en tu departamento... Intacta.

— ¿Intacta?— preguntó riendo— No voy a bajar del auto. Quiero dormir con vos. ¿Tenés miedo de perder?

—Sí —admití haciéndola reír aún más.

—Prometo comportarme y no hacer trampa —propuso. Nuestras miradas se encontraron por un segundo antes de que la devolviera al camino. Sin embargo, y a pesar de que no le había dicho que sí, estaba dirigiendo el auto a mi casa, porque no había forma de que me negara a dormir con ella.

Las luces estaban apagadas cuando entramos, y poniendo el dedo índice sobre mis labios le indiqué que debíamos hacer silencio. Ella asintió rodando los ojos. Caminamos por el pasillo hasta mi dormitorio, estando lejos del de mi madre, y la idea de hacer que ella perdiera cruzó mi mente.

Sin que tuviera tiempo de reaccionar, la acorralé contra la pared. Cada parte de nuestros cuerpos rozándose sin tocarse.

—Ey, prometimos no hacer trampa por esta noche —se quejó.

—Vos fuiste quien prometió eso, no yo. Además no estoy haciendo nada. Ni siquiera te estoy tocando, pero tenés tantas ganas de que lo haga que hasta lo podés imaginar.

— ¿Qué te hace creer eso?

—La química que siento entre nuestros cuerpos —respondí.

— ¿Cuál química? ¿La misma que sentimos cuando tenemos sexo? —preguntó ella, y con la simple mención del acto, ya podía sentir mi cuerpo afectado, aunque me sentía así desde su pequeña trampa para que perdiera. Mi respiración se dificultó, y su sonrisa creció. Pero yo estaba seguro de que iba a ser ella quien cedería.

—Sí, esa misma —susurré en un hilo de voz. Ambos podíamos escuchar a mi corazón bombeando a toda velocidad.

—La verdad es que yo no siento nada —aseguró ella, luciendo para nada afectada, a diferencia de mí—. De hecho, estoy tan cómoda que podría estar en esta posición para siempre. Aunque... si perdieras, podríamos estar en otra posición allá adentro —provocó señalando mi cuarto. Y la imagen de tenerla a ella desnuda en mi cama, otra vez, hizo que perdiera.

— ¿Sabés qué?

— ¿Qué?

—Tenés razón; vos tenés más autocontrol —acepté dándome por vencido, viendo cómo ella sonreía como nunca, antes de poder al fin besarla. Ambos suspiramos, extrañándonos, y sin perder tiempo nos movimos hacía dentro del cuarto, donde tuve una de las mejores noches de mi vida junto a Alisson.

Rosas para Alisson | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora