El verde de tus ojos.-Erick B. Colón

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Ven mamita, ven que, yo quiero tenerte, cámbiame la suerte, que esto es algo urgente, ven que ya no aguanto, hay mamita ven que...tú me gustas tanto....—Erick dejó de cantar apenas sintió un cuerpo estrellarse en su espalda. Se sacó uno de los auriculares cuidadosamente y se giró para encontrarse de frente con el cuerpo de una chica tirada en el suelo como si de un costal de papas se tratase, sostenía en su mano la correa de un perro que observaba a Erick con sus ojos de cachorro—¿Por qué no te fijas por dónde vas?—cuestionó con irritación.

A Erick Brian Colón podías interrumpirlo cuando estuviese haciendo cualquier cosa, menos cuando cantaba. Desde pequeño, su pasión siempre había sido la música. Le encantaba pasar horas y horas encerrado en su habitación con la guitarra en el regazo y su libreta de composición en mano componiendo nuevas canciones.

Adoraba la sensación que le provocaba el acariciar las cuerdas de la guitarra y la manera en la que su voz combinaba con sonidos de los acordes de la guitarra. En verdad era la cosa que más amaba en la vida. Nunca había amado nada en la vida como amaba la guitarra.

—Bueno, sí pudiese hacerlo sin duda alguna lo habría hecho— Respondió la muchacha mordazmente.

—¿Qué?

—Soy ciega—le informó la chica—además, no fue a propósito, encima a Botas parece ser que les has gustado por alguna razón. Normalmente no va guiándome en dirección a las personas, las evita, y esta es la primera vez que pasa esto....

Erick dejó de escucharla un momento mientras comenzaba a estudiarla con la mirada. Era casi imposible de pensar que alguien con unos lindos ojos -entre celestes y grises- fuese capaz de caminar por las calles dejándose llevar por el instinto de un cachorro. Botas era lindo, tenía que admitirlo, completamente negro con ojos celestes y las cuatro patas color blanco, como si efectivamente estuviese usando unas botas. Era tan lindo como su dueña.

—Lo siento, no quise ser grosero.—anunció en voz baja y observó a Botas mover su peluda cola de un lado a otro con demasiado entusiasmo sin apartar sus ojos de Erick. ¡Sí! Realmente parecía que le gustaba.

—Está bien, no pasa nada—murmuró ella. Erick reaccionó y la ayudó a ponerse de pie mientras el canino soltaba pequeños y débiles ladridos. ¿En verdad él podía ayudarla a guiarse por la ciudad? ¡Apenas era un cachorro! Ella parecía realmente confiar en él.

—Soy Erick—se presentó el ojiverde tendiéndole su mano. Se sintió un tonto cuando como era de esperar, ella no respondió al saludo. Él busco su mano y la tomó, ella le ofreció una sonrisa.

—Gianna—respondió ella.

—¿Vas...vas lejos de aquí?—preguntó Erick apartando su mano de la de ella. Gianna soltó un suspiro y Botas comenzó a saltar entusiasmado como si estuviese respondiéndole a Erick.

—Al hospital, de hecho—Su madre siempre le dijo que no debía ir por la calle hablando con extraños y aunque Erick parecía agradable -lo sabía por el tono de su voz- no dejaba de ser un extraño.—Fue...fue un gusto conocerte, Erick.—Botas volvió a ladrar con entusiasmo y el chico asintió.

Gianna no podía ver, pero en cambio el resto de sus sentidos estaban más desarrollados que el del resto de las personas. Botas era un perro entrenado que su abuela le había obsequiado dos meses antes cuando recién comenzaba con los estudios para la operación de sus ojos. Era su fiel compañero e iban juntos a todos lados. Esbozó una sonrisa en dirección a donde la voz de Erick provenía y luego tiro de la correa de Botas para que se alejaran del chico.

Caminó un par de minutos cuando sintió una mano envolverse en su brazo. Se exaltó y tiró más de la correa de su perro, regularme cuando un extraño se acercaba; el modo de defensa de Botas se encendía y comenzaba a ladrar desesperadamente. Claro que era un cachorro y sus ladridos no se escuchaban más allá de cinco metros a la redonda, pero ésta vez el perro se mantenía en silencio. La mano se apartó de su brazo y luego escuchó pequeños jadeos de placer por parte del pequeño animal.

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