Corazón-Richard Y. Camacho.

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Para Richard, Isabela siempre había sido nada más que una amiga. Una buena amiga con la que podía contar cada vez que algo le salía mal, el pañuelo de lágrimas y esa chica que solía escucharlo pacientemente mientras él se desahogaba contándole sus problemas amorosos a manos de Lía.

Isabela y él habían compartido momentos tan lindos, que de sólo recordarlos se le erizaba la piel como si estuviese reviviéndolos. Lo que Richard no sabía, era que en realidad detrás de aquella mirada chispeante y juguetona que ella siempre le obsequiaba, la sonrisa genuina y los sabios consejos de su mejor amiga, se escondía el amor más puro y sincero que pudiese existir. Isabela no iba a decírselo, porque para Richard; Lía era lo más cercano al amor de su vida.

Sí, su vida era como uno de esos clichés de los libros que solía leer casi todas las noches mientras el resto de los chicos de su edad y compañeros de la universidad estaban de fiesta en fiesta, bebiendo sin control y disfrutando de la vida como ellos mismos decían.

Para Isabela era diferente. Y no, no era una antisocial ni la nerd de la escuela, al contrario, era muy social y esa era la razón por la que ahora ella y Richard eran amigos. Pero su estado de salud -y su mayor secreto- no le permitían ser como el resto de las chicas de su edad. Mientras sus compañeras vestían cortos uniformes de animadoras y sostenían enormes pompones alentando al equipo de futbol americano -ese donde Richard estaba y que ella apoyaba sólo por él-, ella pasaba el rato sentada en la grada más alta con la cabeza metida en las páginas de los libros. Las actividades físicas no le eran permitidas, pero ellos no lo sabían, y ella prefería que fuera así, incluso aunque su mejor amigo se la pasara jugándole bromas diciéndole que era una perezosa, sin saber realmente la verdadera razón.

Cuándo Isabela era pequeña el doctor le había detectado un soplo cardiaco. De la población mundial el 80% de las personas que los padecían eran detectados con soplos cardiacos benignos, llevaban una vida tranquila. Pero para su mala suerte, ella pertenecía al otro 20%. En pocas palabras, ella tarde o temprano iba a morir. Pero lo aceptaba, esta cómoda y agradecida por la vida que había llevado, incluso aunque a veces la preocupación que sentía por dejar a sus amigos y familiares con un gran dolor por su inminente partida no la dejara dormir tranquila.

Otra poderosa razón para no acercarse más de lo que ya lo había hecho a Richard. Lo quería tanto que no se podía dar el lujo de lastimarlo todavía más.

-Vamos, Isa. Es solamente una fiesta-la pelinegra apartó los ojos de la pantalla de la computadora portátil, lo miró con la nariz arrugada y negó lentamente. -¿Qué? ¿Por qué no?-cuestionó indignado.

-No soy de fiestas. Lo sabes muy bien-respondió antes de volver a posar sus ojos en la presentación de poder Paint que estaban haciendo.

-Prometo que si me acompañas a la fiesta de Joel, te presentaré a quién tú quieras-ofreció de nueva cuenta. Isabela volvió a mirarlo, enarcó una de sus cejas y cerró la computadora de golpe.

-No necesito que me emparejes con nadie, Yashel-le espetó apretando su mandíbula. Richard rio y se inclinó un poco sobre la chica para besar su coronilla.

-Es que a veces en serio eres demasiado tímida que creo que necesitas una pequeña ayudadita-le sonrió ampliamente y ella negó de nueva cuenta. Entorno sus ojos y soltó un pequeño suspiro.

-Escucha, creo que debería irme. Mi madre debe estar preocupada y a punto de llamar al 911-El moreno rio de nueva cuenta.

-Te llevo-anunció poniéndose de pie. Isabela comenzó a negar, pasaba que cada vez que se encontraba sola con Richard en un espacio reducido -como el auto por ejemplo- su corazón comenzaba a agitarse de apoco. Y lo menos que necesitaba era que el presenciara cualquier tipo de síntoma de su enfermedad.

ONE SHOTS|CNCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora