Fugitivo (Pte. I)-Zabdiel.

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Jimena sintió su corazón acelerarse al tiempo que seguía con la cabeza apoyada en el filo de la mesa y su cabeza seguía zumbando. No recordaba absolutamente nada de lo que había hecho la noche anterior en la fiesta de Kendra pero para eso ya tendría tiempo  de averiguarlo y lamentarlo después. Lo único que le importaba en ese momento era que el dolor desapareciera de una vez por todas y el café no le ayudaba para nada a decir verdad.

Cerró sus ojos un momento y cuando un ruido sonoro proveniente de debajo de su balcón se hizo presente deshizo su postura para llevar sus ojos al frente; se quedó completamente quieta en total silencio y un momento después se puso de pie para acercarse al barandal de metal.

Soltó un grito asustada cuando se encontró de frente con un muchacho rubio vestido de color azul  lleno de tatuajes a juzgar por lo que alcanzaba a ver por la abertura de su traje que a su vez la observaba con una mueca de sorpresa que trataba de escalar el balcón.—¿Quién eres tú?—cuestionó ella  completamente aterrada.—Por favor no me hagas daño…llévate todo lo que quieras pero por favor…

—¡No grites!—murmuró el intruso frunciendo sus cejas.—No voy a hacerte daño ni te quiero robar nada…—añadió pareciendo un tanto ofendido.

—¡Dime quién eres!—replicó de inmediato tomando la cuchara azucarera de su café y echándose para atrás. Su madre siempre le había dicho que no tenía que hablar con extraños, sobre todo si los extraños aparecían de la nada en su balcón. Le mostró la cuchara como si fuese una súper arma mortal y el rubio suspiró.

—Escucha…yo sé que no me conoces y que no tendrías por qué confiar en mí pero tienes que hacerlo. No quiero lastimarte, sólo…sólo quiero esconderme…—le explicó. Al menos tenía un lindo acento, pensó Jimena.—Y si me dejas decirte algo…una cuchara no asustaría ni a un bebé de un año…

—Quiero que en este mismo momento te vayas de mi casa.—le espetó ella tratando de parecer firme.

—Escúchame…—le pidió el rubio.

—¿Por qué quieres esconderte?—murmuró ella. Él suspiró rendido mientras los ojos de Jimena seguían fijos en él.

—La policía está buscándome…—soltó. La muchacha soltó un gemido y se llevó las manos al rostro para cubrirse la boca.

—Mi vida es lo suficientemente caótica ya como para agregarle a un fugitivo de la justicia y sus crímenes…—le espetó.

—Soy inocente y por eso estoy huyendo.—le explicó y entonces como si estuviese en una escena de película de acción de las que tanto amaba Jimena, el sonido de sirenas de autos policiales se hicieron presentes en la distancia.—Por favor ayúdame…te lo ruego…

—Ni siquiera te conozco…—susurró no tan convencida. La preocupación en el rostro del muchacho parecía tan real que ya no estaba segura de nada. Tal vez él si era inocente y por eso parecía tan aturdido.

—Por favor. ¿No crees que si fuese un criminal entonces ya te habría hecho daño en lugar de estar teniendo esta charla?—cuestionó sin dejar de mirarla.—El tiempo se me agota…por favor…

Desconocido 1—0 Jimena.

Los ojos del rubio se quedaron estáticos en los de Jimena un largo momento mientras ella se debatía entre ayudarlo o no. Podía ayudarlo y hacer exactamente lo que él decía. O podía simplemente comenzar a gritar para que la policía la escuchase y acabar con todo de una buena vez. Su vida ya era complicada como para también meterse en un lío que incluía a la policía y  a un fugitivo.—Está bien…entra.—respondió  finalmente siendo consciente que después de aquello no había vuelta atrás.—¿Al menos podrías decirme como te llamas, fugitivo…?

El muchacho suspiró.—Zabdiel…—hizo una pausa—Nunca voy a tener como pagarte esto que estás haciendo por mi…uh…—musitó Zabdiel y luego se quedó callado.

—Jimena.—murmuró finalmente bajando la cuchara asesina que tenía en la mano.—Creo que esto te viene mejor a ti que a mi…—anunció señalando con su mano derecha su plato de desayuno que permanecía intacto.—Y no, no tienes que pagarme nada. Pero creo que si podrías  comenzar por decirme porque la policía está buscándote…—respondió la muchacha sin dejar de mirarlo. El rubio apartó tomó asiento donde ella le indicó y se quedó en silencio observando la comida frente a él.—adelante…

Zabdiel tomó el tenedor y la miró un segundo.—Me acusan de un desfalco a la empresa en la que trabajaba. De hecho todas las pruebas apuntaban a que yo era el culpable y mañana era mi juicio…por eso decidí escaparme…—anunció como si fuese la cosa más natural del mundo.

—No es que yo sepa demasiado de leyes pero…¿qué no se complican más las cosas si haces eso?—cuestionó llena dudosa.

—Pues supongo que sí pero vamos…ni siquiera iba a tener la oportunidad de defenderme. Decidí escapar porque es la única manera que tengo de demostrar mi inocencia…mi abogado ni siquiera hace lo suficiente y tengo la sensación de que en lugar de defenderme cada día me hunde más…—le explicó entornando sus ojos.—Por eso decidí que sería yo mismo quién reuniría las pruebas…y sólo podía hacerlo estando afuera…—la miró.—Pero para eso necesito que me ayudes…—ella jadeó.

—¿Ayudarte…? ¿Yo?—musitó. Él asintió. Jimena negó. —No. Tú estás loco.—decidió.—¿Y cómo se supone que yo podría ayudarte? ¿Y por qué…? Ni siquiera te conozco…

—Porque si lo haces te prometo que haré lo que tú quieras…

Jimena pestañeó.—¿Todo…?

—¡Todo!

La muchacha se quedó en silencio total un par de segundos y dejó escapar el aire de sus pulmones de manera lenta.—De acuerdo…—decidió.—Voy a ayudarte y no quiero que digas ni una sola palabra sobre que yo te ayude o nada que me vincule contigo ¿estamos?—Zabdiel asintió de inmediato.—Y cuando todo esto termine y se compruebe que eres inocente te irás y nunca más nos volveremos a ver…

—¿Te da pena que te acusen de ser amigo de un fugitivo?—cuestionó él.

—No. Mi padre es juez…—soltó.—Y te juro que es el hombre más estricto que he conocido en mi vida y realmente no quieres saber de qué lo es capaz si se entera que te ayudé…—le explicó.—¿Trato?—le ofreció tendiéndole su mano.

Zabdiel la tomó de inmediato y los ojos de la chica se posaron en los tatuajes plasmados en la piel del muchacho.—Trato…

(…)

Jimena se quedó quieta con las manos pegadas al ordenador portátil mientras leía de nueva cuenta las declaraciones que el jefe de Zabdiel había hecho una vez que todo el mundo había sido consciente de que en la empresa se había cometido un desfalco. Christopher Vélez –el socio-jefe en cuestión- aseguraba que el culpable había sido el que hasta ese momento era su mejor amigo.

Era injusto porque ni siquiera lo habían dejado defenderse; Zabdiel no había tenido el beneficio de la duda y eso era lo peor de todo. De inmediato lo habían encarcelado sin más.

—¿Qué es lo que haces?—cuestionó Zabdiel sentándose a su lado en la mesa del comedor. Jimena apartó sus ojos un momento y lo observó un momento.

—Tu jefe es un idiota.—decidió sin más.

—¿Christopher?

—¿Tenías otro?—él negó.—Entonces sí. Él.—replicó.—La verdad es que no entiendo porque nadie se tomó la molestia de escucharte…—anunció frunciendo sus labios.—Es tan injusto todo esto…—una pequeña sonrisa se comenzó a formar en los labios de Zabdiel.

Con el paso de los días había aprendido a leerla con la mirada. Jimena tenía diferentes facetas pero siempre la faceta de la justicia predominaba en ella. Tal vez era porque la hija de un juez, no lo sabía con exactitud; lo cierto es que cuando arrugaba su frente  en su estado de concentración se veía completamente adorable.

—Un poco…

—Entiendo que era tu mejor amigo pero…—negó.—si me lo preguntan, yo creo que él fue el autor intelectual del desfalco…—soltó.—Escucha, he estado investigando en diferentes instancias públicas y no hay modo de que tu hayas hecho esa transferencia por esa cantidad tan fuerte de dinero a una cuenta externa a la empresa…—hizo una pausa.—Es decir, si…falta una cantidad considerable de dólares pero eso realmente no quiere decir que fuiste tú porque la estúpida cuenta a la que se hizo ese depósito ni siquiera está a tu nombre…

—Está a nombre de mi padre.—respondió Zabdiel de inmediato. Los ojos de Jimena se posaron en él completamente llena de curiosidad y él negó.—No lo hice yo…—se defendió.—¿Tú crees que si lo hubiese hecho yo estaría diciendo que soy inocente?—negó.—Eso sería perder el tiempo y cavar mi propia tumba, Jimena…

—No pienso que lo hiciste…

—Lo que no entiendo es cómo diablos mi firma terminó plasmada en ese estúpido papel…—murmuró afligido.—Porque si, esa era mi firma…

—Tal vez alguien la falsificó…

—Es lo más probable…—susurró dejando escapar el aire de sus pulmones.—Oye…ya hemos trabajado lo suficiente por hoy… ¿Por qué no pedimos una pizza para cenar o algo así…?—cuestionó. Jimena lo volvió a mirar un segundo, cerró la pantalla de su computadora y le sonrió un poco.—yo invito…

—¿Te hizo bien el hecho de que tu madre te viniese a ver?—Zabdiel suspiró.

—Más de lo que te imaginas…—murmuró sonriéndole un poco.—No sabes las ganas que tengo de que todo esto termine para poder salir libremente a la calle con la cabeza en alto…—hizo una pausa.—Estar aquí es muy tedioso…tengo la necesidad de que salir al aire libre y por el momento no se puede…

—Sólo es cuestión de tiempo, Zab…—respondió Jimena posando su mano en el hombro del muchacho. Zabdiel la miró otra vez y de repente una descarga de adrenalina se disparó por todo el torrente sanguíneo de la chica. Apartó la mano de inmediato y bajó la mirada hasta su regazo.

—Eso espero realmente…—susurró.—¿Estás bien…?—cuestionó sin apartar su mirada.—De repente pareces un poco…

—Estoy bien…—respondió levantando la mirada y cuando lo hizo su pulso se aceleró. Zabdiel estaba mucho más cerca de ella. Tanto; que era capaz de sentir la respiración del muchacho chocando contra sus mejillas. Bajó sus ojos hasta los labios del rubio y entreabrió los suyos.

Zabdiel parecía no darse cuenta –o no quererse dar cuenta- que ella se sentía realmente nerviosa. Se relamió los labios y eso fue suficiente para que el corazón de la chica dejara de latir un momento.—Jimena…

Jimena cerró sus ojos lentamente y cuando finalmente los labios del muchacho se posaron en ella se dio cuenta que eso era lo que había deseado desde hacía muchos días. La convivencia con Zabdiel era realmente increíble a pesar de que se habían conocido unos días atrás. Él era comprensivo, amable, considerado y muy lindo. Podía hablar de millones de cosas con él y él la escuchaba atentamente como si fuese la charla más interesante del mundo.

¿Y que quería ella? ¿En verdad una vez que comprobaran que él era inocente lo quería fuera de su vida?

Los labios del muchacho se movieron contra los suyos en sincronía, como si fuese dos piezas de rompecabezas haciéndola sentir que su alma estaba vibrando dentro de su cuerpo. Se apartó de él y lo miró a los ojos un momento.

—Yo…—comenzó el muchacho. Ella negó de inmediato.

—Esto nunca debió haber pasado, Zabdiel. Nunca…

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¡Extrañaba el libo de one shots, amigasssss! Espero que les haya gustado la primera parte de Fugitivo y nos leemos despuesito con la segunda.

Buenas madrugadas y que pasen una bonita nocheeee.

Love, Glo, xxx.




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