Starkissed (dos).-Erick.

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Soy consciente de como mis piernas se vuelven una especie de gelatina y se mantienen pegadas al suelo haciéndome la tarea de moverme completamente imposible.

La materia gris en mi cabeza ha explotado en un rápido intento en vano por comprender la situación en la que me encuentro. Y un momento después sin poder evitarlo suelto una palabra que toda madre considera no apta para sus hijas y niego rotundamente.

—¿Qué es lo que pasa?—cuestiona Oriana en cuanto dejo el celular sobre la mesa. Sus ojos me observan con tanto detenimiento que solo por un momento siento escalofríos recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza.—¡Alex!—me llama.

—Erick está en mi casa.—le digo aun sin terminármelo de creer.

Sus ojos se abren con sorpresa y deja escapar un gemido a modo de respuesta.—Oh, por Dios...—susurra.—¿Y que se supone que estamos haciendo aquí? Deberíamos estar camino a tu casa...

—Es que no lo entiendes...—murmuro frunciendo mis labios.—Erick está hablando con mi papá...

—Cielos, nunca había conocido a nadie con tantas ganas de morir.—comenta encogiéndose de hombros.—Acá hay de dos; Erick es muy valiente o en serio es demasiado estúpido...—replica lanzadme una mirada cargada de sorpresa.

—¿Y sabes que es lo mejor?—cuestionó sin expresión alguna.

—¿Qué?

—Que mi casa está completamente llena de reporteros que lo siguieron...—inquiero y entonces mi cerebro lo comprende de golpe. Comprende que estoy metida en el lío más grande de mi vida y que si mi padre al final de día me sigue considerando su hija y no la pobre niña torpe que destruyó la reputación de su familia y el negocio familiar va a ser un verdadero milagro.

—¿Sabes que es lo peor?—me pregunta Oriana dejando escapar un largo suspiro. Yo niego de inmediato.—¡Que el día de hoy luces peor que todos los días!

—Gracias amiga, eres la mejor en verdad...

(...)

—Hazlo.—me ordena Oriana desde el asiento del conductor. Apoyo mi frente en el cristal polarizado de su auto y niego rotundamente.—¡Vamos, Alex! No seas cobarde...—se queja.—De todos modos van a verte...

—Prefiero que no sea hoy.—respondo.

—Alexandra, por favor.—replica.—Sino bajas en este momento te juro que presionaré el claxon para que todos volteen a vernos...—me amenaza apoyando sus manos encima del volante del auto.

—¡No te atreverías!—decido. Ella niega.

—¿Quieres apostar?—inquiere lanzándome esa mirada diabólica que hace cada vez que pretende que las personas hagan su santa voluntad.

Frustrada porque mis ojos no sean puñales para poder asesinarla en menos de una fracción de segundo tiró de la manija de la puerta y la empujó suavemente esperando que nadie voltee a verme porque ya es bastante vergonzoso aparecer en cada una de las publicaciones de las páginas de las revistas de chismes amarillistas teen del país como para también tener que responder preguntas que ciertamente no sabré como responderlo.

El de las entrevistas es Erick, no yo.

Me coloco cuidadosamente el gorro de lana color negro que encontrè en el asiento trasero del auto de Oriana y bajo rezándole a Dios y a toda su corte de ángeles celestiales que me ayuden en ese momento para no llamar la atención.

Y entonces pasa. Un hombre de baja estatura y cabello rubio me apunta con su cámara y el primer flash se estrella contra mi rostro perturbado. ¡Definitivamente ese no será un buen ángulo!

ONE SHOTS|CNCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora