X - Steve Rogers

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10.- Seventy years later



—ha despertado. —Me avisaron y yo asentí, completamente mentalizada.

Me alisté con la ropa que tenían ya designada para recibir al sujeto a quien debía ir a supervisar y cerciorarme de que todo estuviese bien. Y, es que no se trataba de un sujeto cualquier. No. éste, provenía de otra época y mi misión era insertarlo en la sociedad paulatinamente. Recé para que el capitán América se tomase todo con calma. No me podía imaginar el sufrimiento del pobre hombre al saber que estuvo setenta años congelado en el hielo para luego despertar en un mundo totalmente diferente.

Caminé por el largo pasillo con mi atuendo ambientado en los años cuarenta. Una falda, una blusa y un peinado que recreaba a las enfermeras de aquellos años. Un par de agentes me escoltaron hasta llegar a la habitación simulada en donde se encontraba el sujeto de interés. Pedí que me esperaran afuera y entraran siempre cuando la situación se saliera de control. De todas formas, uno de ellos me hizo entrega de un pequeño aparato que me serviría para dar aviso sobre mi estado.

Respiré profundo y entré.

El sujeto yacía sobre la cama, sentado y observando desorientado a su alrededor. Creí que era debido al letargo de su organismo pues, era imposible que no reconociera el lugar en donde estaba; un hospital de los años cuarenta. Una radio antigua descansaba sobre una cómoda en un rincón, trasmitiendo un partido de béisbol de aquellos años. Una ventana un poco más al centro, en donde se podían ver estructuras de las calles de New York perfectamente simuladas. Sin embargo, el capitán parecía no creer nada de ello.

Se levantó y a paso firme y amenazante me encaró pidiendo saber dónde estaba.

—En el hospital de New York. —Le respondí tratando de no entrar en pánico. El sujeto me doblaba la estatura y, por su ceño fruncido creí que reaccionaría de la peor forma.

—¡No me mientas! ¡Yo estuve en ese partido hace años atrás! —Dijo exasperado. Se acercó a mí y tomando de mis hombros me zarandeó para que le dijese la verdad.

—Es la verdad. —Insistí asustada. Recordé el aparato que me habían hecho entrega los agentes con anterioridad. Presioné tres veces el botón y de inmediato entraron a la habitación para auxiliarme. El capitán me soltó y retrocedió un par de pasos.

Los agentes intentaron reducirlo, pero el capitán, audaz, logró derribarlos contra la pared tras de él. Ésta se rompió dejando toda la fachada al descubierto. Esto no le gustará a Fury, pensé mientras observaba al capitán correr fuera del lugar.

Se anunciaron por los altos parlantes que el capitán Rogers se escapaba y desde allí, no supe más de él.

No culpaba su reacción. Mientras me iba a casa, pensé en el trauma que el pobre hombre podría adquirir sin una buena intervención profesional. El mundo había cambiado notablemente desde los años cuarenta; grandes edificios decoraban las calles de New York, las personas vestían diferente y sus valores eran de la misma índole. El Capitán Rogers no haría más que sentirse fuera de contexto y, temíamos que sucediera algo con él si ello no se trataba a tiempo. Era la esperanza para SHIELD y el nuevo proyecto que se desarrollaba con el fin de proteger la tierra de peligros externos e inminentes.

Fury me aseguró que había logrado hablar con el capitán antes de dejarlo ir. Claro, SHIELD monitorearía cada movimiento del soldado. Él no estaría solo en ningún momento.

—Está bien, agente _________. —Dijo Fury sentado tras su escritorio. —Lo único que lamentó fue la cita que tenía pendiente hace setenta años.

—¿Crees que estará bien? —Inquirí con una ceja en alto, dudando de aquello. Fury asintió convencido.

—Estará bien, agente __________. Le estaremos monitoreando. —Y dicho aquello, asentí y me retiré de su oficina.

Caminé con lentitud, recordando las palabras de Fury, repitiéndome a mí misma que todo estaba bajo control. Una lástima surgía en mi interior cada vez que recordaba el rostro atónito de Steve. Tuve la misión de vigilarlo un par de veces mientras estaba en su sueño eterno, por lo que, había creado una especie de cariño por aquel hombre sin siquiera conocerlo realmente.

Me pregunté si era normal aquello. Nunca le mencioné nada a nadie; jamás sabrían que me hacía feliz ir y sentarme al lado de su cama, hablarle y observarle mientras dormía.

—Tú. —Me indicó alguien y de inmediato sentí una mano enroscarse en mi brazo derecho. Asustada y lista para atacar, me volteé para enfrentar a mi atacante. Más me detuve en cuanto reconocí su silueta y, por ende, su rostro totalmente pasivo.

—Capitán. —Murmuré. Retrocedí unos pasos, generando el distanciamiento adecuado. —Creí que no lo vería más.

—Mi intención era no volver. —Confesó. — Pero te debo una disculpa. En la mañana no reaccioné de la mejor forma y sé que te asusté. —Suspiró con arrepentimiento. Sus ojos lucían triste. —Quisiera saber si te hice daño...

—No, no lo hiciste. —Mentí. El dolor en mis hombros aún estaba latente en mi piel, figurando los dedos toscos de Steve. —¿Te ha tratado bien New York?

—No es a lo que estoy acostumbrado. —Observó a su alrededor encogiéndose de hombros. —Pero no está nada mal. Me tendré que acostumbrar de todas formas.

—Créeme que lo harás. —Sonreí. Steve sonrió de igual forma y por fin pude ver sus ojos destellar entre la escasa luz que nos otorgaban los focos de los postes.

El silencio molesto entre ambos duró un par de minutos en donde nadie sabía qué decir. Steve se demostraba bastante lejano a todo lo que sucedía a su alrededor, pues no sabía qué comentar y cómo hacerlo. Y yo, no podía dejar de pensar en lo bien que lucía a pesar de tener noventa años.

—No te quiero interrumpir más. —Dijo finalmente. —Un gusto en conocerte...

—_________. —Me presenté. —El gusto es mío, capitán.

—Steve. —Dijo. —Dime Steve.

—Ha sido un gusto, Steve. —Sonreí.

Seguí mi camino sin mirar atrás, rezando para que la vida nos volviera a reunir nuevamente. Crucé la calle siguiente y a mitad de camino me detuve. Giré sobre mis talones y lo vi, de pie sobre la acera, observando el escaparate de una tienda y los televisores detrás de ésta. Un sujeto dando las noticias era lo que le había llamado la atención al capitán.

Me devolví, plantándome a su lado, observando de igual forma el noticiero. Realmente le tomaría tiempo introducirse en la sociedad sin la ayuda de alguien.

—¿Tienes hambre? —Pregunté sin quitarle la vista al locutor de noticias. Pude percatar a través del cristal que Steve asentía. —¿Un café y donas?

—Me encantaría. —Aceptó. 

S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora