41.- Pupilas II (Continuación OS XXXIX)
—¿Preocupada? —Preguntaron tras de mí. Wanda me observaba un tanto apenada. Asentí en respuesta, molesta. —Creo que Steve no te quiso asustar, __________. —Murmuró. Negué rápidamente, en desacuerdo. —Es una misión importante, y sabes que Rogers siempre las tiene que comandar...
—Wanda, me mintió. —Le recordé. La sokoviana arrugó su nariz. —Ha pasado dos semanas. Él me dijo que serían sólo dos días. Y tú sabías que no era así. —Le recriminé. La muchacha frunció sus labios y miró el piso, evidentemente avergonzada.
—Esta misión no era para ti, __________. —Musitó. —Rogers te quería mantener lejos del peligro.
—Ya lo creo. —Carcajeé irónica. Wanda frunció su ceño.
—Aún piensas que Steve...
—¿Me engaña? —Completé su oración, siendo algo obvio para mí. Afirmé casi al borde del llanto. Más me contuve. —Es obvio, ¿no? Me ha evitado, hace lo posible para hacerlo. Y prueba de ello es esto, el hecho de no decirme que la misión dudaría dos semanas.
—Eso no es válido, _________. —Refutó.
—Yo sé que lo hace, Wanda. —Suspiré. — Vi su mirada, sus pupilas... Él no me ama.
Wanda no contestó nada. No hizo más que mirarme con pena y suspirar con pesadez. Claramente, nadie podía entender lo que sucedía en nuestra relación. Rogers se había vuelto frio y muy distante desde la última vez que intimamos. Sus besos ya no eran intensos ni apasionados; sus abrazos dejaron de ser la protección de todas las noches; su presencia, no era más que la de un extraño en mi hogar. Alguien que bien podía ser un buen amigo o hasta un primo muy lejano. Steve ya no sentía nada por mí.
Caminé de un lado a otro, refunfuñando y absorta en mis pensamientos. Quería saber la verdad de su distanciamiento, de su razón para mentirme con respecto a sus misiones. Mi alma era carcomida, de manera voraz ante el sinfín de deducciones y pensamientos tras no obtener una respuesta que me revelara lo que le sucedía al capitán.
—Wanda... —Murmuré. La sokoviana alzó la mirada. Le miré por unos instantes, dubitativa. Necesitaba de su don, pero no sabía si ella me fuese a facilitar la información que necesitaba. Wanda nunca fue de las que se inmiscuyera en las mentes de los demás, a no ser que lo necesitara lo cual, ocurría con nuestros adversarios.
No le quité la mirada de encima, y, como supuse en un momento dado, ella logró decodificar mis pensamientos con tan solo mirarme.
—No, no... —Negó rápidamente. —____________, no quiero meterme a su mente. Por nada del mundo. Tú sabes que ese no es mi estilo.
—¡Pero necesito saber lo que sucede con él! —Gemí desesperada. —Lo amo, Wanda. Y no puedo seguir con alguien que quizás no me ama. Necesito saberlo... Yo...
Nos vimos interrumpidas por la llegada de Tony y Romanoff; los dos personajes nos quedaron mirando con curiosidad. El ambiente entre nosotras era tenso, pero bien supimos cómo desviar la atención a otro tema. Más Tony, con los minutos mencionó que Steve ya estaba en camino junto al equipo a cargo de la misión que le habían asignado. Wanda intercambió miradas conmigo.
En cuanto el capitán logró pisar la torre Stark, me apresuré en alcanzarlo y seguirlo por los pasillos hasta la oficina que utilizaban para notificar a Fury sobre las misiones. Me planteé frente a él y evité que encendiera el proyector.
El rubio, magullado y con un evidente cansancio en su rostro, frunció el ceño.
—¿Dos días? — Cuestioné, molesta.
—La misión se alargó.
—Que patán. —Mascullé entre dientes. —¿Qué rayos te sucede, Steve? ¡Me mentiste! ¡No soy tonta! —Chillé. Mis ojos ardían, mi corazón dolía. —¿Crees que nací ayer, uhm?
—__________, no quiero discutir. Acabo de llegar de la misión, estoy cansado y herido. —Me alejó de su lado con uno de sus brazos. Presionó el botón que le daría paso a Fury de aparecer como proyección.
—Steve...— Musité. El rubio gruño. —Tú no eres así. —Gemí. —¿Qué nos pasó? Me estás evitando...
—Estas exagerando.
—¿Exagerando? —Reí entre lágrimas. Sus palabras, pese a que no eran ofensivas, cumplían con ser hirientes al utilizar un tono de voz que dictaba su desinterés por seguir hablando conmigo. Su actitud era totalmente hostil y ello, era algo que realmente me devastaba enormemente.
Comencé a llorar, desconsolada y asumiendo que nuestra relación ya no tenía reparo. Cuando alcé la mirada para ver al rubio y decir las palabras que tanto me dolían decir, la puerta de entrada se abrió sin ser tocada. Una mujer rubia y de mediana estatura entró con una ligera sonrisa en sus labios que duró poco tiempo. Traiga consigo unas carpetas que iban presionadas entre su pecho y brazos. Le miré extrañada, reconociéndola de inmediato.
—¿Interrumpo algo? —Preguntó Sharon. Miró a Steve, quien negó rápidamente. —Tengo los reportes de la misión... —Le informó. El rubio asintió cortamente. La mujer se acercó a la mesa de escritorio y dejó las carpetas allí, frente al capitán. Observé la escena; mirada fugaz, y una sonrisa que decoró el semblante de ambos personajes.
Me sentí invisible.
La rubia se despidió de mi con un ligero ademán. Cuando abandonó la oficina, mi mirada se quedó en la anatomía de Steve. Me acerqué a él y le analicé.
—Tu mirada habla mucho más que tú, Steve Rogers. —Tragué saliva e intenté no romper en llanto nuevamente. —Mucho más de lo que puedes imaginar. Dime algo, ¿ese día que hicimos el amor, sentiste siquiera algo por mí?
Y le volví a mirar, directo a los ojos. No me vi atraída por la tonalidad azul; le miré sin problema alguno, escudriñándolo, sabiendo que su respuesta terminaría por destruirme. Sin embargo, sabía que el dolor me duraría poco. Me había decepcionado, tenía las esperanzas de olvidarlo en poco tiempo.
Steve realizó un movimiento de cabeza muy sutilmente. Logré captarlo como una respuesta negativa. Dolió, pero supe cómo llevar el sufrimiento en silencio. Al menos, por ese rato.
—Lo siento, ___________. —Logró decir, apenas, pero con sinceridad. Miró el suelo por unos minutos. No hablé, y no hubo necesidad de hacerlo después de lo que se atrevió a decir como una única y destructiva confesión. —Pero me enamoré de Sharon.
Con aquellas palabras incrustándose como centenares de dagas filosas en el centro de mi pecho y, viendo cómo mi mundo se convertía en un agujero negro que no dudó en succionarme, suspiré humillada.
Logré realizar un asentimiento corto, miré por última vez al capitán y como pude, envuelta en la manta negra característica de la tristeza y decepción, salí de la oficina. Me dirigí hasta la salida, ignorando todo a mi alrededor. Estaba llorando, pero no podía sentir mis lágrimas, pero si mi corazón trisarse en pedazos anatómicos, haciendo imposible su reparación.
Desde un principio, debí saber que él se enamoraría de Sharon Carter; la sobrina de su antiguo amor.
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A petición del pueblo, baby! 2° parte C:
Lo sé, soy mala por hacer algo sad. Tuve la necesidad de hacerlo jeje.
Primera vez que pongo a Sharon en un OS, nunca me gustó la idea, no la odio, pero si la envidio
por besar al cap/ Evans >:(
Prometo que el otro OS tendrá smut y será suculento >:)