82.- Interrupción.
Con pereza removí mi cuerpo, acomodando las cálidas sábanas que tiernas me abrasaban. Entreabrí los ojos y parpadeé un par de veces, acostumbrándome a los rayos de luz que ya comenzaban a filtrarse entre la delgada tela de la cortina color purpura. Me quedé unos minutos en la misma posición, observando la nada, pero pensando en que lo más probable, ese día sería otro más sin la compañía de Rogers; sin sus arrumacos; sin sus besos de buenos días.
Me levanté de la cama y automáticamente me dirigí a la ducha. Aún somnolienta, dejé que el agua se deslizara por mi cuerpo, logrando así, sentir un relajo inmediato. Y, es que pensar en lo lejos que se encontraba Steve me entristecía. Sus misiones nunca duraban más de un día o dos. Sin embargo, ésta última prometía demorar más de lo estimado.
No había llamado, ni mensajeado. Por mi bien psíquico debía creer que se encontraba en buen estado y que nada malo le podría suceder. Claro, el Capitán América resulta ser casi inmortal, según varios ciudadanos, pero era exactamente aquello lo que no lograba convencerme del todo. Por alguna razón siempre temía y creía que cada misión que él comandaba sería la última. Sin embargo, la vida era benevolente. Steve regresaba a casa sano y salvo, narrándome con emoción y algunas veces nostálgico, las novedades y cada detalle de la misión ejecutada.
Este día, esperaba que esta vez fuese de la misma forma.
Tomé desayuno y me dispuse a recorrer las calles de New York con el fin de poder despejar mi mente y pensar en otra cosa que no fuese la posible muerte de Rogers. Cuando abrí la puerta, grande fue mi sorpresa al verlo de pie, con un ramo de flores y aquella sonrisa que siempre hacía brillar sus ojos.
—¡Steve! —Chillé y de inmediato salté sobre su regazo y llené su rostro de besos. ¡Lo extrañé tanto! —¿¡Por qué no me has avisado que regresarías!?
—Te quería sorprender. — Besó mi frente. Caminó hacia al interior de la casa, conmigo aún en su regazo, aferrada como si de ello dependiese mi vida. Cerró la puerta tras de él con una ligera patada e incitándome a que me bajara, me arrinconó contra ella.
Me besó con necesidad, y yo no dudé en hacerlo también.
—Te extrañé tanto. —Murmuró entre el casto beso que se deslizó por mi mandíbula y mi cuello. —Te necesito... —Suspiró.
—También yo. —Afirmé, jadeante. —Pero antes, ¿has comido?
—No, pero no me molestaría saltarme la comida. Se me apetece el postre. —Presionó mis muslos. Soltó una risita al percibir el gemido que salió de mi garganta.
—Steve. —Reí. —¿Qué tal la misión?
—Normal. —Se limitó a responder antes de cargarme hasta la habitación. Me recostó sobre la cama y sin esperar se deslizó sobre mi anatomía para seguir besando con más libertad.
Suspiré, dejando escapar una risita de felicidad. Deslicé mis manos a lo largo de su espalda, sobre el traje de combate que aún llevaba puesto. Deseé que hubiera llegado con ropa normal. Por lo general, el traje me era difícil desprenderlo de su cuerpo sin su ayuda.
Palpé su traje y busqué una forma de sacárselo con dignidad.
—Steve, para la otra tienes que llegar con ropa normal. —Pedí y éste rio. —Sabes que tu traje es difícil de sacar.
—Lo prometo. —Comenzó a desprenderse de la parte superior de su traje sin ningún problema. Aquello me dio el tiempo necesario para desprenderme de la mía. Tomé el borde de mi polera y la deslicé por sobre mi cabeza. Luego mi pantalón y finalmente ayudé a Steve a sacar el resto de ropa que le quedaba. Todo aquello, voló en algún lugar de la habitación.
Su cuerpo volvió a juntarse contra el mío y por fin pude sentir la piel de su torso contra mis pechos y abdomen. Su calidez era todo lo que necesitaba para sentirme completa; sus besos y susurros que no cesaban en ningún momento, proporcionándome la excitación necesaria para mantenerme bajo su merced.
Ese día quería experimentar algo distinto. Sujeté el rostro de Steve y detuve los próximos besos que daría alrededor de mi rostro. El rubio frunció el ceño.
—Quiero hacer algo diferente. —Pedí. Steve asintió mostrándose interesado por mi propuesta. —Quisiera ir yo arriba. —Y noté mis mejillas arder al terminar mi enunciado. Steve sonrió, aceptando mi petición. Tomó mi cintura y me giró junto a su cuerpo a un lado, posándome sobre él.
Realmente la sensación de obtener el poder era magnífica. Sonreí pícara, inclinándome sobre su pecho y repartiendo pequeños besos por su abdomen tonificado. Él soltaba jadeos y pequeñas risitas que denotaban lo bien que lo estaba pasando, siendo yo la que proporcionaba ahora las caricias candentes.
Dirigí mis manos hacia el borde de su ropa interior y él de inmediato soltó un gemido ronco, aquel que logró remecer cada célula inmersa en mi cuerpo. El roce de mis dedos en su miembro no hizo más que hacerlo gemir y pedirme que tuviese compasión. No pude evitar reír.
—Te comunico que tú también hacer lo mismo, Steve Rogers. —Le recordé. Saqué mi mano de su ropa interior y la dirigí hacia su pecho, palpando nuevamente esa exquisita sensación de poder ser la afortunada de tocar todo lo que quisiera.
Decidida a sacar lo último que quedaba de su ropa, tomé su prenda. Mi cuerpo lo pedía y explotaría en cualquier momento si seguía jugando a ser cruel con él. Fue cuando sentimos aquel sonido que, muchas veces había sido el que interrumpía los mejores momentos que con Steve podíamos tener; el celular.
—N-no —Pedí. Sujeté su torso con mi mano, evitando que se levantara. —Steve, recién has llegado. No te vallas. —Volví a pedir, con voz suplicante.
El sonido seguía expandiéndose en el interior de la habitación. Steve sujetó el aparato una vez lo encontró bajo la cama y observó la llamada entrante. Por su rostro, supuse que era algo importante.
Me bajé de su cuerpo y me recosté a su lado. Un resoplido frustrado salió de mi boca y Steve no dudó en besarme como consuelo.
—Siempre lo mismo. —Recriminé.
—Amor, tengo que ir. —Murmuró apenado. El aparato seguía emitiendo aquel molesto ruido. —Prometo recompensarte. — Bufé. Después de todo no podía enojarme con él. No podía.
—Te cobraré la palabra. —Advertí. Steve se levantó de la cama y buscando ropa cómoda en el closet, se vistió para ir a la torre Stark. —Steve... —Llamé antes de que se fuera.
—Dime. — Se detuvo en el umbral de la puerta. Dios, pensé. ¿Cómo podía ser tan perfecto?
—Te amo. —Sonreí entre un suspiro casi agónico, presa de un miedo ligero.
—Yo también, hermosa. —Afirmó, regalándome una de sus mejores sonrisas.
Me volví a recostar sobre la cama, sintiendo a Steve abandonar nuevamente la casa. Centré mi vista en el cielo raso y suspiré abrumada.
Debía decirle, de alguna manera, que en mi interior un ser se comenzaba a desarrollar.
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Tengo tantas idea, pero no sé como plasmarlas para que queden lindas JAJAJAJA
Estoy perdiendo el don ah. Terrible men
En fin, espero que les guste. Lo tenía hace tieeeeeeeeempo.
Voy a hacer uno inspirado en Endgame. Aún no logro superar la película :') Imposible con tremendo final.
¡Amor para todas <3!