XLIX - Steve Rogers

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49.- Are you sure?


—Romanoff. —Susurré, golpeando su rostro con suavidad. La espía no reaccionó hasta el tercer golpe, donde tosió desesperada. —Tenemos que huir antes de que nos encuentren. —Avisé, la rusa asintió, siguiendo mis pasos a un lugar mejor.

El plan se salió de control una vez fuimos detectados por agentes de HYDRA en una misión que ambos llevamos a cabo. Éramos nosotros contra miles de agentes que se dividían entre SHIELD y HYDRA; nadie sabía para quien trabajaba, no podíamos confiar en nadie más que sólo en nosotros dos.

—¿Tienes algún plan? —Inquirió la rusa mientras verificaba su brazo el cual, había sido herido por el rose de una roca en cuanto enviaron los misiles a aniquilarnos dentro de la base en la que nos encontrábamos. —No podemos confiar en nadie, Steve. —Me dijo. —Sólo somos tu y yo desde ahora.

—Te equivocas. Si podemos confiar en alguien.

Y tomando de su brazo, le ayudé a caminar hasta la casa de ____________. La mujer en la que sabía podía confiar.

El camino fue agotador; no contábamos con nada que nos pudiera aproximar lo más rápido posible a su hogar. Eran altas horas de la noche y, podía inferir que _________ ya se encontraba descansando para laburar dentro de las horas siguientes.

—Entonces... —Dijo Nat. —¿Estás seguro que puedes confiar en esa tal _________? —Indagó. —¿Cómo sabes que no la han contratado para que te siguiera, uhm? —Su postura era totalmente escéptica, se rehusaba a visitar la casa de la joven.

Fue allí donde tuve que confesar que con ___________ nos conocimos en un museo, hace meses atrás, casi un año. Nat rio pícara y yo no pude evitar sonrojarme.

—Es una buena amiga. —Aclaré. Nat rio ligeramente con sorna. —Sé que puedo confiar en ella.

—Te gusta, ¿no?

—La estimo.

—Te gusta. —Afirmó y rio. —Steve, no hace falta que lo niegues. Hablas de ella como si fuese ya tu novia. La admiras, la quieres. —Se encogió de hombros. —Y es normal. Aprovecha, Rogers, aún eres joven, aparentemente. Y no estaría mal que la invitaras a salir después de esto.

—Sí la he invitado a salir. —Musité.

—Como amigos. —Dijo la rusa, y yo miré el suelo, avergonzado. —Me lo imaginé. Eres lento, Rogers. Te puedo ayudar, si quieres.

—Natasha... —Suspiré. —Primero lo primero, ¿sí? después me arreglas citas.

La espía soltó una risita divertida, golpeó suave mi espalda y seguimos caminando. Esta vez, en completo silencio.

El hogar de __________ se encontraba entre casas del mismo diseño, todas alejadas de la ciudad, del ruido y del peligro. Me acerqué a la puerta y toqué tres veces, como solía hacerlo. Ella sabía perfectamente de quien se trataba.

El lugar permanecía con las luces apagadas, hasta que un pequeño indicio de iluminación se filtró por la cortina que cubría la entrada de su hogar. Su silueta se encaminó hasta la puerta y la abrió, dejando ver su anatomía cubierta sólo por un camisón que le llegaba hasta la altura de sus rodillas. Tragué saliva, erguí mi cuerpo y sujeté con más fuerzas el cuerpo de Romanoff, quien parecía que se desmayaría en cualquier momento.

—¿S-steve? —Frunció su entrecejo, observándonos curiosa.

—___________. —Murmuré. —Siento si he llegado a esta hora y sin avisarte. Pero necesito tu ayuda. —La muchacha permaneció muda por unos segundos, decodificando mis palabras en su mente somnolienta.

S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora