LII - Chris Evans

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52.- Premio Doble II


La noticia sobre nuestros gemelos —o mellizos—, como era de esperar, nos había aturdido a ambos. No había noche en la que no soñara con dos niños a mi cargo, pequeños y revoltosos. En algunos sueños ambos lloraban y yo no sabía qué hacer para calmar sus llantos. Aquellos lloriqueos me lograban despertar a mitad de noche, un tanto agitada. Por costumbre, buscaba entre las sábanas el cuerpo de Chris para poder refugiarme en él y seguir durmiendo, pero éste, no se encontraba allí. Habían pasado cuatro meses en donde busqué a Evans en vano.

Siempre me llamaba con la excusa de que la gira se aplazaba cada vez más, lo cual, me llamaba la atención. Pensé, muchas veces, que él ya no quería ser parte de mi vida, que se había arrepentido de estar a mi lado ahora que la responsabilidad se le duplicaba.

—Tienes que entenderlo. —Me decía Olsen, cada vez que me llamaba para saber mi estado. —Uno espera tener un hijo, no dos al mismo tiempo. ¡Imagínate! ¡Dos! —Exclamó. —¿Qué haces con dos niños que lloran al mismo tiempo? —Se cuestionó para ella misma. Suspiré. En cierto modo, Elizabeth tenía razón. —Paciencia, ___________. Chris te ama, de eso no hay duda alguna. Pero debes entenderlo, la noticia lo ha descolocado. Debiste ver su rostro cuando le diste la noticia... —Rio divertida. —No era él, definitivamente.

Y así como me llamaba Elizabeth, también lo hizo Johansson, Stan y Mackie. Todos mencionándome que Evans, aún trataba de decodificar la noticia.

Ciertamente, un día que regresé a casa después de hacerme la ecografía mensual, me pareció extraño ver la luz encendida del living. Más, aquella impresión se esfumó cuando pensé en que Chris había llegado de su viaje. Introduje la llave en la cerradura y, como lo creí, él se encontraba de pie, observándome atentamente. Su mirada recorrió mi anatomía de arriba hacia abajo, casi sin creer que, la que se encontraba allí, era yo.

—Tanto tiempo. —Murmuré, casi al borde del llanto. Tragué saliva, y con ello también mis lágrimas. —¿Qué tal la gira?

—Sé que estás molesta... —Dijo, apenas.

—Lo estuve, no te lo niego... —Me encogí de hombros. Caminé hasta la cocina y Chris siguió mis pasos. Abrí la boca para seguir hablando, pero enmudecí al percatarme de que las palabras que diría, saldrían temblorosas. Preferí no decir nada.

Chris lanzó un suspiro, afligido.

—Cariño... —Murmuró el rubio, mordiéndose el labio, inquieto.

—¿Ya no me amas? —Murmuré, en un tono de voz, apenas audible. —¿Chris, ya no me amas?

—Te amo, hermosa. —Gimió. —Los amo, a los tres...

—¿Entonces? —Musité. —¿Por qué no me llamabas como antes?

—Porque tenía miedo. —Confesó, cabizbajo. —Tuve miedo, _____________. Es estúpido, lo sé. Los niños me encantan, de verdad que sí, pero nunca creí que íbamos a tener dos pequeños al mismo tiempo. Digo, uno es responsabilidad, ¿pero dos? — Pese a que quería mantenerme seria, no pude evitarlo. Reí junto a Chris al imaginar lo que nos esperaba en el futuro. Me acerqué a Evans y le abracé. —No te quiero perder, cariño. Y menos por mi idiotez. Debí llamarte más seguido y hacer lo posible para estar contigo. Me dejé llevar por el miedo... —Musitó.

El rostro de Evans se escondió en mi cuello, murmurando una y otra vez "perdón". Me alejé unos centímetros de él y tomé su rostro entre mis manos.

—Estamos juntos en esto, Chris. —Le dije, y besé sus labios.


******


Un llanto a lo lejos logró despertarme de forma inmediata. Me removí entre las sábanas y palpé el hombro de Chris. Éste se movió y emitió un sonido, como un rugido somnoliento. Volví a palpar su hombro, atreviéndome también, a mecerlo.

—Es tu turno, amor. —Murmuré, entre dormida.

—Ayer fui yo. — Respondió, adormilado.

—Eso fue antes de ayer. —Chris hundió su rostro en la almohada y suspiró con pesadez. —Ve antes de que despierte a su hermano. —Musité. Chris encendió la luz de la lámpara y se levantó de la cama. A tientas dio con la puerta de nuestra habitación y desapareció entre la oscuridad que le seguía al exterior.

—Ya voy...Ya voy. —Sentí la voz de Evans a lo lejos. Cerré los ojos nuevamente y atenta, esperé a que el llanto cesara. Más, se incrementó con el paso de los minutos. Ya no era uno quien lloraba, eran los dos.

Me levanté al percibir que Chris necesitaría ayuda. Derrotada, arrastré mis pies hasta el dormitorio siguiente, uniéndome a Chris en un acto por detener el llanto de ambos pequeños. Tomé a Ethan entre mis brazos y lo acuné mientras le tarareaba una canción. Chris tomó a Emma y comenzó a caminar de un lado a otro, aún somnoliento, entre bostezos.

—Quizás tienen hambre. —Dijo Evans, volviendo a bostezar. Negué en respuesta. —Entonces necesitan que los muden...

—En ese caso... es tu turno. —Y esbocé una sonrisa, casi socarrona. Chris se quejó y yo no hice más que reír. —Amor, esto es trabajo en equipo. Ayer fue mi turno, yo los atendí mientras tú dormías. —Reí. Dejé a Ethan en su cuna mientras buscaba la muda y le hacía entrega de ella a Chris. El rubio me fulminó con la mirada, pero yo volví a reír. —Te amo... —Le lancé un beso al aire. —Te espero en la cama...

Me volví a recostar, pero me mantuve atenta ante cualquier grito de ayuda de Evans.

Tres meses desde la llegada de los mellizos a nuestras vidas y, debo decir que todo había cambiado para nosotros. Se habían acabado las reuniones con nuestros amigos, esas reuniones que muchas veces se convertían en fiestas nocturnas. Se habían acabado las ocho horas de sueños seguidos, y el bienestar durante la mañana al saber que habíamos dormido las horas correspondientes. No era extraño vernos con ojeras durante la mañana cuando debíamos realizar los quehaceres cotidianos. Pero, pese a ello, tener a los mellizos en casa, recompensaba todo el cansancio.

Si, definitivamente, era difícil criar a dos criaturas, y por ello mismo, Chris tomó vacaciones para ayudarme y no perderse el proceso de desarrollo de nuestros hijos. No quería cometer el mismo error que hace meses atrás, cuando su temor a enfrentar las cosas le privó por cuatro meses los primeros latidos de sus corazones y parte del desarrollo dentro de mi vientre.

—Creo que, por mudarlos, merezco una recompensa. —Me dijo Chris cuando volvió a acostarse. Sus brazos me atrajeron a él, no dudó en voltear mi cuerpo y dejarme justo frente a él.

—¿Recompensa? —Alcé una ceja, burlona. —Con tu deber cumples, Chris. —Reí. Chris realizó un puchero. —Por cierto, haces un buen trabajo...

—No me darás ninguna recompensa? —Inquirió. Negué divertida. —¿Ni por ser el mejor padre, guapo y atento? —Volví a negar. Evans resopló, más, mi negación no impidió que su mano comenzara a juguetear bajo mi camisa.

—¿Te quieres arriesgar a tener dos hijos más, Chris? —Inquirí, con una ceja en alto.

—Descuida, que esta vez usaré protección. —Besó mi cuello. Lancé una risotada, y me dejé acariciar por sus manos expertas. Sin embargo, como era de esperar, Evans detuvo toda caricia cuando, a lo lejos sentimos un nuevo llanto. Nos miramos y ambos lanzamos un suspiro pesado.

—¿Piedra, papel o tijera? —Propuso Chris.

Esbocé una sonrisa y negué divertida.

Sin duda alguna, tener a los mellizos en nuestras vidas iba a ser una gran aventura, digna de ser relatada. 

S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora