LXVIII - Chris Evans

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68.- Eres 


Cuando abandoné la casa durante la mañana, me fui con la agria sensación del comienzo de un fracaso en pareja con Chris. Habíamos discutido, y debo decir que había sido la riña más devastadora que habíamos tenido. En sus ojos pude ver la rabia que le daba al ver que yo no me quedaba callada ante lo que él manifestaba por defender su lealtad como novio. Pero no le creía.

Y es que las fotos eran claras. Él estaba al lado de una mujer, abrazándola y con un acercamiento que dejaba mucho que pensar.

Es una amiga, me decía. Pero yo no le creía. A sí que, cegada por la rabia y la decepción de ver lo que la foto me mostraba, abandoné nuestro hogar sin nada más que decir. Mis lágrimas lo decían todo en ese momento.

No logré, lógicamente, concentrarme en mi trabajo. Me sentía mal; la foto rondaba en mi mente, y la podía ver incluso teniendo los ojos abiertos. Estaba allí, frente a mí; hacia donde mirase, la fotografía aparecía.

Agradecí, sin embargo, que nadie me preguntara nada respecto a la fotografía. Todos actuaron normales, Johansson me habló de su pequeña y las primeras palabras que había dicho el día anterior; Olsen me comentó sobre su nueva conquista y Downey se acercó a mí sólo para pedirme ayuda. Le quería obsequiar algo a Susan y el pobre hombre no sabía qué regalarle. Evans no grababa ese día, lo que fue favorecedor en cierto modo. Me daba la posibilidad de aclarar mis pensamientos sin siquiera tener que verlo y sentir molestia.

Regresé cuando ya no daba más. Mi pecho dolía, la presión se hacía cada vez más fuerte a medida que los segundos pasaban, ocasionándome un agujero invisible pero doloroso en el centro de mi anatomía. Era como si la bala de un cañón hubiera dando contra mi cuerpo, haciéndolo añicos, como si se tratara de un cristal.

Entré a la casa y caminé por el corredor que daba dirección al living. Es ahí donde comienzo a sufrir los dolores característicos que mi corazón deja en mi pecho producto de sus desenfrenados latidos. Quise gemir, pero sólo lograron salir mis lágrimas. Más mi llanto, era mudo y doloroso al presionar mis cuerdas vocales.

Chris se encontraba durmiendo sobre el diván, con Dodger a su lado. Ver aquella imagen había superado mi día; la perfecta imagen de Chris durmiendo plácidamente, esperando, seguramente mi llegada, me había hecho sentir mal pues, las palabras que había utilizado durante la mañana no habían sido del todo amigables.

¿Y si era realmente una amiga la muchacha de la foto? Me cuestioné entre el sinfín de emociones que sentía al contemplar su anatomía al lado del can. El dilema comenzó a desgastarme mentalmente, y es ahí, entre el sinfín de pensamientos que tengo, que me dieron deseos de lanzarme a su cuerpo y besarlo. Porque lo amaba mucho más que a cualquier ser humano relacionado con mi vida, y ello no lo podía negar.

La fuerza con la que reprimo las lágrimas hacen que suelte un gemido que delata mi presencia. Dodger se levantó rápidamente, pasando por sobre su amo para poder llegar hasta mis pies. Se paró sobre sus patas traseras y esperó a que acariciara su cabeza, como solía hacerlo cada vez que llegaba del trabajo.

Chris medio somnoliento me saludó con un tono de voz apagado. Le devolví el saludo y nos quedamos en silencio. Más, di palmaditas en el lomo del can y caminé hasta nuestra habitación. Dejé mis cosas sobre la cama, me dirigí hasta el closet y hurgueteé entre la ropa en busca de algo cómodo para ponerme.

—¿Vas a dormir? —Me preguntó con voz tenue. Estaba calmado. Volteé y me encontré a Chris de pie en el marco de la puerta, rascándose tras la nuca con bastante nerviosismo. Asentí. —¿Dormirás aquí? —Volví a asentir.

S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora