54.- baby, i love you.
Un ruido en el primer piso llamó mi atención. Observé la hora. Las 6:30 de la mañana. Pensé en Chris, pero descarté la idea en cuanto recordé que él llegaría durante la próxima semana. Sin embargo, me levanté al sentir más ruidos. Esta vez, provenientes desde la cocina.
Bajé sigilosa, guiada por un haz de luz lejano. Éste me permitió ver un par de maletas en el suelo, dándome a saber que, efectivamente era Chris quien se encontraba en la cocina, hurgueteando entre los vasos que contenía uno de los muebles.
Habíamos discutidos por celular horas atrás. Sus palabras volvieron a mi psiquis, lo que me impidió correr a él y abrazarle mientras le mencionaba lo mucho que lo había extrañado.
Su trabajo le demandaba demasiado tiempo entre viajes y entrevistas en diversos países a los que era invitado. El capitán América era un personaje que todos amaban, incluso nuestro pequeño, quién ya tenía la noción de quién era realmente su padre en el mundo cinematográfico.
Me sentía sola, y me aterraba sentir, muchas veces, a Chris como un extraño en mi vida; alguien que llegaba a casa como un invitado y no como el padre de mi hijo.
Chris volteó una vez obtuvo lo que buscaba, topándose con mi anatomía apoyada en el marco de la puerta, observándolo.
—¿Hace cuánto estás allí? —Me preguntó mientras se encaminaba hasta la cafetera.
—No mucho. —Respondí. Entré a la cocina y me senté en una de las sillas mientras él preparaba su café. —No creí que fueses a llegar hoy. —Murmuré.
—Rechacé algunas entrevistas. —Anunció, serio y con voz molesta. Afirmó su cuerpo contra uno de los muebles y allí se quedó, bebiendo su café, sin siquiera mirarme. El ventanal frente a él parecía mucho más interesante. —¿Y John?
—Durmiendo.
—¿Durmiendo? —Cuestionó molesto. Esta vez su mirada se posó en mí mientras fruncía su entrecejo denotando desazón. —Se supone que tiene que ir al jardín...
—Hoy no irá. —Espeté. —Ha tenido indicios de un resfriado. Temo que se resfríe si lo envió al jardín.
Chris negó cortamente, dejó su café a un lado y se cruzó de brazos.
—¿Quién paga el jardín? —Interrogó y por el tono de voz utilizado, supe que la sangre de Evans hervía en su interior. —No estoy pagando el jodido jardín para que falte a clases cuando quiera, ________.
—¿A sí que ahora te importa nuestro hijo, uhm? —Bramé. —¿Lo llamaste cuando te pidió que lo hicieras? —Interrogué. Chris apretó su mandíbula en señal de ira. —¿Lo intestaste al menos?
—Estaba ocupado.
—Bastaba con que lo llamaras cinco minutos, Evans. —Gruñí. —¡Cinco minutos de tu estúpida vida, Chris! No lo hiciste. —Le reproché. —No sabes las noches que pasé en vela por calmar su llanto mientras pedía ver a su papá. —Mascullé entre dientes, iracunda. — A sí que no me vengas con sermones, Chris, eres el menos indicado para decirme cómo debo criar a mi hijo.
—Es mi hijo también. —Gruñó
—¡Y se siente como si no lo fuera! —Chillé, al borde del llanto. —¡Si ya no nos quieres en tu vida, será mejor que seas sincero y termines con esto de una buena vez!
—¡¿Es lo que quieres?! —Alzó la voz y golpeó la mesa con fuerzas, causando un estruendo por toda la casa. La taza con café que tenía en sus manos cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos, esparciéndose por todo el suelo. Retrocedí asustada ante la transformación hosca de su rostro y el negro de sus ojos remplazando el azul. —Te he dado todo, _________. ¡Pero tú no te conformas con nada! ¿Hasta cuándo me seguirás molestando? ¡No te soporto!