XV - Steve Rogers

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15.- In fraganti

Era temprano por la mañana cuando sentí que la puerta de mi habitación se abrió y se cerró estruendosamente. Con la toalla envuelta en mi anatomía, salí del baño para ver quién osaba entrar de aquella manera a mi recámara. Grande fue mi sorpresa cuando vi el cuerpo de Steve sentado en la orilla de mi cama, inquieto.

—¿T-te sucedió algo? —Inquirí. El rubio se mordió el labio y observó mi anatomía de arriba hacia abajo. Me rebosé aún más con la toalla, cohibida por tan voraces ojos azules. —Steve... —Murmuré.

—Te necesito, bonita. —Musitó. Alcé una ceja y solté una carcajada. —Es enserio.

—Ese no es tu estilo, Rogers. —Reí. Caminé hasta el closet y abrí la puerta de par en par en busca de vestuario limpio y holgado. —Ve y date una ducha con agua fría. —Le recomendé con sorna. Steve bufó.

—Amor...

—Steve. —Suspiré. —¿Qué gano yo, uhm?

—A mí, eso está claro. —Sonrió amplio, mostrando su perfecta dentadura. Solté una carcajada ante su respuesta. Steve podía llegar a ser muy "Tony" si se lo proponía. —¿Qué dices? Además, no vi a nadie en el complejo. —Se encogió de hombros.

—Bueno, si no hay nadie... —Me acerqué a él y lo tomé del borde de su polera. —Mi respuesta cambiaría a una totalmente positiva para ti. —Sonreí coqueta. Lo empujé sobre la cama y me subí sobre él. Steve soltó una risita juguetona, dirigiendo sus manos hasta el borde de la toalla que aún cubría mi anatomía. Las tomé y evité que la sacara. —Cariño, vas muy rápido. —Sonreí.

—L-lo siento. —Sonrió cohibido. Me incliné y lo besé mientras mis manos viajaban por debajo de su polera. Toqueteé su abdomen, duro y bien trabajado, deseando despojar su prenda de aquella área. No tardé en hacerlo y recorrer con mis labios su torso. Steve jadeó, tensando sus músculos como respuesta a mis besos pasionales.

—¿Me amas? —Interrogué mientras mis manos viajaban esta vez al borde de su pantalón deportivo. Steve asintió rápidamente. Inclinó la parte superior de su cuerpo para ver lo que estaba haciendo con mis manos. Se mordió el labio y gimió tras sentir mi toqueteó travieso dentro de su vestimenta. —No te escuché.

—S-sí. —Cerró los ojos con fuerzas, dejando caer su espalda sobre el colchón de la cama. Reí airosa. Sus manos volvieron a viajar hacia la toalla y esta vez dejé que la desprendiera de mi cuerpo. Sus ojos volvieron a recorrer mi anatomía y ello realizó un ligero estremecimiento en mis extremidades.

Ahora era él quien, con un movimiento rápido y certero, se posicionó sobre mí, acomodando mis piernas a su alrededor mientras besaba mi cuello con desenfreno y ansias. Me dejé llevar por sus caricias y susurros en mi oído; gemí y suspiré por cada toqueteó candente. Aquello me estaba aproximando a mi orgasmo y yo lo único que quería era disfrutarlo en conjunto con él.

Steve lo entendió. Él entendía muchas cosas con tan solo mirarme a los ojos. Realizó un leve asentimiento y cesó sus caricias. Se dedicó a besarme y a susurrar palabras colmadas de afecto en mi oído.

—Amo tu aroma. —Murmuró en mi cuello, restregando su nariz fina y respingada por aquella área. —Tu piel. —Mencionó. —Tu voz. Tus jadeos...

—S-steve. —Gemí. Sujeté su rostro entre mis manos y lo besé. Necesitaba liberar la tensión en mi interior de una buena vez. Bajé su pantalón con mis manos y el resto lo bajaron mis piernas. Se posicionó sobre mí y embistió lento en mi interior. Ambos, en conjunto, soltamos un leve gemido.

Sus caderas y las mías se movían a la par. Eran movimientos suaves, llenos de cariño y reciprocidad. Gemí su nombre y me retorcí bajo su cuerpo, deseando más de sus besos y movimientos vehementes.

Estábamos embelesando, demasiado como para sentir la puerta abrirse y escuchar al intruso entrar y encontrarnos en pleno acto. Sólo su expresión nos sacó de transe y nos obligó a soltar un grito sorpresivo.

—¡Oh Mierda! no podré dormir hoy. —Chilló Sam, tapándose los ojos y volteando su cuerpo hacia la pared para no ver nada. —Pongan un letrero fuera de la habitación, par de estúpidos. —Volvió a quejarse.

—¡Se supone que no había nadie! —Le reprendí a Steve, quien tomaba su ropa rápido para vestirse.

—¡Pero si todos salieron! —Contestó Steve, exasperado.

—Ya ven que no todos salieron. —Dijo Sam esta vez. —Te lo tenías guardado, Steve. —Soltó una risita divertida. —El capitán Rogers y la muchachita de Queens. —Y volvió a reír. —Te podrían llevar preso, Steve. Esto es pedofilia.

—Sam. —Le reprochó Steve. —¿Qué quieres?

—Necesito a _________. —Rio, girando sobre sus talones para ver a Rogers. —Quería pedirle un favor. —Y sin quitar su sonrisa de sus labios, elevó sus cejas una y otra vez con evidente sorna. —Sabía que había algo extraño entre ustedes dos. Esas miraditas cómplices lo decían todo.

—Sam, a lo que viniste. —Rodeé los ojos.

—¿Me acompañas al centro comercial? —Alcé una ceja, confusa. —Es el cumpleaños de mi novia y no sé qué regalarle. Supuse que tú, siendo mujer, sabrías qué le podría gustar.

Alcé una ceja.

—¿Te refieres a la muchacha de recepción en donde trabajabas? —Aludí a la muchacha quien, tenía entendido, traía vuelto loco a Falcon. El moreno asintió. —Pero ella no es tu novia. Que yo sepa.

—Si lo es. —Replicó. —Lo que pasa es que ella aún no lo sabe. —Se mordió el labio, cohibido. Steve lanzó un suspiro pesado a su lado. —¿Qué dices? ¿Me ayudarás?

—¿Y qué gano yo si te ayudo? —Murmuré.

—Mi silencio. —Ofreció de inmediato y miró a Steve. Éste último presionó el puente de su nariz, frustrado mientras Sam volví a reír. —Ya saben, asumo que el resto del equipo no saben que ustedes dos... fondue. —Y volvió a reír. —Aun no puedo creer que yo sea testigo ocular de todo esto. —Carcajeó.

—Que idiota. —Masculló Steve.

—¿A qué hora quieres que te acompañe? —Suspiré.

—Esta tarde. —Me guiñó un ojo. —¿No te importa que me la robe unas horas? —Le preguntó a Steve. Este negó con el ceño fruncido. —Perfecto. —Sonrió el moreno y se retiró de la habitación con nuestra dignidad en su poder.

—Bueno, da igual. —Le dije a Steve. —El equipo lo sabrá de alguna forma. Estoy mentalizada para recibir las burlas de Tony. —Sonreí irónica.

Steve rio.

—También yo. —Suspiró y esbozó una sonrisa. Se acercó hasta mí y besó mis labios con ternura.

Teniendo a Rogers a mi lado, no había absolutamente nada que me importara más que nuestro amor mutuo. 

S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora