46.- Stress
Cansada y sin ánimos, lancé un suspiro y me mentalicé para seguir con mi trabajo en casa. Era uno de esos días en donde las ganas de llorar crecían en mi interior tras el estrés que se ramificaba por mi anatomía con el pasar de los minutos. Quería llorar a mares, pero no podía estando en el colegio, frente a los niños que atendía.Mi preocupación muchas veces se veía desbordaba por la desesperación de terminar más de veinte informes al día y, cuidar que en casa las cosas marcharan adecuadamente. Llamaba a quien estaba a cargo de mis hijos cada quince minutos para saber sobre su estado, si habían llegado del colegio, si habían comido o si estaban haciendo sus deberes. Cosa que no estaba bien pues, siendo psicóloga debía saber cómo manejar mi estrés.
Cuando llegué a casa, aparqué el auto en el porsh y bajé casi arrastrando los pies en el suelo. Sonreí a un par de vecinos que caminaban fuera de mi casa y entré a mi hogar, encontrando todo en perfectas condiciones. La casa estaba ordenada y la mesa lista para cenar. Sin embargo, el silencio y la llamativa decoración en el living, me llamó la atención.
—¿Andy? —Llamé a la mujer encargada de mis pequeños. —¿Niños?
—Ejem. —Un carraspeo me hizo brincar. Giré y sonreí al ver a Chris apoyado en el marco de la puerta de la cocina con una rosa en su mano. —Hoy los niños no estarán con nosotros. —Informó. Se acercó y atrapó mi anatomía entre sus brazos fornido y me apegó a él. Hundió su rostro en mi cuello y depositó ligeros besos en el área. Estaba en casa, finalmente.
El abrazo que me proporcionó Chris fue el que gatilló a que comenzara a llorar; quise retener el llanto inminente, pero no lo logré. Era tanta la presión que sentía en mi pecho que, lo único que quería era deshacerme de él y llorar. Chris lo entendió, por lo que no emitió palabra alguna, sólo me abrazó y acarició mi cabello con aire consolador.
Besó mi mejilla y labios, para luego susurrarme cosas tiernas y, que de alguna manera me ayudaron a mantener la calma.
—Tranquila, preciosa. Estoy contigo. —Murmuró y sonrió. Retiró una lágrima rebelde de mis mejillas con la yema de su dedo índice y optó por besarme. —¿Mejor?
—Mucho mejor. —Afirmé entre risitas mezcladas entre sollozos.
—Estas muy tensa...—Dijo y posó sus manos en mis hombros y comenzó a masajear. —¿Te parece si comemos y luego nos entretenemos en otra cosa? — Preguntó; su tono de voz me figuró ser rijoso, algo que me hizo reír. Negué entre risitas y me alejé de él. Tenía claro que esa noche no podía enfocarme más que en los informes que debía terminar.
—No puedo, cariño. Tengo trabajo que terminar aún. —Suspiré. Me senté frente a la mesa y tomé un sorbo de vino que yacía en una de las copas servidas.
—Cariño... —Musitó, volviendo a masajear mis hombros. Besó mi oreja, y dio una ligera mordidita en ella. —Te lo digo en serio, deja todo lo que tengas que hacer para mañana. Esta noche es sólo para ti. Estas estresada, Andy me llamó y me dijo que necesitabas ayuda. —Rio suavecito. —Y yo de verdad te quiero ayudar.
—Los informes, Chris...
—Mañana los haces. —Reiteró. —Ahora, ven... —Tomó de mi mano y me jaló a su lado. Con fingida molestia seguí su camino hasta el baño en donde pude percibir un olor a flores; observé la tina. Miré a Chris y no pude evitar morderme el labio, excitada por sentir la calidez del agua.
Me desvestí y me sumí en el agua; Solté un ligero gemido placentero tras sentir el agua tocar mi anatomía. Apoyé mi espada en contra del respaldo de la loza y cerré los ojos, dejándome llevar por las suaves caricias que Evans me proporcionaba.
—¿Me quieres contar cómo te fue en tu día? —Preguntó Chris mientras enjabonaba mis brazos. Asentí cortamente.
—El día prometía ser bueno, sabes. De hecho, lo fue, hasta la tarde, cuando tuve que retirar a una de mis pacientes para realizar la intervención semanal. —Musité con cierta tristeza. —Los docentes suelen odiarnos, Chris. Me costó trabajo persuadir al profesor para que me dejara realizar mi trabajo con la pequeña. —Suspiré. —Lo logré, finalmente. Pero ello significó tener otro problema cuando él tuvo la oportunidad de ir a mi oficina y quejarse de mi trabajo.
—Que idiota. —Masculló Chris. Retiró parte de mi cabello y enjabonó mi cuello dando toques suaves.
—Es el primer docente que dificulta mi trabajo en el colegio. Creo que es nuevo, nunca lo había visto antes. —Me encogí de hombros. —De seguro es un practicante. De igual forma, ese suceso lo pude llevar por algunas horas hasta que me llegó la notificación de la directora del hospital pidiéndome los informes de los pacientes que iban por mi ayuda. —Lancé otro suspiro; pensar en los informes me cansaba mentalmente. Chris logró depositar besos tiernos mi mejilla, tratando de tranquilizarme.
—Deberías dejar uno de tus trabajos. —Comentó. —Te recomiendo el hospital.
—¡Chris! —Exclamé y negué repetidas veces. —¿Qué pasaría con mis pacientes, uhm? ¿Qué pasa con su confianza? ¿qué pasaría con mis niños? No, no. Eso significaría un retroceso para ellos.
—Y también significa más estrés para ti. —Repuso el rubio. —Cariño, yo sé que te gusta tu trabajo. Pero muchas veces, lo que nos gusta nos resulta nocivo para nuestra salud. Y eso lo deberías tener claro. Basta con que tengas un lugar de trabajo. Te gustan los niños, podrías quedarte en el colegio. —Opinó.
—No lo sé Chris. —Musité. —Por ahora tengo en mente terminar los informes. —Carcajeé. —Deberías unirte a mí. —Chris dejó salir una carcajada. —¿Qué?
—¿Lo dices literalmente? —Inquirió, juguetón. Rodeé los ojos y le salpiqué agua con mi mano libre. Chris a los minutos se unió a mí; me permití apegarme a su cuerpo y abrazarle. Posé mi oído en su pecho y me dejé llevar por el rítmico latido de su corazón. Era todo lo que necesitaba en el día. Un momento de relajo que sólo Chris me podía dar.
—Chris. —Musité. Besé su pecho, y me deslicé por su abdomen hasta quedar frente a él. —Te amo.
—También yo, preciosa. — Esbozó una sonrisa y me besó con ternura. —Para ser psicóloga se te da muy mal el manejo del estrés. —Se burló.
—Cállate. —Le golpeé el brazo. —Cállate y bésame, Chris Evans.
—Toda la noche, amor. — Susurró el rubio, a centímetros de mis labios con una sonrisa en ellos.
Salimos del agua una vez nuestras caricias comenzaron a ser más efusivas. Terminamos en nuestra habitación, desnudos y con la respiración acelerada, pero, con una sonrisa en nuestros rostros. Me abracé a su pecho, deposité un beso en área y cerré los ojos; Evans, sin duda alguna, era mi analgésico físico y mental.
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Acabo de terminar unos informes y, se me acaba de ocurrir esto. Una situación que ya veo en mi futuro JAJAJA.
Entra a la universidad decían, será divertido decían JAJAJA claro >:( .
Justo en estos momentos de estrés necesito a un Chris en mi vida ah. Y, por lo visto lo necesitaré también en el futuro.