IV - Chris Evans

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4.- !You're an Idiot!



Sentada frente a mi escritorio, observé a los alumnos que se mantenían concentrados en la hoja sobre sus mesas; una prueba de química. Respiré profundo y me dediqué a contemplar el panorama fuera de la escuela. Un sol resplandeciente se hacía presente en el cielo, flores que comenzaban a brotar en las ramas de los árboles, las aves trinaban y uno que otro muchachito se encontraba jugando feliz en el patio del recinto.

La hora en espera a que mis alumnos terminaran la prueba transcurrió bastante rápido. Por lo general, era un curso bastante aplicado en cuanto a la materia que realizaba, y ello me enorgullecía enormemente.

Terminado la prueba, seguí con las clases en otros cursos mayores. Lo jóvenes de secundaria me esperaban en su sala después del corto receso que tuvieron. Pedí que sacaran sus cuadernos y anotaran los ejercicios de nomenclatura que había investigado para ellos.

-Escucho un celular sonar. -Advertí a la clase. Todos se miraron entre sí, buscando al dueño del celular. Lancé un suspiro pesado y me retracté. -Es el mío, lo siento. -Y todos rieron, incluida yo. Caminé hasta el escritorio, tomando el aparato tecnológico entre mis manos. El nombre de Chris apareció en la pantalla, haciéndome pensar lo peor.

Me disculpé ante los alumnos y salí de la sala.

-Amor, ¿estás bien? ¿Le sucedió algo a Annie? -Pregunté rápidamente, a lo que Chris respondió con una risita juguetona. -¡Chris! -Me quejé comenzando a desesperarme.

-Annie está bien, cariño. -Rio el rubio desde el otro lado de la llamada. -Con su papá al lado no le sucederá nada. -Dijo en todo airoso. En el fondo de la llamada pude percatarme la risa infantil de nuestra hija. Respiré tranquila, al menos Annie estaba con su padre y, al parecer estaba cumpliendo bien su rol de cuidador.

-¿Entonces para qué me has llamado? -Inquirí.

-Para decirte que te amo. -Dijo. Solté un bufido, denotando molestia. Algo que Chris captó y no hizo más que reír. -¿Acaso no puedo llamar a mi mujer? -Cuestionó juguetón.

-¡Claro que me puedes llamar! ¡Pero no en clases! -Le recriminé. Sin embargo, Evans volvió a reir; molestarme se le hacía bastante divertido. -Amor, llámame más tarde, he dejado a los niños haciendo unos ejercicios.

-No, espera...

-¡Amor! -Le regañé. Y es que no era primera vez que me hacía lo mismo. Era costumbre de Evans llamarme en hora de clases por cualquier trivialidad.

-Salgamos a comer hoy en la tarde. -Propuso. Fruncí el ceño, molesta. -Sé que acabas de fruncir el ceño, estás molesta y lo entiendo. Prometo no llamarte más en horarios de clases. -Y sin verle el rostro, me podía imaginar su sonrisa embozada en sus labios.

-Me conoces bien, Evans. -Logré reír pese a lo molesta que estaba.

-Cuatro años de matrimonio, preciosa. -Dijo. -Conozco hasta tus puntos más vulnerables al momento de hacerte el amor. -Comentó, haciéndome sentir aquel bochorno molesto subir por mis mejillas. -Sé que te has puesto roja...

-¡Basta! -Reí avergonzada. -Vale, salgamos hoy. -Acepté.

-Te paso a buscar al colegio.

-Aquí te espero. - Le aseguré. Colgamos entre risitas divertidas.

Retomé la clase con mis alumnos, resolviendo los ejercicios dados en la pizarra. Pese a que habían pasado minutos desde que Evans me llamó, mi rostro no podía borrar la sonrisa que solo él me proporcionaba.

Bajé las escaleras una vez la jornada escolar había terminado. Me dirigí a la sala de profesores y dejé el libro de asistencia reunido con los de las otras clases. Fue cuando recibí nuevamente la llamada de Chris, avisándome que ya estaba en el primer piso, esperándome. Me despedí de mis colegas y corrí por las escaleras en busca de mi esposo. Sonreí al verlo junto a Annie, quien soltó grititos eufóricos desde su coche. Alzaba sus manitos para que la sostuviera en mis brazos, lo cual no le negué. Deposité diversos besos en torno a su rosto, lo que le hizo reír divertida.

-¿Y no hay besos para mí? -Cuestionó Evans, formando un puchero en sus labios.

-No te mereces nada después de lo que hiciste. -Le recriminé. Dejé a Annie en su coche para salir del recinto escolar. -Deberás hacer mérito si quieres que te bese. -Le advertí fingiendo severidad.

-Nunca más. -Juntó las palmas de sus manos, denotando piedad. Carcajeé ante sus intentos por ser perdonado. Más negué, prolongando el juego que ambos muy bien nos divertía. Durante el viaje hacia el lugar que Chris tenía planeado visitar, utilizó diversas formas para poder recompensar lo que había hecho. Trató de robarme besos en cuanto el semáforo daba rojo, cantó canciones de la radio, aquellas románticas que bien describían nuestro amor mutuo. Trató de persuadirme con que nunca más volvería a molestarme estando en clases, e incluso me dio permiso para que yo le molestara igual en horarios de trabajo.

-¡Eres un idiota, Evans! -Reí al ver todos sus intentos fallidos.

-lo sé, y después de todo sé que no merezco tus besos. -Se encogió de hombros. su mirada permanecía fija en la autopista. -Me he portado muy mal, ¿no?

-Bastante. -Suspiré. Observé por el retrovisor a nuestra pequeña jugueteando en su silla. -¿Qué dices Annie? ¿perdono a tu padre? -Le pregunté a la niña. Annie agitó sus brazos y pies, soltando balbuceos propios de un infante. -Vale, lo perdono. -Evans rio. -Te perdono con una condición. -Le dije y Chris asintió rápidamente, embobado.

-¿Qué tengo que hacer, uhm? -El auto se detuvo frente al semáforo en rojo. Entonces, me incliné hacia su lado y, posando mis labios en su oído, hablé:

-Hacerme tuya una vez lleguemos a casa. -Susurré en su oído, atreviéndome a dejar un mordisco en su lóbulo. El cuerpo de Chris se estremeció en su lugar, y podría apostar que una leve reacción se notó en su entrepierna. El rubio tragó saliva y me observó detenidamente. Sus ojos se encendieron en una llamarada de lujuria y necesidad inmediata. Tomó mi rostro con una de sus manos y acercó su boca a la mía.

-¿Y por qué no ahora? -Murmuró, excitado.

-Me prometiste una cena. -Susurré de vuelta. Evans bufó.

-La cena. -Cerró los ojos y soltó una risita. -Te estás vengado, ________.

-Te lo mereces -Sonreí pérfida. - Comemos y nos vamos a casa. -Le guiñé un ojo, coqueta. Evans carcajeó, asegurándome que, llegando a casa, se vengaría por mi insinuación y lo excitado que le había dejado.

S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora