XXXI - Steve Rogers

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31.- The fortuitous mission.


Silencio. Era todo lo que escuchaba. La humedad me envolvía en conjunto con la poca esperanza de poder salir viva de aquella recóndita habitación de quizás qué lugar del mapa mundial. Mis esfuerzos por adivinar el lugar en el que me encontraba eran en vano. Podía percibir olores y ruidos lejanos, más no una pista que me diese a saber dónde me encontraba. Sin embargo, sabía quiénes eran los que me tenían confinada en aquella habitación.

Giré mi cabeza en cuanto sentí la puerta abrirse de golpe. Mi anatomía tembló como era costumbre cada vez que sentía el ruido de un objeto metálico golpear el suelo. Su presencia estaba a centímetros de mí, podía sentir su aliento chocar contra mi cuello y una risita suave salir de su boca.

Mi cabeza se giró, y por inercia cerré mis ojos, pese a que no veía nada más que la oscuridad que me otorgaba la venda sobre mis ojos.

—Te daré otra oportunidad. —Dijo el sujeto tras de mí, rozando la yema de sus dedos por mi espalda, causando un escalofrío a lo largo de mi espina dorsal. Me estremecí bruscamente, generando el sonido molesto de las cadenas atadas alrededor de mis manos en dirección al cielo raso.

—N-no diré nada. —Musité.

—Te ves muy mal, agente __________. —Dijo el individuo. —¿Crees que duraras otro día, amarrada a estas cadenas, sin comida ni agua?

Chillé tras sentir un objeto nuevo deslizarse por la piel de mi abdomen. Era filosa, logrando causar cierto dolor tras el filo que poseía. Permanecí quieta, no así mi pecho que, subía y bajaba rápidamente.

—Puedo soportarlo. —Afirmé, segura y convencida.

—¿Dónde están los archivos? —Interrogó. —¿¡Donde!? —Bramó furioso.

La sesión de golpes y humillación duró lo que solía durar. El sujeto se fue de la habitación cuando vio que, lo único que conseguía escuchar, era mis gemidos y lamentos tras cada golpe que propinaba con el fin de sacarme información con respecto a los archivos de alta información de HYDRA.

Estos se encontraban en buenas manos, en el reino de T'Challa. El lugar perfecto para mantener en secreto lo que SHIELD hallaba en cada misión.

Suspiré y lloré desesperada. Estaba cansada mental y físicamente. Añoraba la comodidad de mi hogar y la compañía de Steve. Anhelaba sus brazos rodear mi cuerpo, sus besos y la caballerosidad con la que me hacía sentir amada.

Los extrañaba a todos. Pero dudaba salir con vida y reencontrarme con quienes me acogieron en su grupo familiar. Había perdido mucho durante los días cautiva en aquella habitación. Y estaba perdiendo también, las esperanzas de volver a ser la misma.

El estruendo y los gritos me volvieron a la realidad. Me incorporé como pude mientras mi cuerpo pendía del techo. Alcé la mirada y traté de identificar el caos que se escuchaba del otro lado de la puerta. Explosiones y ruidos de balas eran lo que se apreciaba. Un sinfín de pasos corrían fuera de la habitación, dando órdenes que no logré entender a la perfección.

La puerta se abrió y mi cuerpo tembló tras pensar en que esta vez, no tendría la oportunidad de vivir.

—¡__________! —Exclamó la voz de quien tanto anhelaba escuchar. Giré mi cabeza hacia el lado izquierdo, pues, su voz se escuchaba de ese lado.

—¿S-steve? —Musité apenas.

—Estoy aquí, preciosa. —Me dijo, ocasionando mi llanto de inmediato. Tomó mis manos y me liberó de las cadenas. Chillé tras sentir que la libertad de mis extremidades superiores dolía enormemente. Quitó la venda de mi vista con cuidado y mis ojos vieron a mi héroe al fin. Más mi cuerpo no soportó estar de pie por mucho tiempo; me desplomé sobre el suyo, agotada y entre llantos desesperados.

Los disparos y explosiones seguían siendo los protagonistas del caos. Steve, por seguridad, permaneció en la habitación protegiéndome del peligro hasta que Natasha se acercó y nos indicó que los enemigos habían sido eliminados. Steve me tomó en brazo, prometiéndome que todo ya había llegado a su fin.

—¿Signos vitales? —Cuestionó Romanoff a Banner, quien me atendió rápidamente al llegar a la torre Stark. El científico caminaba de un lado a otro, suministrándome una que otra inyección y fármacos para estabilizarme. Natasha curaba mis heridas y Steve, yacía en una esquina, absorto en sus pensamientos.

Un dolor punzante se alojó nuevamente en el área de mi bajo abdomen. Los golpes propinados allí se sentían tal como si me lo hubiesen dado en ese mismo instante. Ardía y me hizo chillar de dolor.

—Débil. —Informó Bruce, con sus cejas fruncidas, denotando empatía al verme tan vulnerable.

—¿Fracturas? —Volvió a preguntar la rusa.

—Dos costillas rotas, lesión en órganos internos y contusiones en pómulo derecho... —Respondió Banner.

Natasha suspiró, observó a Steve y luego a mí.

—Saldrás de esta, __________. —Me dijo y esbozó una sonrisa. —Lo harás.

El seguimiento fue arduo durante ese día. Banner no se despegó de mi lado y Natasha no dejaba de mencionar que lo malo ya había terminado. Más no completamente para mí. Haber defendido los archivos secretos de HYDRA había sido la peor misión fortuita que pude haber tenido. Y más si ello implicó estar a pasos de conocer la muerte.

Sin embargo, una parte de mí estaba allí en esos momentos.

Steve se acercó una vez, el científico y la espía le dieron la oportunidad de poder conversar conmigo. El rubio me abrazó y besó en cuanto tuvo la oportunidad. Lloré desconsolada, asustada y abatida por todo lo que había perdido en aquella misión.

El fruto de nuestro amor, en ese entonces, se encontraba en otro lugar; en otra dimensión.

—Lo he perdido. —Gemí entre llantos. Escondí mi rostro en su cuello y me permití llorar todo lo que no hice durante mi cautiverio. —Lo perdí, Steve.

—¿Qu-qué perdiste? —Murmuró.

Respiré profundo, todo lo que mis pulmones agotados me permitieron.

—A nuestro hijo. —Revelé. —He perdido a nuestro hijo, Steve. 





S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora