LVIII - Chris Evans

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58.- Nice to meet you


Cinco minutos, diez, quince. Tal parecía que la vida me odiaba y también Alan. Miré nuevamente mi reloj de pulsera y volví a gruñir entre dientes. Alan me tendría que dar una muy buena explicación para no llegar a la hora y dejarme plantada.

Caminé, resignada y humillada, por la acera. Pateé una que otra piedrecita, pensando y deseando en mi fuero interno que aquellas piedras fueran Alan. Y, como si mi mente estuviese sincronizada con él, mi teléfono vibró en el bolsillo de mi abrigo anunciando una llamada entrante.

—¡Eres el peor novio que he tenido! —Le recriminé, molesta y en voz alta. Más de un transeúnte me miró con el ceño fruncido, y, a decir verdad, no me interesaba llamar la atención. Mi novio me acababa de dejar plantada y encontrar una explicación me era mucho más importante que cohibirme ante la mirada de la gente.

—Cariño, te iba a llamar, pero...

—¡Nada! ¡Pero nada! —Volví a gritar, completamente furiosa. —Llegué a la hora, ¿sabes? ¡Por primera vez en mi vida me digné a llegar a la hora y tú me dejas plantada!

—¡Te iba a llamar! —Gruñó él del otro lado.

—Ya, pero no lo hiciste. —Repuse. —¿Sabes qué? Te puedes ir a la mierda, Alan. Desperdicié tiempo esperándote, si no tienes interés en verme, entonces dime y damos por terminada la relación. —Sentencié. Alan quedó en silencio, sólo su respiración se hacía presente.

Mi caminata a ciegas por la ira me comenzó a llevar a un centro comercial. Pero en ese momento de ira y en espera a que mi novio me contestara, no me había dado cuenta de ello. Alan habló después de unos minutos, pidiéndome perdón, jurando que no lo iba a volver a hacer. Pero sólo se llevó una reprimenda de mi parte, manifestándole su falta de respeto y poco amor hacia a mí.

Alan seguía hablándome, pero esta vez, sus palabras se disipaban en mi canal auditivo pues, mi atención ya no iba enfocada en él, sino en un par de chicos que actuaban de forma extraña. Miré, detenidamente su actuar, percatándome que iban acechando a otro sujeto quien, a juzgar por su caminar, iba atemorizado.

—Te llamo después. —Le dije a Alan, y sin dar mayor explicación, le corté.

Jamás en vi mida me gustó el maltrato hacia otra persona, y menos si esa persona, iba sola. Ese día, ver aquello, me llenó de indignación, por lo que no dudé en actuar y ayudar al muchacho.

—¡Hola! —Saludé el rubio. El sujeto frunció el ceño y sonrió con recelo. —¿No te acuerdas de mí? Era tu compañera de salón. ______________, ¿no te acuerdas? —Le guiñé un ojo. Él entreabrió la boca y asintió, captando mi idea.

—¡Claro que sí! ¡Tanto tiempo! —Exclamó alegre. Su voz era armoniosa, y muy llamativa. Sonreí y me atreví a abrazarle con confianza.

—Sígueme el juego... —Le susurré al oído. Él asintió. —¡Cómo has cambiado, hombre! —Exclamé.

Entre carcajadas comenzamos a caminar hacia el interior del centro comercial hasta dar con la salida y mezclarnos entre las personas.

—Gracias. —Me dijo el rubio, aliviado. Observó tras de él y sonrió al ver que los sujetos ya no estaban acechándolo. —De verdad, muchas gracias.

—No te preocupes. —Sonreí. —Detesto el acoso, de cualquier tipo. Algo tenía que hacer... —Reí. —Por cierto, soy ___________. —Extendí mi mano.

—Scott Evans. —El rubio sonrió. —¿Te puedo invitar a tomar un café, o algo? Tengo que hacer hora, quedé en reunirme con mi hermano, pero aún me queda una hora. —Rio. —¿Me acompañas?

—Seguro.

Scott era un sujeto amigable, muy risueño y bastante respetuoso. Me contó parte de su vida y yo le conté la mía. Se impresionó al saber que mi vida giraba en torno al arte, según él, no tenía apariencia de ser pintora. Reí al escuchar su versión sobre mí pues, creía que era una secretaria o algo por el estilo. También me contó sobre su orientación sexual, algo que, no pasé por alto, y se lo hice saber con respeto y sin ningún prejuicio. Scott se vio agradecido por mi forma de pensar, explicando que no todas las personas reaccionaban bien cuando él accedía a contar su verdad.

—Bueno, yo no soy igual que los demás. —Le dije. —Todos somos libres de elegir a quien queremos amar. Después de todo, es amor, ¿no? —Scott asintió. Miré a mi lado, observando el ventanal y a la gente pasar. — El problema, es el sistema. Si no educan a la gente y les enseñan a respetar al otro respecto a su raza, posición social, religión u orientación sexual, nunca habrá armonía en la humanidad. Es todo un tema, Scott, y para que llegue ese día, en donde la gente se dé cuenta que todos somos iguales y amamos de igual forma, lo más probable es que nosotros hayamos muerto esperando ese momento.

Ambos reímos.

—___________, creo que nos llevaremos muy bien.

—Opino lo mismo, Scott Evans. —Reí.

Bebí lo último que me quedaba de mi café. Miré la hora y me sorprendí al ver lo rápido que había pasado la hora que Scott debía cubrir para encontrarse con su hermano. Me levanté de la silla y, en cuanto me iba a despedir del rubio, él exclamó:

—¡Chris! —Dijo, alzando su mano, moviéndola de un lado a otro. Volteé automáticamente, topándome con la anatomía de un sujeto mucho más alto que yo, corpulento y muy atractivo. —Es mi hermano... —Dijo Scott. Chris frunció el ceño y me miró con cierta curiosidad.

—Un gusto. —Me dijo el sujeto. —Chris Evans... — Me estrechó su mano.

—Un gusto en conocerte, Chris Evans. —Tomé su mano la cual, presionó con ligereza la mía. —_____________ Jones. —Sonreí, cohibida. —S-scott, me tengo que ir. —Reí.

—¿Te volveré a ver otra vez?

—Claro, ¿por qué no? —Cuestioné con diversión, pero ciertamente nerviosa. Le hice entrega de mi número telefónico antes de irme.

Me despedí de ambos hermanos, deseándoles un buen día.

Cuando regresé a mi casa, mi teléfono celular vibró ante la llegada de un mensaje que, pese a que el número era desconocido, reconocí de inmediato su autor.

Era de Scott, dándome las gracias, nuevamente, por lo que había hecho por él.  

S. Rogers - C.Evans || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora