CAPÍTULO IX

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Tras la publicación del Decreto N° 24 de Umbridge, que prohibía cualquier tipo de organización que no esté aprobada por ella y que los alumnos involucrados en alguna organización ilícita sería expulsados, Harry se sintió desanimado y todos los que habían participado de la reunión en Cabeza de Puerco, también estaban preocupados.

Esa mañana fue complicada, Hedwig llegó herida, Snape le dio otro cero a Harry, le dejó tarea y luego en clase de adivinación, la profesora Trelawney estaba un tanto enojada.

A la hora del almuerzo la profesora Mcgonagall se llevó a Hermione y Ron hacia su despacho.

—Bueno los traje para decirles que la Suma Inquisidora de Hogwarts. —Se podía notar un poco de enfado en su voz. —Ha modificado el horario de las patrullas comenzado a la diez de la noche y terminado a la una.

—Pero profesora es demasiado tarde. —Trató de excusar Hermione.

—Lo sé, señorita Granger pero no podemos hacer nada, esta mañana se nos comunicó a los jefes de cada casa.

—Pero... —Ron trató de hablar.

—Ya les dije, lo único que les queda por hacer es cumplir sus patrullas con responsabilidad. —Esto último lo dijo mirando al pelirrojo.

—No se preocupe profesora, cumpliremos con los horarios.

—Eso espero, sobre todo de usted señor Weasley. Ahora regresen a hacer sus deberes.

Ambos salieron del despacho en dirección al Gran Comedor, cuando estaban en cerca vieron a Parkinson y Malfoy.

—Weasley, a las diez en los invernaderos. —Le dijo Pansy con indiferencia y un gesto de disgusto.

—Eso recuérdalo tú, siempre llegas tarde. —Ron le respondió del mismo modo.

Hermione y Draco solo se miraron divertidos por la pequeña discusión de sus compañeros, pero al darse cuenta de aquel error desviaron la mirada, la castaña se sonrojo y siguió a Ron hacia la mesa de Gryffindor.

— ¿Qué les dijo Mcgonagall?—Preguntó Harry, al ver llegar a sus amigos.

—Umbridge cambió el horario de las patrullas. Ahora empezaremos a las diez y acabaremos a la una. —Hermione se encontraba un tanto ida.

— ¡Por Merlín! Harry te imaginas aguantar a Parkinson hasta esas horas. —Ron estaba horrorizado.

—No me lo imagino, pero debe ser terrible. —Harry se mordía el labio inferior para evitar reírse.

—Hermione tú no deberías quejarte, de seguro te llevas bien con Ernie.

—Si hablamos de cosas triviales, pero no nos llevamos del todo bien.

Al salir, Hermione vio a Ernie ellos también debían ponerse de acuerdo sobre las patrullas.

—Chicos luego los alcanzo, tengo que hablar con Ernie. — Se dirigió a la mesa de Hufflepuff. —Hola Ernie, ¿podemos hablar?

—Hola Hermione. Acabo de terminar. —Ambos salieron del Gran Comedor. — ¿De qué quieres hablar?

—Supongo que ya te enteraste sobre el cambio de horario de las patrullas. —El chico asintió. —Bueno, quería hablar contigo para acordar la hora.

—Bien... nueve y cincuenta en el cuarto piso. —Ambos sonrieron, era como un deja vú.

—Está bien, adiós. —La castaña se despidió con un gesto.

—Adiós.

Horas más tarde cuando Hermione estaba saliendo de la biblioteca, vio a Malfoy y recordó que Harry le había contado acerca del día en el cual Filch lo acusó de ordenar bombas fétidas.

Behind the walls of Hogwarts (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora