I Znat'.

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En el desierto del lado norte de la ciudad once, en ese lugar que se extiende cientos de kilómetros, una grieta completamente abierta; una bestia parecida a un zorro de color amarillo, pero con los ojos de color rojo, garras carmesí y afilados dientes, se enfrentaba a dos cazadores de los elementos agua y tierra, teniendo el I Znat' el poder sobre el fuego. 

Una bestia de clase S, solo que aún no lo saben.

En la ciudad once, Ethan se encuentra caminando acompañado de su hermana y de Sealtiel, en un día de compras, el cielo -lleno de grietas- despejado y un ligero frío que hace que se cubran un poco.

—Hermano —susurra Ania cercana a Ethan. Sealtiel como siempre se reserva el habla cuando piensa en el infinito—, ¿por qué eres tan indiferente con Sealtiel? 

—¿Debería de ser más afectuoso? —Ethan carga con las bolsas del mandado y mientras lo hace mira a Sealtiel al contestar—. No somos más que conocidos.

—Típicas palabras tuyas cuando no consideras a alguien amigo u amiga —suspiró Ania por la respuesta de su hermano.

—Ella es una amiga, pero no tan... "amiga" —Ethan hace un mueca entre cerrando sus ojos—. No hemos llegado al punto en el que le pueda hacer bromas sin que ella se enoje, parece del tipo especial de mujer que se enoja con facilidad por cosas bobas.

—Los puedo escuchar, fuerte y claro —interrumpió Sealtiel.

Ania la miró de reojo y luego giró la vista hacia adelante. «¡Cielos, Sealtiel es hermosa y mi hermano la ignora por completo, quizá se dio cuenta que él no es la gran cosa para ella, solo digo, es el futuro de la familia y de él depende si nuestra demás familia nos vuelva a aceptar», pensó Ania, pronto fue golpeada por la mano de Sealtiel de forma leve para que la notara. 

—¿Podrías dejar de discutir sobre la amistad inexistente entre tu hermano y yo? —bromeó Sealtiel sonriendo de forma leve.

—No me voy a detener hasta que ustedes se vuelvan casi tan cercanos como Diana y Ethan —sentenció Ania golpeando el hombro de su hermano. 

—Eso sería imposible, Diana y yo somos como hermanos —confesó Ethan tocando la cabeza de su hermana con las bolsas de plástico.

La alerta comenzó a sonar en el lugar, las entradas de los bunkers públicos se abrieron para la gente que se encontraba por la calle lejos de sus hogares.

—Ania, tienes que entrar a un bunker. Rápido —ordenó Ethan entregándole las bolsas a su hermana. 

El pánico de la gente es algo calmado en estos días, no hay mucho caos, solo se llegan a empujar para apresurar un poco, pues las alarmas suenan con cinco minutos de antelación, pero no siempre es correcto.

—¡De ninguna manera, quiero ver más de cerca el como peleas! —protestó ella poniéndose firme. 

—Yo la protegeré, después de todo, no hay nadie más fuerte que yo en la tierra —afirmó Sealtiel por la carente del Dios de la tierra.

Ethan miró a su hermana y ella lo miró de forma decidida, una expresión que no mostraba duda. «Cada vez se parece más a mamá», pensó Ethan. De manera fría volteó a ver a Sealtiel, quien no tardó mucho en darse cuenta lo amenazante de su mirar que, poco a poco se ponía de color gris. 

—No dudo de tu gran poder, pero te voy a recordar que el rayo es muy efectivo contra los de tu especie —amenazó Ethan convirtiendo su cuerpo en un faro que desprende potentes rayos que destruyen la calle.

Sealtiel trago saliva, la presencia de Ethan nunca había representado algo de amenaza para la joven ángel, pero ahora mismo, la presión que Ethan ejercía sobre el lugar era equiparable al aura de su padre. 

¡El Amor NO Cae del Cielo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora