Capítulo 15: Lil' girl.

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~Jason~

No puedo creer que ya haya pasado una hora y media desde que hemos salido de detención. No puedo creer que lleve una hora y media conversando con Alice y Matthew, comiendo helados, contando anécdotas y riendo como buenos amigos.

No puedo creer que lleve una hora y media mirando al vampiro y sintiendo que mi corazón se va a desbocar de mi pecho cada vez que nuestros ojos conectan y me dibuja una sonrisa. No puedo creer que vaya a decir esto, pero creo que me gusta Matthew White. Creo que me gusta un vampiro. Un chico.

De repente, veo a los chicos del equipo hacer jogging hacia algún lado y en mi mente aparece el recuerdo de que hoy tengo entrenamiento. Se me ha olvidado por completo. Después de la detención, de conocer a Melf, de pasar la tarde con mi mejor amiga y con el vampiro... Se me ha ido de la cabeza por completo el entrenamiento de hoy.

– ¡Jason! ¿¡Vas para el entrenamiento!?

– Eh... Sí, claro... No se me ha olvidado para nada...

– Madre mía, chico. —Dice Mark, entre carcajadas— ¿Primero me entero de que te han castigado y ahora se te olvida el entrenamiento? Matthew te está volviendo un rebelde sin causa, ¿eh? ¿Qué será lo próximo, hacer pellas?

– Sí, seguro... Yo haciendo pellas... ¿Por qué no vais tirando y ahora os alcanzo?

– ¡No te tardes! ¡Si no, tendrás que correr cien vueltas al campo!

– ¿¡No son cincuenta!? —Pregunto, aterrado.

– Al parecer, uno de tus colegas del club de las seis le ha pintado cosas en la cara con un permanente, así que el entrenador Soto está hecho una furia.

Ahora me siento mal por haber dejado que Melf le pintase todo eso con mi rotulador. De haber sabido que eso me iba a costar cincuenta vueltas más si llegaba tarde al entrenamiento no le hubiera permitido hacerlo... O no me habría reído de haberle dejado.

– Bueno, chicos... —Les digo a Alice y a Matthew, despidiéndome con un rápido abrazo— Os dejo. ¿Nos vemos mañana?

– Hasta mañana. —Me responden al unísono.

Estoy corriendo junto a los chicos hacia el campo, cuando me percato con mi superoído que no muy lejos de donde estoy hay una niña llorando. Incapaz de ignorarla, les digo a los chicos que avancen sin mí, que tengo que hacer algo primero, y me dirijo hacia el lugar del que procede el llanto. Se trata de una casa, sin duda, que tiene la puerta de la valla abierta, por lo que entro al mismo tiempo que aviso de mi presencia.

– ¿¡Hola!? ¿¡Niña, dónde estás!?

Sigo el llanto hasta el jardín de atrás y veo algo que me deja perplejo. Esa niña viste con ropa común y corriente, pero ella no lo es. Tiene las orejas muy largas y puntiagudas, una nariz redonda y muy pequeña y unos ojos grandes y negros. Eso, claro, cuando me mira entre sollozo y sollozo. Si no es porque mide menos de un metro de altura para el tamaño corporal que tiene, pensaría que es una elfa.

– Hola, pequeña... ¿Cómo te llamas? ¿Qué te ocurre?

– M-me llamo Nina y... Mi muñeca se ha caído en el barro. —Mis ojos viajan al charco de barro a su lado. Sí que parece que hay algo enterrado.

– ¿Quieres que saque la muñeca? —La niña me sonríe, moviendo su cabeza de arriba abajo sin parar— A ver...

Una vez junto a la niña, me agacho lo suficiente para ver más de cerca el charco y busco dónde puede estar la muñeca. De repente, Nina suelta una pequeña carcajada con un tono travieso y, antes de poder reaccionar, noto sus manos en mi espalda, empujándome al barro. Sin duda es bastante fuerte para medir tan poco, porque, cuando quiero darme cuenta, estoy lleno de barro hasta los tobillos. Con dificultad, saco la cabeza y me levanto para perseguir a la niña que, ahora, se ríe descaradamente.

Amor Entre Sombras [Remastered]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora