Bucky entra, mientras camina por el vestíbulo deja sus zapatos en algún lugar de este; una caja de pizza se balancea en sus manos. Su ropa de gimnasio ligeramente mojada de la espalda y su gorra casi cayendo de su cabeza, lo miras mientras mueves la cabeza de lado a lado.
—Vas al gimnasio y después compras pizza, quisiera comer como tú lo haces —ríes mientras lo ayudas con la caja. —Son las ventajas de tener más de 100 años —te besa cortamente.— ¿Cómo te fue en el trabajo? —Mi jefe es un idiota —ríe—. No es chistoso, es el típico "haz esto, haz aquello, yo no puedo" no lo soporto.
Bucky se acerca a ti, sus manos se hunden en tu cintura y te besa con lentitud, toda la tensión y estrés abandonan tu cuerpo.
—¿Estás muy cansada? —preguntó seductor, sus ojos azules se vuelven más profundos. —Ammm.
No te deja terminar, te toma entre sus brazos y te carga, tus piernas se enredan en su torso; sus labios exploran tu cuello.
—Hay que darnos una ducha —asientes mientras te lleva por el pasillo hasta el baño.
Entran y él te deja encima del lavabo, se quita la playera, su trabajado cuerpo te hace suspirar. Se acerca a ti, sus manos se deshacen de tu blusa, la lencería roja con negro lo hace suspirar.
—Perfecta —dice.
Te levantas para poder quitar tu falda, con movimientos lentos te deshaces de ella, sus ojos miran todo tu cuerpo, amando solo con la mirada cada rincón de este.
Te acercas a él para quitar su pans, este cae al suelo, su miembro está duro y mientras lo besas, lo sientes en tu muslo, lo acaricias por encima del bóxer y el gime ante tal tacto. Sus dedos recorren tu espalda, y pronto desabrochan tu sostén, sonríes al sentir su piel contra la tuya, te besa el cuello y pronto se agacha un poco para besar tus senos, su lengua recorre tu pezon, curveas tu espalda y él te sostiene con fuerza.
Se inca delante de ti y toma los bordes de tus bragas, con lentitud y delicadeza las baja hasta tus tobillos, sales de ellas y lo miras. Se levanta con lentitud para finalmente aprisionar tu cuerpo entre él y el lavabo, sus manos se aferran a tu cintura y te vuelve a sentar en el borde frío de mármol blanco que hace que des un pequeño salto, comienza a besar tus labios con necesidad para pronto asaltar tu cuello con fiereza, su mano de metal alcanza tu centro, hace círculos y por fin introduce un dedo en ti, tiemblas debido al placer producido y al choque entre el frío metal y la calidez de tu cuerpo.
—Gime para mi —dice contra tu pecho, su aliento es tibio.
Sus dedos aún recorren tu feminidad sin descanso, sus labios recorren tu pecho y toma uno de tus pechos, lamiendo y succionando como si fuera una ciruela.
—J-James —dices jadeando, el sonríe. —Vamos, muñeca. Deja ir todo ese estrés.
Su voz es ronca y sientes tu sexo palpitar, mientras el sigue sacando y metiendo sus dedos en ti, mientras su boca aprisiona tus senos, te dejas ir y tocas el cielo.
—Eso eso —te besa con delicadeza y tu sonríes, tus mejillas estas rojas y él las acaricia con cariño.
Te ayuda a bajarte del lavabo, su mano te guía hasta la bañera y te acuestas en la caliente agua de la tina, James entra después de ti, sus manos se aferran a los lados de la tina y te sonríe con malicia; te besa con necesidad y con su rodilla abre tus piernas, se acomoda entre ellas, tus manos recorren su espalda y finalmente llegas a sus glúteos, aprietas y él sonríe. Lo atraes hacia ti. James se hunde en ti con tal lentitud que te hace temblar del placer.
—Joder, estás tan apretada —dice en un gemido.
Se queda quieto por algunos segundos para después empezar a moverse dentro de ti, te aferras a sus hombros. Sus manos se aferran incluso más a la tina, su miembro palpita dentro de ti, entra y sale. Tus labios recorren su cuello, gime tu nombre sin parar, lo incitas a que vaya más fuerte y profundo, eso hace.
Las paredes de tu vagina aprietan su miembro y el gime aún con más fuerza.
— ¡T/n! —grita cuando su líquido te llena y pronto tu también gritas su nombre. Cae sobre tu pecho. —Te amo —dices con sinceridad. —Te amo más, amor —besa con cariño tu frente. —¿Otra ronda? —propone divertido y tú ríes. —Pero en la cama, me duele la espalda por culpa de esta tina —James sonríe ampliamente. —Vamos a la cama, princesa —vuelve a besarte para finalmente levantarse y cargarte entre sus brazos y llevarte hasta la habitación.
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