Capítulo 8.

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JUEVES, JUNIO 14, 2018.

Lo que sucedió aquella noche con Noah no sólo me hizo entender que yo era un desastre.

También hizo que recapacitara acerca de por qué había dejado que alguien me humillara de esa forma.

Me sentí avergonzado por todo lo que había sucedido y sin duda estaba decepcionado por dejar que alguien me utilizara de tal forma.

Sin embargo, luego de llegar a la casa de Dakota y únicamente encontrarme con su hermano hizo que pensara mejor.

Lo que estaba sucediendo era otro nivel de humillación, pero también de ayuda.

Nunca creí que iba a dejar que alguien me duchara.

Arturo había hecho que entrara a la casa y viéndome en la situación en la que estaba dijo que tenía que bañarme.

A pesar de que quería responder parecía que había entrado en un estado de shock que ya ninguna palabra salía.

Arturo me desvistió y me ayudó a meterme dentro de la bañera esperando que continuara yo sólo.

Pero aquello no era posible.

Creí que se iba a ir y dejar que cayera en aquella maldita depresión, pero en vez de eso tomó la esponja y empezó a limpiarme.

Sentir que alguien aún podía preocuparse de mí hacia que me sintiera mejor.

—Pásame aquel shampoo, ¿sí?

Estiré mi brazo y le pasé el shampoo.

Arturo lavaba mi cabello y a pesar de que eso me causara risa no solté ningún sonido.

Pasaron un par de minutos de lanzar agua contra mí hasta que Arturo habló.

—Ven.

Arturo quitó su camiseta mojada mientras que yo me levantaba.

—Ten.

Agarré la toalla y la envolví alrededor de mi cintura. No quería secar mi cuerpo ni nada por el estilo. Lo único en lo que pensaba era en una cama suave y caliente.

Nada más.

Antes de salir del baño, Arturo me agarró del brazo y me colocó frente al espejo.

—Ya no luces tan sucio como antes, ¿no crees?

Mirarme al espejo hacía que sintiera un fuerte dolor en el pecho.

No podía distinguir quién era a pesar de que continuara mirándome por un par de horas. Carven ya no era Carven y estaba seguro de que ya no lo volvería a ser.

Salimos del baño con cuidado de no caernos.

La habitación de Arturo me parecía grande y realmente iluminada. Tenía aquello que le faltaba a mi alcoba, y por lo menos esta no me recordaba a nada con Noah.

—Te traeré ropa.

Me senté en la cama mientras Arturo rebuscaba entre su armario.

—¿Te gusta este buso?

Arturo tenía entre sus manos un buso negro con el símbolo de Batman en él. Si hubiese estado de una manera alegre era posible que le hubiese hecho conversar por horas acerca de superhéroes.

Pero quizá para mala suerte de ambos no estaba de humor.

—Está bien.

El chico tiró la prenda contra mí y seguido un bóxer negro.

Estancado en tu mirada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora